martes, 31 de diciembre de 2013

31/12/2013



“El tiempo es demasiado lento para los que esperan…demasiado rápido para los que temen…demasiado largo para los que sufren…demasiado corto para los que celebran…pero para los que aman, el tiempo es eterno”, Henry Van Dyke.

Otro año que dejo atrás. A veces tengo la impresión de que ha sido corto, pero lo cierto es que he recorrido un largo camino. Maratones, medias, carreras de diez, leguas, ciento uno; carreteras, caminos, sendas, montañas; noches, días; viajes; amigos, completan las vivencias de estos 365 días.
Hoy, último día del año, me calzo las zapatillas, me subo al tren de los recuerdos e inicio el viaje.
Un viaje que empieza como empiezan estas cosas, con ilusión, e intentado disfrutar del día a día. Pero pronto surge un hecho triste, con el que nunca cuentas, y que marcaría muchos de mis retos. Corría el 28 de enero cuando mi amigo Ángel, compañero en muchas locuras, sufrió un duro golpe en su línea de flotación, del que después de unos días de angustia consiguió salir. A partir de aquí, vino el reconocimiento de amistad del Nunca en la Media de La Latina y en la Media de León.
Sin tiempo para adaptarme a su ausencia, llega la primera parada, Mapoma, donde más emociones se despiertan en mí.
Todo estaba programado para compartir kilómetros. Compartir con mis amigos de León, pero sobre todo con Ángel, pero a él la vida en esta ocasión no le había dejado correr. Y por eso me vestí de naranja, de su naranja, y recorrí su Madrid acompañado pero sintiendo una inmensa soledad. Un día de sentimientos que tan bien plasmo mi hija, en su blog con la entrada: La maratón de Ángel; sabedora de todo lo que yo había sentido.
Después crucé España, y con mis zapatillas y más amigos, me fui hasta Ronda, donde me esperaban los 101 kilómetros de la Legión.
La tercera parada me pilla algo más cerca de casa. Y aún con el buen sabor de Ronda llegan los Aquilianos, “la de la burra grande ande o no ande” como nos gusta decir a Ángel y a mí, que comparto con Ángeles y mi hijo, con mi hermano, y con Diego y Daniel.
La cuarta parada, la más compartida, la más solidaria, llegó con “A Santiago contra el Cáncer 2013”.
Continuo el viaje, ahora apacible y sin sobresaltos. Pasan los días, lentos o rápidos, eso depende de mí y las circunstancias. Pasa el verano.
Y llega otra cita, el Rock´n´Roll Maratona de Lisboa, esa en la que nunca he sabido muy bien si me liaron o si me deje liar.
El tren de los recuerdos no se detiene; nunca lo hace. Y ese viaje en el tiempo, me deja mi mejor momento. El más personal.
Después, vuelvo a preparar las maletas, vuelvo a cruzar España, vuelvo a Málaga, vuelvo a la maratón. La maratón de Málaga.
Y estos han sido mis momentos del año 2013. Ha habido muchos más, pero estos fueron mis grandes retos, los que más me exigieron, en los que más disfruté. Los que comparti con amigos, que es lo que los hizo más importantes.
Se acabo el viaje. Guardo los recuerdos en mi corazón. Giro la llave y echo el cerrojo. Ahí permanecerán para siempre.

domingo, 29 de diciembre de 2013

XVII San Silvestre Popular Ciudad de León: Fotos y clasificación



Cómo olvidar las escenas de los corredores invadiendo las calle más céntricas y emblemáticas de nuestros pueblos y ciudades. Niños revoltosos, inquietos, a duras penas sujetados por sus padres, “Papás Noeles” enfundados en su traje rojo y con zapatillas deportivas, familias enteras, indios, ex presidiarios, algún guardia civil, grupos de amigos, pero sobre todo la pieza más clásica: el corredor. Cientos de corredores dispuestos a correr su última carrera del año, a despedirse corriendo por sus calles. A hacer del correr una tradición. La Navidad ha vuelto a traer a León su San Silvestre.
Os dejo el enlace de:
Las fotos de la XVII San Silvestre Popular Ciudad de León.
Os dejo el enlace que nos envía nuestro amigo de mediamaratonleon, de las siguientes carreras:
- San Silvestre de León y de la Virgen del Camino.
- San Silvestre Villaquilambre y Carrera de Villaornate.
La clasificación de la carrera de 6800 metros en el enlace de championchip.
Enhorabuena a todos los participantes y en especial a los triunfadores Alejandro Martínez Fernández y Pilar González Pérez.

domingo, 22 de diciembre de 2013

III CROSS POPULAR VILLABALTER Y II QUEDADA SOLIDARIA DE NAVIDAD: FOTOS



Después de Málaga había que parar, no quedaba otra. Tengo por costumbre tomarme el mes de diciembre con mucha tranquilidad, y este año no iba a ser menos. Trece días de parón, suficiente para recuperar el cuerpo y regresar con ganas. Y para la volver, que mejor que siendo solidario con los necesitados y con los amigos; y por solidaridad y amistad acudí a la llamada de los amigos del “No hay güevos”, que ayer sábado organizaron la II Quedada Solidaria de Navidad, a beneficio de Casa Caridad de León.
Una mañana de sábado, en la que correr por los demás era lo importante. En la que tenías tiempo para ir saludando a los amigos, para saber de ellos y felicitarle la Navidad. Gran mañana.
Y la tarde no le fue a la zaga, aunque en esta ocasión estuve mucho más tranquilo asistiendo a la gala de “Villancicos solidarios” organizada por la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad.
Para terminar el fin de semana, me voy con Joaquín, compañero del “Nunca correrás solo” al III Cross Popular de Villabalter, solo como acompañante y con la misión de sacar fotos.
Y ahora, el capítulo de las fotos, que quizás sea lo que más os interesa.
Primero, las de la II Quedada Solidaria de Navidad, que podréis encontrar en mediamaratonleon.

Y en segundo lugar, os dejo las fotos del III Cross Popular de Villabalter, organizado por Interval.
Si alguien quiere la foto en tamaño original, y sin marca de agua, que me envíe un correo electrónico, indicándome número de foto y número de dorsal.

domingo, 15 de diciembre de 2013

IV Maratón de Málaga: Mi historia


Málaga. Ocho y veinte de la mañana. Olor a mar. Olor a esperanzas. Otro despertar a un nuevo maratón. Llego con humildad, confiado. Hoy, en esta historia no estoy solo, me acompaña Ángeles, siempre fiel, y Abe y Gustavo, siempre incansables a mis locuras. Se acerca la hora de los ánimos mutuos, de centrarse en el objetivo, de la despedida. “Suerte” nos dice Ángeles, “Ten cuidado” me dice. Nos separamos con una sonrisa; Gustavo, tenso, se sitúa en el primer cajón, mientras Abe y yo, relajados, nos refugiamos en el último; el mío está un pasito delante pero quiero estar junto a mi amigo, dar con él esos primeros pasos que tantas veces hemos dado y que puede  que no…“Dos minutos” oímos por la megafonía. Hablamos. Miramos. Sentimos. Doy pequeños saltos buscando activar piernas, cuerpo y mente. “Diez, nueve”…miradas cómplices…”seis, cinco”,…aplausos…”dos, uno”…explosión de júbilo. Arrancamos con pasos cortos, la respiración sosegada, serenos, cogiendo el pulso al largo maratón. Vamos y venimos. Ángeles dando ese primer apoyo. Separo los pasos de los de mi amigo. “Suerte, nos vemos en meta” nos decimos. Y volvemos. Otra vez Ángeles. Tres kilómetros. Y nos vamos alejando por la larga recta del paseo marítimo. Palmeras, mar y asfalto, y corredores aún sonrientes. Tranquilo, sin prisas, siguiendo el ritmo de los que me rodean, y adelantando poco a poco. Alcanzo al grupo de cuatro horas, y lo sigo hasta el caótico avituallamiento del kilómetro 5, donde me fue imposible coger agua porque a estas alturas dos cortas mesas son insuficientes para saciar tantas ansiosas manos. Me incomoda irme sin dar mis primeros sorbos, ya que considero importantísimo beber desde el principio. Así que me adelanto al gran grupo, con el pensamiento, con la seguridad de que hoy no me va volver a alcanzar. Mi ritmo va yendo a más. Nos vamos cruzando con los que nos preceden que ya vuelven sobre sus pasos. Kilómetro 7 y medio, me vuelvo a quedar sin agua. “Pero ¿qué pasa?”. Tres voluntarios con tres botellas de litro y medio rellenando vasos, cuatro mil manos deseosas, resultado: no les da tiempo a tanto relleno. Sigo, indignado, cabreado. “Venga, piensa en positivo”, me digo. Miro a los que regresan, buscando a los amigos.  “Vamos Gus”, detrás de él, el grupo de las tres horas, poco después, “Satur”, Chisco llama mi atención, con el tiempo suficiente de chocar nuestras manos. Kilómetro 9, se acerca mi momento de retornar sobre mis pasos. Una vuelta con el terreno ligeramente favorable; todo viene bien. Voy cogiendo buen ritmo de crucero. Ya con la mente alcanzando ese plano de ensimismamiento en que las cosas suceden sin más. Mundo del que me rescata Abe, “Vamos Satur””Vamos”. Le veo bien. “Vamos, vamos” me voy diciendo. Kilómetro 10 o lo que es lo mismo: Agua. Aquí si. Ya era hora. Vuelvo a mi interior, siguiendo los pasos más adecuados, dejándolos cuando veo que van muy lentos o cuando van muy rápidos. Sigue el paisaje de asfalto, mar y palmeras. Kilómetros y kilómetros, zancadas y zancadas, pensamiento y sueños.  Todo va quedando en nuestro cuerpo. Todo. Volvemos a la ciudad (bueno quizás no la hayamos abandonado nunca, no lo sé), ya queda poco para otra cita, lo que sin querer eleva mis ánimos. Voy muy bien y sin rastro de cansancio.

Kilómetro 16, el lugar de la cita, calle Marqués de Larios, busco por mi izquierda, el lugar elegido, sin olvidarme del derecho, por si acaso. No hay mucha gente, así que no tardo mucho en verla, allí está. Seguro que anhelante por ver mi rostro, por detectar mi estado. Y ahí voy. Con la mejor de las sonrisas, con alegría. Miradas y palabras de apoyo. Sigo, pensando en la próxima cita, a la que tendremos en seis kilómetros. Plaza de la Constitución. Calles peatonales, ayer paseadas. Kilómetros amenos y bellos para los sentidos. La Alcazaba, la Catedral. Turistas cámara en mano, ajenos a nuestros esfuerzos. Paseantes, más ajenos que los turistas, indiferentes a nuestro paso. Giros y más giros en calles estrechas, antes de volver a la soledad, a la tristeza de una ida vuelta por un río seco y silencioso que nos muestra La Rosaleda, hoy también callada, y que tantas alegrías y llantos han dado a la ciudad malagueña. Alcanzo la media maratón sin que la fatiga asome a mis piernas; buen síntoma. Ahora, sumergido en las entrañas de un largo subterráneo, hago balance de lo que llevo y de lo que queda. Chequeo de sensaciones. Todo va bien.
Sé que estoy cerca de otra cita con Ángeles; y a la salida de ese túnel, en el kilómetro 22, según lo pactado, la veo, nos sonreímos desde lejos y le digo “voy bien”, no sé si me ha preguntado, pero se lo digo. “Y me siento bien” me gustaría haber añadido, pero no me da tiempo. Sigo con el mismo ritmo aprendido ya por mi cuerpo. Ni más ni menos. Cómodo. Los pensamientos van y vienen. Los kilómetros siguen corriendo a mi favor, kilómetros ahora insulsos; los de relleno. Las aceras, antes indiferentes, se convierten ahora en vacías. Solo el ánimo de los voluntarios me saca de la ensoñación. Mucho silencio. Demasiado. Kilómetro 25, otra vez problema con el agua, solventado por la botella que me cede otro corredor, y que yo al mismo tiempo traspaso. De lujo, una botella para tres. No me olvidado de este incidente cuando los claxon de los conductores se quejan de nuestro paso. Lo que les faltaba. “Málaga no se merece un maratón”, me digo. Primero indiferencia y ahora falta de respeto. Vuelvo a desechar los pensamientos negativos, “no merecen la pena”. Corro y corro. Me aproximo al comienzo de los kilómetros más críticos. Pienso en recuerdos agradables que solo me piden seguir como voy. Pasado el kilómetro 30 vuelve el encuentro con los corredores que van por delante, ellos por el 37 y medio, que envidia, pero ya llegaré ahí. La experiencia me da fuerza, es el momento de empezar a usar la cabeza. Sigo con el mismo esquema de paciencia y tranquilidad. Mis zancadas poco a poco van dando cuenta de estos kilómetros tan desoladores, sin gente, sin interés, sin nada, y que me llevan al kilómetro 33, a otro ir y venir, a otro triple cruce de corredores, en el busco caras amigas y que me alegro de no encontrar. El momento, ahora es importante, y trato de seguir adaptado a la carrera. Cansado no, quizás algo fatigado, pero no cansado. Ahora soy yo el que llego al kilómetro 37 y media, el que quizás esté siendo envidiado por los que llegan al ir y venir. “No te despistes, espabila, sigue”. Kilómetro 38, “ya tengo, te cuento con los dedos de una mano”. Me cierro en mis seguridades. A lo lejos ya alcanzo a ver los barcos del puerto, lo que me hace intuir la meta. Cien metros, allí se alza el kilómetro 39, dos niños que dejan sus aplausos a mi paso; les sonrió, no es para menos, a estas alturas es gasolina pura. La certeza de la meta, de cumplir otro sueño, eleva mis pensamientos a la categoría de recuerdos, y los sentimientos empiezan a aflorar. Kilómetro 40, kilómetro mágico y lleno de recuerdos “¿cuántas veces me he presentado ante ti? ¿cuántas emociones?”. La lucha por  mi victoria pronto tendrá su recompensa.
La gente, familiares y amigos, empiezan a estrechar el recorrido, y un torrente de emociones asciende por mi cuerpo, ya las vallas acotan las zancadas, llego al Kilómetro 42; a Ángeles, primero una llamada, después un gesto, una sonrisa; a Gustavo, que ya descansa de su esfuerzo; continuo con la alegría de recorrer los últimos metros. Este es mi momento, “¡Si lees esto es que lo has conseguido!” reza en una pancarta. Claro que lo he conseguido. Cruzo mi meta. Camino, ya más tranquilo, inspirando las emociones que aire despide. Me colocan mi medalla “enhorabuena” “gracias”. Y vuelvo a caminar, sin prisas, y me siento, y hago amago de estiramientos. Y pienso y recuerdo todo lo que ha llevado hasta allí. Me doy tiempo antes de salir de la zona vallada. Me encuentro con Ángeles y Gustavo, y esperamos la llegada de nuestro amigo Abe. Ya todos en meta, satisfechos, sin dejar un resquicio a la tristeza. Lo hemos conseguido.
Gracias a todos los que, desde que empezó esta historia, se han movido a mi alrededor. Gracias a mis amigos por el gran fin de semana pasado en Málaga. Gracias a Ángeles.