domingo, 28 de octubre de 2012

HORA DE PENSAR EN LISBOA


Cuatro semanas desde el maratón de Zaragoza. Tiempo de recuperación física y mental. He salido a trotar algo, poco, y he corrido los 10 km. de León; escaso bagaje si pienso en el próximo objetivo. Tiempo de apatía.
Después de uno de mis particulares retos me dejo atrapar por estos periodos de dejadez, me cuesta ponerme en marcha, y necesito un estimulo exterior. Ya tengo ese aliciente necesario para empezar el viaje a Lisboa.
El viaje empezó el pasado domingo, día 21, con una tirada larga, a la vez que sufrida, que continuó con tres salidas y que refrendé hoy con otra tirada larga. Algo más de 18 kilómetros por el recorrido de las citas importantes y exigentes.
Este camino no va a tener entrenamientos duros, además de no me encontrarme con ganas, pienso que tengo el año más que finiquitado. Este maratón es un regalo, un tributo de amistad. A Lisboa no me lleva otra cosa que no sea pasar un buen fin de semana, disfrutando de la ciudad, de la compañía, y de su maratón.
Mi objetivo, mi ilusión a día de hoy, es ayudar a mi amigo Abe a bajar de 4h15m, y si mi amigo no estuviese para afrontar el reto me limitaría simplemente a bajar de mis cuatro horas.

miércoles, 17 de octubre de 2012

III 10 KM. CIUDAD DE LEÓN: MI HISTORIA


Hoy corro en casa. Es domingo en León, pero con poner un pie en la calle se nota que no es un día cualquiera. Corredores que no corren, que caminan todos en una misma dirección, soñando en sueños por cumplir, y dispuestos a vivir un idilio con León. Niños colgados de sus padres, de sus abuelos, niños correteando con su dorsal colgado en su pequeño pecho,  madres de miradas satisfechas. “Mamá el próximo año corremos nosotros los diez kilómetros”, “Si, hijo”.
Murmullos de espera. Silencios. Aplausos. Espera. Nos sobresalta el disparo de salida. Rugen las gargantas de alegría. Todos corriendo, yo al lado de ella, mirando a mi alrededor. Todo de repente tiene sentido. Vuelvo a correr con mi hija. Para eso estoy hoy aquí. No me trae ninguna pretensión. Acompaso mi ritmo a su ritmo, al de Julio, que hoy nos acompaña; zancadas que recuerdan viejos tiempos no tan lejanos. Por delante, diez kilómetros para compartir sonrisas.
Conocer el recorrido y saber lo que se quiere ayuda a que corramos cómodos, disfrutando de unas calles hoy pintadas de nuestros colores. Corredera y Ordoño para coger ritmo; Peregrinos ya marca el ritmo crucero; dejamos atrás, no sin esfuerzo, la calle Unicef camino de la suave cuesta abajo en busca del centro de León. Los kilómetros van cayendo, los tres vamos bien, cada uno aspirando aire como puede para mantener el ritmo. Escuchar esas respiraciones largas me ayudan a saber si tengo que alargar o acortar el paso. “Vamos, vamos”. Nos acercamos a la calle Ancha, al bullicio, al ánimo convertido en sonoros y largos aplausos. Ahí la tenemos, ante nosotros la bella Catedral, la grandiosa meta.
Toda la plaza llena de corredores y amigos. Nos felicitamos. Todo ha ido bien, quizás mejor de lo que pensábamos, y puedo decir que he disfrutado un montón.

domingo, 14 de octubre de 2012

10 KM. CIUDAD DE LEÓN: FOTOS ÁNGELES



Hoy, domingo, día 14 de octubre, los corredores populares de León hemos vuelto a llenar las calles de la ciudad.
La III edición ha vuelto a ser un éxito; casi 1500 atletas, corredores de todos los ritmos posibles, de los más rápidos a los más lentos, de los menos populares a los más populares. Cada uno con su reto particular, cada uno con sus exigencias, todos con las mismas ilusiones. Retos, ilusiones y esfuerzos no correspondidos por el público leonés. Una pena. Pero esa es otra historia que no va a empañar el día de hoy, os dejo con el enlace de las fotos de Ángeles:
- Calle Ancha (clasificado del último al primero, de los más a los menos populares).
También podréis disfrutar de más fotos, de las clasificaciones de la carrera, y de toda la información de la II Copa de Carreras Populares Diputación de León en mediamaratonleon.

domingo, 7 de octubre de 2012

VI MARATÓN DE ZARAGOZA: MI HISTORIA



Zaragoza. Siete menos veinte de la mañana. El despertador me rescata del mundo de los sueños. Intercambios de palabras, gestos, miradas, de rutinas ya vividas. Complicidad entre ella y yo. Siempre ahí, con sus temores y mis ilusiones.
Siete de la mañana. Coincidimos en el ascensor con nuestros amigos Abe y Tábita, y juntos vamos hacía el comedor. No somos los primeros, ya hay gente que como nosotros va a vivir el maratón. Corredores y acompañantes. Sin apenas hacer ruido, entre silencios cómplices, desayunamos. Regresamos a nuestras habitaciones para ultimar los preparativos. Último repaso. Todo listo.
Ocho menos diez de la mañana. Salimos a la calle. El día empieza a asomarse. Una suave brisa golpea los rostros y envuelve nuestros cuerpos. Paso tranquilo y ligero para acercarnos a la línea de salida. El Parque Grande con todo preparado y con el ambiente de la ocasión. El tiempo ahora pasa deprisa. Repasamos el recorrido. Fijamos los puntos en los que tendremos el apoyo de Ángeles y Tábita. “Cinco minutos para la salida”,  grita la megafonía. Un beso, un ten cuidado, y un hasta pronto.
Ocho y veintinueve de la mañana. “Un minuto”, se oye. Espero la salida al lado de mi amigo Abe. Mi mirada fija en el globo de las 03:45. Juntos en esta y en tantas otras aventuras. Soñando nuestra carrera perfecta. Llega la hora. Ya no hay marcha atrás.
Ocho y media de la mañana. Ya estamos corriendo. Todos los nervios se han ido de repente. Abe y yo corriendo juntos los primeros metros. Ambos sabemos que pronto nuestros pasos se separarán. Un apretón de manos. “Suerte amigo”, “Suerte”, ”Nos vemos en meta”. Voy en busca de mi globo, de mi sueño, del globo de las 03:45. Me meto en su grupo. De momento no pienso en nada. Solo corro.
Los primeros kilómetros transcurren por el entorno del Parque Grande. Vuelta por aquí, vuelta por allá, siempre con el apoyo de Ángeles y Tábita, y con los ánimos de mi amigo Abe, con quien me cruzo una y dos veces. “Lo veo bien”.
Kilómetro 14 o 15. Abandonamos el Parque Grande, ese ir y venir, y empezamos a correr las calles de Zaragoza. Sigo tras mi globo, tras mi sueño, refugiado en el grupo del globo de las 03:45. Voy bien. Corro a su ritmo. Corro con mis ilusiones. Tranquilo. He hecho una apuesta y tengo que seguir con ella. Transcurren los kilómetros sin sobresaltos.
Kilómetro 20. La fatiga va apareciendo en mi cuerpo, aunque sigo cómodo tras el globo. Mi cabeza es una sucesión de imágenes, de pensamientos, si bien aún no es su momento, no la canso. Corremos hacia el centro de la ciudad, hacia el Pilar, y solo eso hace que los pasos se sucedan uno tras otro sin más. El público aumenta y es como que con sus aplausos se llevasen nuestra fatiga. Que grande, la Basílica del Pilar a nuestro pies, Ángeles y Tábita en nuestro corazón. Una sonrisa. Otra sonrisa. Todo va bien. ¿Quién engaña a quién?.
Kilómetro 26. ¿Todo va bien?. Sigo con su mirada en mi, envuelto en el grupo de mi globo, pero…la fatiga en mis piernas empieza a ser patente. Ahora persigo mi globo, mientras cruzo, una y otra vez, ese inmenso río Ebro, al que le pido que sus aguas no se lleven mis sueños. Un puente, otro puente, el mismo río de siempre.
Kilómetro 30. “Otros cinco más”. Ese es el grito. Las piernas ya cansadas piden un respiro, pero no se lo puedo dar. Miro el crono. Estamos ahí. En mi retina mi globo de 03:45. Se me va unos metros. Respiro. Miro en mi interior. Recupero. Necesito la fuerza de los míos. Cabeza y corazón.
Kilómetro 35. Los tengo a la vista. Corazón. Tomo el último gel en busca de ese último gramo de fuerza. Vuelvo a coger aire. Dejo la mente en blanco y corro con Ángeles, con mi hija, con mi hijo, con mis amigos. Corro por León mi etapa del Camino de Santiago. Corro cansado tras mi objetivo. “Venga que ya lo tienes” me alientan. Una sonrisa forzada les agradece su apoyo.
Kilómetro 38. Los gritos de la meta no ayudan. Nos queda poco pero a estas alturas es demasiado. La fatiga del cuerpo fatiga la mente y se me hace difícil mandar señales positivas. Me cruzo con mi globo, con mi sueño, con ese 03:45. Setecientos, quizás ochocientos metros. “No es mucho, aún puedo”. Reflexiono. Voy vacio. Sin fuerzas. Solo el corazón me mantiene. Tristeza. Alegría. Sentimientos encontrados. “No, ya no es posible”. Mi cuerpo ya descansa. Corro sin cesar en el esfuerzo, no quiero que después del trabajo hecho el tiempo se me vaya.
Kilometro 42. Aspiro. Encaro los metros de la gloria. Busco a Ángeles y a Tábita. Busco la meta de otro maratón.  Paro mi crono en 03:49:29. Paro mi sueño.

¡Cuántos sueños de gloria evaporados
como las leves gotas de rocío,
que apenas mojan los sedientes prados!
¡Cuánta ilusión perdida en el vacío
y cuántos corazones anegados
en la amargura corriente del hastio!
de Gaspar Nuñez de Arce.

León. Domingo. Siete días después. A cualquier hora del día. Ya recuperado del esfuerzo. Pensando en el siguiente maratón: Lisboa, día 09 de diciembre. Y listo para los agradecimientos:
Gracias a Ángeles por estar siempre ahí.
Gracias a Abe por estar siempre dispuesto a correr, aunque a veces sea lo que menos le pide el cuerpo, y a Tábita por compartir nuestras locuras.
Gracias a mis hijos por alentar mis sueños.
Gracias, también, a todos los amigos que habéis estado pendientes de este reto, y que con vuestro apoyo lo hicisteis vuestro.
Mil gracias.