jueves, 29 de septiembre de 2011

BERLÍN: 42195 METROS DE ENSUEÑO

Me encuentro solo rodeado de miles de corredores. Hace ya un buen rato que me separé de mi ángel de la guarda, Ángeles, y de mis compañeros de aventura, Abe y Gustavo. Ángeles estará buscando sitio para ver la salida o yendo hasta el kilómetro 8, lugar donde contamos con su apoyo. Abe y Gustavo, uno situado delante y el otro detrás, inmersos entre la marabunta de corredores. Todos disfrutando del espectáculo.
Mi mirada se posa en los que me rodean y en todos veo la misma expresión de alegría, mezclada de angustia, de ilusión, de esperanza. Por la megafonía no cesan de salir palabras para mí ininteligibles, entre las que quiero entender los nombres de Patrick Makau, Paula Radcliffe, y el de Haile Gebrselassie, quien convierte los aplausos en atronadora ovación; ahora suena la música, la mítica “Carros de Fuego”; brazos en alto; la emoción a flor de piel; vuelven las palabras ininteligibles, “fünf”, “vier”, “drei”, “es la cuenta atrás” pienso en voz alta, “zwei”, “ein”, “null”; cientos de globos rojos al cielo de Berlín; vuelven los aplausos, la histeria, la pasión por correr; el corazón me late deprisa, inspiro en busca de un aire que parece no querer entrar en mis pulmones; los miles de corredores empezamos a movernos al unísono, lentamente, intercambios de miradas cómplices, de “yo estoy aquí”, de querer ya empezar a dar esos primeros pasos…… Cruzo sobre la línea de salida y, con la emoción embargando todo mi cuerpo, empiezo mi maratón de Berlín.
Las primeras zancadas, las primeras sensaciones. Corro, respiro, miro a mí alrededor queriendo atrapar todo lo que me rodea. “Esto es una pasada”. Intento dejar a un lado las emociones, ya que así se hace difícil correr; busco el ritmo adecuado para ver y disfrutar, correr y disfrutar, correr, correr. Transcurren los primeros kilómetros, la carrera, el ambiente ya se ha metido en nuestro cuerpo. El público atronador, al grito de “Go, go, go, ja, ja”, te lleva en volandas. Me acerco al kilómetro ocho, donde encontraré el apoyo de Ángeles, en esta ocasión el único en presencia. Giro a la izquierda, giro a la derecha, y allí está, dispuesta a darme toda su fuerza. No tengo que fingir ni forzar sonrisas, los pocos kilómetros que llevo y lo que estoy viviendo hace que la sonrisa sea sincera. Me alejo, seguro que con su mirada en mi espalda; por delante, a unos treinta metros, el globo de 3h45m, creo que va algo lento, pero bueno sigo ahí, voy cómodo y no tengo ni prisa ni ganas de adelantarlo.
El paso del kilómetro diez hace que miré el crono; más de un minuto por encima de mi primer objetivo, de mi MMP. Es algo que no me preocupa mucho, bueno, a decir verdad, no me preocupa nada. Quiero por encima de todo disfrutar de ésta carrera.
Continúo corriendo atrapado por el ambiente, por el público, por los corredores. Daneses, suizos, brasileños, canadienses, holandeses, polacos, argentinos, portugueses, japoneses, chinos, franceses, mejicanos, estadounidenses, ingleses, italianos, españoles, también españoles, y como no, alemanes. Banderas que hondean a nuestro paso. Banderas que gritan frases de apoyo. El globo, ese globo me descentra por unos segundos; sé que no es su ritmo, lo alcanzo, lo adelanto, pero no me gusta, mi crono dice que yo voy más lento; bueno allá él. Vuelvo a mi rollo, a mi carrera.
Ante mí el kilómetro veinte (el maldito globo ya hace que me dejó) lo que hace que mi vista se desvíe hacía el crono. He mejorado algo en ésta parte, pero no lo suficiente. No siento nada por ello, ni pena ni alegría, solo ganas de seguir.
El público con sus silbatos, cencerros, cacerolas, trompetas, con todo lo que se les pone a mano, todo vale, continua incansable, mezclados entre los grupos musicales que van marcando con sus notas el ritmo de todos, el de daneses, suizos, brasileños, canadienses, holandeses, polacos, argentinos, portugueses, japoneses, chinos, franceses, mejicanos, estadounidenses, ingleses, italianos, españoles, si, también el de los españoles, y como no, el de los alemanes. Los gritos de espectadores y corredores se mezclan; gritos de ánimo de apoyo; el “go, go, go, ja, ja”, ya se me hace familiar. Una bandera de España, unos metros, otra bandera española al aire, “venga España” les animo, “vamos campeón” me animan.
Pasa el tiempo, pasan los kilómetros, pasan los pensamientos, y sigo como al principio, aunque algo más cansado. El treinta, llego ya al kilómetro treinta, e irremediablemente la vista se va al reloj; compruebo lo que ya sabía, que hoy no conseguiría bajar mi crono en maratón. Pero, ¿creéis que me importó?, pues no. Al contrario, se me escapa una ligera sonrisa, “disfruta de lo que te queda como hasta ahora”, ese es el mensaje.
Continúo corriendo cómodo pero a un ritmo algo más lento, lo que me permitirá terminar sin sufrimiento, sin sentir la menor agonía, de eso se trata. Voy contando los kilómetros, me recreo en ello. Las grandes avenidas, con sus arboledas no dejan de sorprenderme. Me deleito en esos edificios desconocidos que me va enseñando la carrera, la Cancillería y el Parlamento, el Palacio Friedrichstadt, la Straussberger Platz, el Rathaus Schöneberg, el Kurfürstendamm, la Gedächtniskirche, la Nationalgalerie y la Philharmonie, la Potsdamer Platz y el Bundesrat, alguno quizás ha pasado desapercibido, pero la mayoría no. Sigo con mi particular cuenta atrás, la cercanía de la meta ya se nota en las caras de los corredores, la tensión de los rostros deja paso a la risa fácil. La alegría se traspasa del público al corredor y del corredor al público, el reconocimiento es mutuo; todos han hecho su esfuerzo. El giro a la izquierda del kilómetro 41 nos deja frente a la puerta de Brandemburgo, los corazones se contraen y la emoción se dispara; un kilómetro para alcanzarla, un kilómetro para cruzarla. Todos corremos con la mirada puesta en Ella. Es nuestro momento de gloria. Las zancadas se alargan, sin muestras de fatiga, con dignidad. Los pensamientos se agolpan en nuestras cabezas. Las emociones se desbordan en nuestro interior cuando la franqueamos.
Ya solo nos separan de la meta, de nuestra meta, 195 metros; metros que dedico a recordar a todos los que me han apoyado en esta aventura, en especial mi ángel de la guarda, al que busco entre la multitud sin encontrar, pero que estoy seguro ha visto mi paso con la alegría reflejada en mi cara.
Cruzo la meta dedo en alto señalando al cielo, va por ti amigo, por tu estrella.
Abrazos, lágrimas, saludos y felicitaciones, todos somos uno, daneses, suizos, brasileños, canadienses, holandeses, polacos, argentinos, portugueses, japoneses, chinos, franceses, mejicanos, estadounidenses, ingleses, italianos, españoles, alemanes, todos somos unos maratonianos.
Recojo mi medalla, la coloco en mi cuello orgulloso, camino, sigo disfrutando de lo me rodea, de lo que he vivido. Voy al encuentro de Ángeles, y de Gustavo que ya debería haber llegado a meta; los localizo en el punto convenido, en la “S”; me fundo en un abrazo con Gustavo, también orgulloso con su medalla, y con mi Ángel, orgullosa también y ya tranquila. Esperamos, con impaciencia, la llegada de Abe, quién aparece poco después sonriente, con su medalla colgada del cuello. Nos abrazamos. La fiesta es completa.

Ahora, terminado mi quince maratón, ya tranquilo, es tiempo para no olvidar lo vivido.

lunes, 26 de septiembre de 2011

BERLIN 2011: UNA FIESTA

Ayer he vivido una verdadera fiesta del atletismo. Un monton de emociones se agolpan en mi interior, que dificilmente podre plasmar en un papel.
De momento, y aun desde Berlin, deciros que he disfrutado de todos los maratones que he corrido, que seguire disfrutando de todos los que corra, pero que este ha sido muy especial.
Gracias a todos los que habeis estado pendiente de este reto; a mi vuelta procurare contaros algo de lo vivido.

jueves, 22 de septiembre de 2011

BERLÍN: SE ACERCA LA HORA

Normalmente la decisión de correr un maratón se toma con mucha antelación. Cuando eso sucede se ve lejano el momento, como si nunca fuese a llegar la hora, pero llega. Y llega ese día en que decimos: "Esta semana tengo un maratón", entonces todo empieza a girar en torno a él.
Desde hace tiempo, quizás desde aquel primer maratón, tengo anotada una frase o una idea que leí en alguna revista (desconozco de quién es), que dice: "Si algo he aprendido es que ningún maratón es fácil. Ni los más llanos. El dolor y la agonía del maratón nacen de sus cuarenta y dos kilómetros, no del perfil del terreno. Conseguir que en nuestro maratón haya más alegría que dolor tiene mucho que ver lo que hagas en la última semana". Buen consejo. Yo al menos lo tengo en cuenta y en esta última semana ya no hago experimentos.
Cuido mucho más la alimentación, y la hidratación pasa a tener un papel importantísimo.
Los entrenamientos dejan de ser agresivos, para hacer rodajes de una hora, a ritmos tranquilos, y nunca más de tres salidas.
El descanso también salta al primer plano; es transcendental llegar descansado al día de la carrera, algo que a mí me aporta la primera buena sensación del día.
También es primordial en mi última semana no hacer nada que pueda influir negativamente en mi moral, mientras más alta la tenga en mejor condiciones afrontaré el reto; además de ayudar a definir el objetivo o lo que espero del maratón.
Así va transcurriendo la última semana; la de los nervios; la de los trucos o manías; la que pasa de
"Esta semana tengo un maratón" a "Hoy corro un maratón".
Y eso será domingo, cuando corra el maratón de Berlín.

lunes, 19 de septiembre de 2011

BERLÍN: SEMANA ONCE

(última tirada larga)

"Guten Abend", "¿Können sie das bitte widerholen?", "Guten Abend", "Ich verstehe nicht". Eso me pasa a mi, que no entiendo; y ¿vosotros?, bueno por si acaso alguién está como yo os traduzco: "Buenas noches", "¿Puede repetir, por favor", "Buenas noches", "No entiendo".
La penúltima semana de entrenamientos ha sido muy tranquila, las bases ya están asentadas o al menos deberían de estar, y han primado los rodajes y el descanso.
Empezamos con los entrenamientos el martes, con una salida corta y relajada (llámase corta a 33 minutos), aún en mi cuerpo el recuerdo del Anglirú, así que no había que estropear el empuje anímico que éste me aportó.
El miércoles, día 14, rodaje más exigente y a ritmo por encima del previsto para el maratón (55 minutos), que me dejó con muy buenas sensaciones.
El viernes, día 16, lo dediqué a rodar suave y tranquilo (65 minutos) por las orillas de los ríos leoneses, Torio y Bernesga, y ya con el pensamiento lejos de aquí.
Y para el domingo, la última tirada larga (113 minutos, unos 21 kilómetros) por el recorrido que más hecho en ésta preparación, por los alrededores de mi pueblo.
Ahora ya queda todo listo para sentencia. Solo queda esperar que pasen los días y que llegue el ansiado momento.
"Auf wiedersehen". "Adiós" (para el que como yo, no entienda).

miércoles, 14 de septiembre de 2011

ANGLIRÚ 2011: UN SENTIMIENTO

Alzo la vista intentando distinguir el cielo del Anglirú. Estoy tranquilo. Sin preocupaciones, sin miedos. Rodeado de decenas de corredores, encerrado en mi interior, las miradas se entrecruzan. Ya he vivido este momento tantas veces que me hace pensar en si es real o no, si las sensaciones y los sentimientos son los vividos. No estoy seguro si se ajustan a la realidad, pero sí tengo la certeza de que están guardados en lo más hondo de mi ser. Sigue la espera; sigo refugiado en mis pensamientos y pienso en el sabio consejo de Carles: “Sube con el corazón pero corre con la cabeza”, y en el impetuoso consejo de la juventud de Aarón: “Qué cojones. Ni pensar ni ostias, para arriba”, y en todos los que desde la distancia están a mi lado. Es probable que mis reflexiones tomasen otros derroteros, pero la voz de preparados me vuelve a la realidad o a la irrealidad, no lo sé, y si os digo la verdad no me importa, porque estoy donde quería estar.
Empiezo a subir con toda la calma del mundo, este año con más si cabe; con la misma filosofía de siempre, respiración y ritmo, respiración y ritmo; el grupo se estira con rapidez y pronto se empieza a formar el rosario
de corredores, donde los adelantamientos a estas alturas son frecuentes; atrás ya los tres primeros kilómetros de continua ascensión, y tras un giro a la derecha la primera rampa dura; bajo la vista, acoplo la zancada, empiezo a saber sufrir; cabeza, cabeza; sin un respiro de descanso llego a Viapará, donde se hace una pausa en la lucha con la montaña; dejo que las piernas corran, que se recuperen todo lo que puedan antes de afrontar lo más duro; miro hacia arriba “se acabó la paz”; con el 21´5 % de la rampa de “Les Cabanes” se acaba la tregua; hago un rápido balance de lo que llevo recorrido y me doy cuenta de que he ido cómodo, y que me encuentro con fuerzas; afronto los primeros metros duros con la vista puesta en el lugar donde, junto a mi hijo, vi la vuelta de España, y hasta el que le prometí subir corriendo; y cumplo la promesa; estoy a siete kilómetros de meta, a seis y medio de la cima; y sigo corriendo; atrás el 21´2 % de la rampa de “Xonceo” y sigo corriendo con cabeza; el 13´5 % de “Los Llagos” dan un respiro a mis piernas; con la moral a tope, nunca había llegado hasta aquí sin parar, me voy aproximando a las rampas más duras; y sigo corriendo en busca de “Los Picones” con su 15´4 %; recojo aire, camino y disfruto de la belleza del paisaje, con la vista de Oviedo en la lejanía; sonrio mientras vuelvo a trotar, ahora con la mirada hacia arriba, hacia lo que queda, como si lo hecho hasta aquí no contase, pero cuenta, y mucho; las manos a los riñones, a las rodillas, para afrontar el 19 % de “Cobayos” y sin tiempo de nada “La Cueña les Cabres”, ese muro de 23´5 %, donde todo vale, salpicado del sufrimiento de los corredores y donde se borran todas las sonrisas; vuelvo a correr , aunque las piernas tardan unos segundo en encontrar la cadencia; “La Muena” o el encuentro visual de la cima, el lugar más ansiado de la ascensión, desde aquí vislumbro una silueta, agito la mano como si gritase “ya estoy aquí, voy bien”; la silueta agita su mano, mientras imagino una sonrisa de alivio; vuelvo a caminar en busca del 20 % de “El Aviru”, en busca de Ángeles, de la cima; el encuentro es alegre, breve; corono el coloso, y me dejo ir con tranquilidad hacia la meta; ya no hay necesidad de forzar, llegué un minuto tarde a la cima; mi rostro afloja la tensión y deja ya entrever la sonrisa mientras me acerco a la meta; y que se convierte en una sonrisa de felicidad cuando la cruzo; y que se transforma en carcajada cuando me doy cuenta de que he subido con mucha cabeza, muchos huevos y mucho, muchísimo corazón.
Espero la llegada de Ángeles, y con ella mi premio. En
mis piernas, en mis recuerdos otro Anglirú más, y van ocho; los mismos que mi ángel de la guarda, gracias.No voy a terminar diciendo que volveré el próximo año, porque quizás, desde aquella primera vez nunca me haya ido.

sábado, 10 de septiembre de 2011

MÁS CORAZÓN QUE CABEZA

Cuando la sinrazón puede más que la razón; cuando los sentimientos pueden más que lo que el buen juicio recomienda; o cuando el corazón puede más que la mente.
Hace mes y medio tuve noticias del Desafío Anglirú 2011, y aquel mismo día tome la decisión: “este año no, tengo Berlín a dos semanas”.
Los días pasaban y la razón se imponía. No había dudas, pero si pena por no asistir a una carrera que me motiva.
Los días siguieron pasando, “no debes ir” pensaba con tristeza.
Y llegó el día en que dejé de pensar; el día en que volvió la sonrisa a mi rostro, y con esa misma sonrisa le dije a Ángeles “nos vamos al Anglirú”, y ella simplemente dijo “ya lo sabía”.
Ahora me viene a la memoria la pregunta que David, el amigo del Chorco, micrófono en mano nos hacía el sábado en Valencia, “Y tú ¿por qué corres”; y quizás estar en estas carreras sea mi respuesta.
Y mañana, a las 11:00 horas volveré a ascender por las empinadas rampas de mi montaña.

sábado, 3 de septiembre de 2011

X CARRERA DEL CACHÓN DE LA ISLA

Hoy tocaba Valencia de don Juan; de norte a sur y de este a oeste vamos recorriendo la geografía leonesa de la mano de la I Copa Diputación.
Llego a la plaza del ayuntamiento con una sola idea “hacer una carrera entrenamiento”.
A la hora prevista y a toque de silbato empezamos a correr; situado en la parte trasera doy mis primeras zancadas por las calles de Valencia esperando que, como en las últimas carreras, Sonia se sitúe a mi lado; abandonamos el asfalto por una bajada de piedras que nos lleva al paseo situado a orillas del río Esla; río que poco después cruzamos para adentrarnos entre chopos por los caminos del “cachón de la isla”; paraje que recorro en compañía de mi hija hasta el kilómetro 4, en el que ella decide que la abandone, “tira que hoy voy a ir tranquila” me dice, “y yo”, “tira”; continuo ya en solitario, con un ritmo sosegado, sin forzar la más mínimo, “si las cosas van bien para qué empeorarlas”; abandono el “cachón” y por el mismo puente vuelvo a cruzar el Esla, para afrontar lo más duro de la carrera, la subida en busca de las calles del pueblo que me llevarán de nuevo a la plaza del ayuntamiento, donde también está situada la meta.
Era la primera vez que iba a esta carrera y la verdad me ha gustado; creo que tiene un recorrido atractivo, además de tener una distancia (10120 metros) que me permite correr con menos exigencias.
La organización ha estado a buen nivel: puntos kilométricos marcados, agua en el kilómetros 5 (aunque cada corredor tenía que coger su botella), voluntarios en todos los cruces, utilización de “chip”, y alguna cosilla que en estos momentos se me escape.
Y en cuanto a mi carrera, pues un buen entreno, corriendo a gusto de principio a fin, de menos a más y con buenas sensaciones. La moral de cara a Berlín sigue intacta.
La próxima cita con la Copa Diputación la tendremos el sábado, día 10, en Benavides de Órbigo, donde se celebrará su II Legua y media Nocturna.
Para terminar, os dejo con las fotos de Ángeles.