sábado, 19 de noviembre de 2016

RE-VERSOS: JOSÉ ÁNGEL BUESA

Brindis

He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío:
una blanca, otra roja, como tu amor y el mío.
Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo:
la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo.

Al beber, gota a gota, los pétalos flotantes
me rozarán los labios, como labios de amante;
y, en su llama o su nieve de idéntico destino,
serán como fantasmas de besos en el vino.

Ahora, elige tú, amiga, cuál ha de ser tu vaso:
si éste, que es como un alba, o aquél, como un ocaso.
No me preguntes nada: yo sé bien que es mejor

embriagarse de vino que embriagarse de amor...
Y así mientras tú bebes, sonriéndome —así,
yo, sin que tú lo sepas, me embriagaré de ti...

de José Ángel Buesa

martes, 8 de noviembre de 2016

MARATON DE BILBAO: ENTRE DOS LUCES


El sol se va debilitando. Bilbao se apaga. Junto al Guggenheim, con Miguel Ángel y su amigo Nico, que van a hacer la media. Listos para la foto, con nuestra bandera, sonrientes. Ilusiones y sentimientos compartidos. Contrastes de claros y oscuros, de luces. Despedidas y buenos deseos. La hora se acerca. Contemplo los rostros de los corredores que me rodean, hablo con mis compañeros. Tranquilo, sin miedos, sin preocupaciones. Llegó el momento, el ahora en el que todo es posible. Nos movemos. Camino junto a Miguel, junto a Nico, mientras mi mente empieza a aislarse. Explosión de fuegos artificiales, de luz y sonido, del ¡ya!. Corro, mis pasos se separan de mis amigos. ¡Suerte!. Busco mi ritmo, y no dejarme irme de los que me rodean, casi nadie es de mi guerra. Me lo repito una y otra vez. Miro la noche, la respiro. Cruzo por primera vez la ría, una ría que será durante mucho tiempo mi compañera. Me alejo del centro, intento memorizar el recorrido, las pequeñas subidas, las pequeñas bajadas, para en la segunda vuelta aprovechar todo ello. Primer avituallamiento, primer tapón, primeros tragos. Hace calor, hay humedad, se corre bien. El barrio de San Ignacio nos da la vuelta, nos lleva otra vez al centro. A cruzar la ría. A Ángeles, a la que llamo porque no me veía. Y sigo, voy bien, miro el crono, en mi interior crece la esperanza. 10 kilómetros. El guggenheim. El grupo se reduce, se corre mejor. La esperanza se va transformando en ilusiones. El ayuntamiento, un poco de casco viejo, y a kilómetros de ría, de ida y vuelta. Kilómetros al fin y al cabo. La ilusión crece. El correr me lleva fácil. Busco en mi interior los sentimientos que me den fuerza. Corredores que vienen, y corredores que van. Ángeles por aquí y por allí. Ando perdido con las vueltas, casi ni mi encuentro. Solo una referencia: los puntos kilométricos. Volvemos al guggenheim. Kilómetro 21. Los más para la izquierda y los menos para la derecha. ¡Vamos valientes! Nos gritan. ¡Uf! ahora solos. Miro el crono, miro al cielo, “y si mi regalo tiene premio”. Los valientes de uno en uno. En fila, uno aquí y otro allí. Vamos a por la segunda vuelta, la de la soledad. Memorizada me voy adelantando a lo que viene.
La cabeza por delante de mis piernas, persiguiendo mis sueños. Otra vez el puente que me aleja del centro, que me lleva a San Ignacio, que otra vez me da la vuelta. Se puede oir el silencio. Oigo el silencio. Un silencio, solo roto por tímidos aplausos y tímidas palabras de aliento. De uno en uno. Kilómetro 30. Me tomo un respiro, el cansancio se ha unido a la fiesta. Busco en mi interior. "No pierdas lo que has ganado hasta ahora" me digo. Cuántas veces he dicho esto mismo a mis amigos. Hoy me lo digo yo. Ángeles. El Guggenheim. El Ayuntamiento. La fatiga. Y la ría. "Solo tengo que ir y volver". Solo. "Vamos". Pienso en mis amigos.
Pero ya no voy. Busco apoyo en la distancia, y la fuerza de esos pensamientos ya no me llevan, solo me mantienen en carrera. Los gritos de ánimo atraviesan la oscuridad, aunque no son suficientes para mover mis piernas, que ya se arrastran sobre el asfalto. Con el gesto contrariado por lo que pudo ser, por lo que se me ha escapado, miro las luces de las farolas reflejadas en el agua. el flash de Ángeles ya no me deslumbra, apagado, como yo. Más adelante Miguel y Nico. Les sonrío, en un esfuerzo casi sobrehumano. Doy la vuelta y vuelvo sobre mis pasos.
Y allí siguen, primero Miguel y su amigo, después Ángeles, y más sufrimiento. Tres kilómetros de luchar por acabar. Me traigo a los que tantos entrenamientos compartieron, a los que tanto tiempo me dedicaron. A Pedro, Cristina, José María, Alicia, Óscar, María Jesús. A mis amigos del "Nunca". Les hablo. Me hablo y no me escucho. Tres kilómetros de silencio y tristeza. De arrastrarme. De no querer pensar más. Kilómetro 42. Ya lo veo.
Los ojos se me empañan “hoy me has hecho sufrir”. Giro y busco la meta. Respiro. Miro al cielo. Doy gracias. “No pudo ser”.
Recupero en soledad. Me doy tiempo. Vuelvo a sonreír. Y otro más. Con esto me quedo y eso me traigo de Bilbao.
Gracias a los que me ayudasteis en la preparación, a los que acompañasteis en la distancia durante la carrera. Gracias a todos.