martes, 28 de junio de 2011

SEMANA DE TRANSICIÓN


Después del pequeño descanso, creo que merecido, no me ha resultado difícil volver a los caminos. También es cierto que durante esta primera semana, llamemosla de transición, los rodajes han sido tranquilos, de toma de contacto, tiempo tendré de endurecerlos.
Aunque si no han sido duros por los ritmos, si lo han sido por el calor y el bochorno insoportable. Esperando, casi hasta el aburrimiento, a que el sofocante calor remitiese. Un calor que nunca ceso y por el que no tengo derecho a quejarme. En León estos días no suelen ser muy habituales y hay que disfrutar un poco de ellos.
Cuatro salidas, como casí siempre. Tres corriendo, no más de diez kilómetros (cada vez), suavecito, respirando. La otra en bicicleta, veinticuatro kilómetros de duro recorrido, aquí si me exigí un poquito (no todo va a ser calma).
Estos entrenamientos me harán llegar al día cuatro con buenas sensaciones. Día en que empiezo con el plan de doce semanas para el maratón de Berlín. Doce semanas.
Sé que se me hará duro preparar un maratón en verano. Nunca lo hecho. Siempre huí de las carreras en las que en estas fechas me exigía esfuerzo en los entrenamientos. No por el calor, si no porque en verano siempre llevo una vida más desordenada. Siempre de aquí para allá y viceversa.
Pero la ocasión y el reto merecen la pena, así que tendré que adaptar los rodajes a las circunstancias.

sábado, 25 de junio de 2011

DEFINDE: VIDAS

Cuántas veces hemos oído "Nunca es tarde". Eso es lo que debió pensar la protagonista de ésta entrada: Olga Kotelko, quien con 77 años empezó a practicar deporte.
Aunque los motivos que la llevaron a ello quedan en segundo plano, al menos para mí. Comenzar a esa edad a hacer deporte demuestra tener mucha fuerza de voluntad y muchas ganas de vivir, o quizás solo buscase encontrarse mejor consigo misma.
Quince años han transcurrido desde aquellos tardios comienzos y en todo éste tiempo ha cosechado, nada más y nada menos que, veinticinco records del mundo. Triunfos conseguidos en disciplinas tan dispares como salto de longitud, salto de altura, 100 lisos o lanzamiento de peso.
Olga Kotelko tiene en la actualidad 92 años, y seguro quiere seguir aumentando su palmarés.
Nunca es tarde para vivir.

miércoles, 22 de junio de 2011

EL 19 VENGO CON ÁNGELES

Cuando la naturaleza más invita a la actividad física yo me encuentro sumido en un estado de semiletargo. Desde hace unas semanas sentía la necesidad de descansar, de desenchufar de las carreras, pero por los avatares “runeriles” había ido postergando ese momento. Y ese no correr llego, como llega todo en esta vida, con el paso de la línea de meta de la carrera de La Esperanza. Y así estoy desde entonces.

Aunque ese descanso no me ha apartado de los caminos; caminos llenos de corredores en pos de los que se va mi vista. Paseos, bicicleta y largas caminatas me han tenido estos días distraído y han calmado la ansiedad.

Caminata como la del sábado, el primer tramo de la Travesía Integral de los Montes Aquilianos, de Ponferrada a San Clemente de Valdueza, unos quince kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. El día cuatro cuando hice la Travesía se lo dije a mi amigo Ángel: “El 19 vengo con Ángeles”. Y cumplí mi palabra. Y volví con Ángeles, y con Sonia y Julio, la belleza hay que compartirla. Y recordé cada paso dado junto a mi amigo: La salida de Ponferrada; Otero con su iglesia del siglo XI, la que siempre vemos entre dos luces; la bajada en busca del río Oza, su susurrar que nos acompaña durante tantos kilómetros; Villanueva de Valdueza con la subida al Alto de Pandilla; sendas de agradable sombra entre castaños que nos llevan a San Clemente de Valdueza pasando por Valdefrancos. Recuerdos de un duro día.

Aunque este pequeño descanso va tocando a su fin. Hoy me vuelvo a calzar las zapatillas y a ritmos tranquilos volveré sentir los latidos del corazón.

sábado, 18 de junio de 2011

DEFINDE: NATURALEZA

(imágen cortesía: XL Semanal)

La rana toro africana es carnívora, y con sus veinticinco centímetros de largo y sus dos kilos de peso, es sin duda uno de los anfíbios más grande del mundo. Puede llegar a saltar hasta tres metros y medio, lo que no quiere decir que se moleste en correr (o saltar) tras sus víctimas, simplemente se sienta a esperar, y cuando pasan ante ella las atrapa entre sus pequeños y afilados dientes. La presa entonces si no muere de asfixia morirá del susto, pero morirá.

lunes, 13 de junio de 2011

IV CARRERA DE LA ESPERANZA

Desplazarme a La Bañeza, aunque sea a correr, no me supone un gran esfuerzo. Mucho menos, como en esta ocasión, si además de correr se colabora con una buena causa: La lucha contra el cáncer. Y es que el club "Mujeres running" de La Bañeza, organizadoras del evento, entregan la recaudación "integra" a la Asociación Española de Lucha contra el Cáncer.
Los prolegómenos de la carrera no distan mucho de las de otras, llegada con tiempo suficiente para la recogida de los dorsales, para tomar un café, para charlar con los amigos, para calentar...y para sentir la carrera desde el principio.
Situado en la línea de salida, junto a mi hija, repaso las sensaciones que tiene mi cuerpo, no son malas. ¿Me he recuperado del esfuerzo de los Aquilianos?, creo que sí, aunque tengo ganas de descansar, de parar un poco. A la de tres (como cuando éramos niños o no tan niños) empezamos a correr. Por delante ocho kilómetros, sobre un circuito urbano al que hay que dar dos vueltas. Salida rápida, como siempre que se trata de una carrera relativamente corta. Deseo suerte a mis amigos y a mi hija, y me voy a por mi ritmo. Pronto nos encontramos con la corta pero dura rampa (el único desnivel de la cita), la subo con alegría, sin forzar la respiración, sin querer perder el tren de los que me rodean. Después una suave bajada nos deja dos kilómetros de llano antes pasar por la línea de meta por primera vez. Empiezo a notar el cansancio en mis piernas, pero no me encuentro mal. Otra vez la corta pero dura rampa. Se me atraganta un poco, aunque los ánimos de Siridia me vuelven al esfuerzo, a no dejarme ir a un ritmo cansino. Otro grito de ánimo que a mi me parece anunciar la cercana presencia de mi hija. No miro hacia atrás. Nunca o casi nunca lo hago. Sigo corriendo. "Papá" oigo a mis espaldas. Es Sonia, mi hija, quien se pone a mi altura. Por primera vez me ha dado alcance. Paro mi crono, 24 minutos y 36 segundos de la carrera de La Esperanza; como si quisiera atrapar para siempre ese momento. "Te espero". "No, sigue". Y la veo alejarse poco a poco, no hago nada por alcanzarla, no tiene sentido, si hubiese tenido fuerzas me habría ido con ella. Sigo con mi ritmo, sintiendo que la alegría recorre mi cuerpo mientras recuerdo esas carreras en las que quería saber del sufrimiento de ella, y ahora, ahora sé que va bien, que no tengo por qué preocuparme. Me siento feliz por su progresión, en la que, aunque solo sea un poquito algo tendré que ver. Por lo demás, todo era una cuestión de tiempo, de un día, de una carrera. Y con esos pensamientos enfilo la recta de meta, donde al fondo, detrás de la línea me espera Sonia. Veintitrés segundos después traspaso esa línea, abrazo a mi hija y la doy un beso.
Pero no acabaron ahí las sorpresas, ya que Sonia quedó segunda en su categoría. Un pódium que premia sus esfuerzos y sufrimientos, y que a mí me hace sentir orgullo de padre.
Para terminar felicitar a Mujeres running por su excelente organización, y por el apoyo que dieron durante todo el recorrido. Mandar un saludo a Geli, mujer running, a la que tuvimos ocasión de saludar. Y como no, agradecer el apoyo incondicional de Ángeles.

martes, 7 de junio de 2011

XVI TRAVESÍA INTEGRAL MONTES AQUILIANOS

Las seis de la mañana. Ponferrada, en la vieja plaza. Una ciudad aún callada y ajena a lo que un puñado de valientes van a hacer. Rodeado de esos valientes, con la proximidad de Miguel, mi hermano, de Susana, mi sobrina, y de Ángel, mi amigo y culpable de que hoy este aquí. Parece como si el tiempo se hubiese detenido, como si no hubiese pasado un año desde la última vez que sentí esos miedos, esas dudas, esa emoción. Dan la salida y nos ponemos en marcha con un suave trote, en silencio para no despertar a los que duermen de su sueño y para que no se rompa el nuestro. Abandonamos Ponferrada ya queriendo clarear el día, pronto veremos el impresionante paisaje. Y abandonamos la compañía de Miguel y Susana, ellos con su ritmo más pausado harán el recorrido “B” de 44 kilómetros, mientras Ángel y yo con un ritmo no mucho más rápido haremos el recorrido “A” de 61 kilómetros. Suerte para ellos y suerte para nosotros y suerte para todos. Mi amigo y yo continuamos con nuestro trote, de llanear pasamos a una fuerte bajada (la primera del día) que nos lleva a orillas del río Oza, y con el arrullo de sus aguas y entre senderos de robles, castaños y algún que otro chopo llegamos a Villanueva de Valdueza, primer punto de avituallamiento.
No paramos, bebemos y comemos, nos aprovisionamos de agua y continuamos por un camino en ligera ascensión, pero que tras un giro a la izquierda nos deja en un sendero con fuerte desnivel, que aunque no es excesivamente largo ya avisa de lo que nos espera. Con pasos cortos salvamos el desnivel y quedamos a merced de bonitas vistas que contemplamos mientras trotamos camino de nuestro segundo avituallamiento Montes de Valdueza, y donde las rutas “A” y “B” se separan.
Pequeño descanso, aprovechado para comer y beber, y valorar la carrera hasta estos momentos, “algo más rápido que el año pasado ¿no?” “puede”.
Cargados ya con nuestras mochilas reiniciamos la marcha. Vamos trotando entre montes de castaños, de pinos y encinas hasta llegar al collado de la Malladina. El paisaje cambia, y cambian las sensaciones de mi amigo, en la dura subida de su ladera (nada para lo que nos espera) empieza a tener algún calambre. Ralentizamos la ascensión, tampoco hay prisa, arriba un manto de verdes praderas nos acerca hasta Santiago de Peñalba, bonito pueblo de casas de piedra que se muestra desierto, como todo lo que lo rodea, donde se oye el silencio y del que Ángel se quedo prendado el año pasado.
Fiel a nuestro planteamiento de carrera, no hacemos una parada larga, cargamos los depósitos de nuestro cuerpo de líquidos y sólidos, y reponemos las botellas de la mochila, cinco minutos y ahora empieza lo bueno, la subida a la “Silla de la Yegua”, con sus 2143 metros.
Abandonamos Santiago en busca de la senda que nos lleve hacía la cima. Una senda vertical que atraviesa la dura ladera y que vista desde abajo no enseña su final. Sabemos a lo que nos enfrentamos, apretamos los dientes, paso firme, paso decidido. Vuelven los calambres, Ángel se queja, estira, continúa despacio, “tira”. Voy delante, pasos cortos, de reojo miro a mi amigo, me preocupa, queda demasiado para tener problemas, para sufrir. Las vistas cada vez son más impresionantes, “solo por esto merece la pena”, para perder el sentido. Ya estamos arriba, desde aquí todo parece más fácil.
Nuevo avituallamiento, otro pequeño descanso, “¿qué tal?” ”bueno”, y a continuar. Nos espera Pico Tuerto con sus 2051 metros, donde llegamos después de una dura bajada y una dura subida, salpicada de flores y colores, y rodeados de un silencio solo roto por nuestras pisadas.
Brevísima parada de control, aquí no hay avituallamiento, y a por La Guiana con sus 1849 metros. Ángel sigue con sus problemas, pero continua, es duro el tío. El paisaje no cambia, subidas y bajadas, flores y flores, colores y colores, todos los que podamos imaginar. Una piedra, una rama, o un arrastrar de pies, un golpe, un grito, me giro y Ángel caído en el suelo. “A perro flaco todo son pulgas”. Pequeño golpe en la cara, se le suben los gemelos, le ayudo, “levántame” “hhhh, pero cuánto pesas”, risas. No pasó nada. Llegamos a La Guiana, lo peor ya pasó.
Pequeño descanso, lo justo para reponer cuerpo y mochila. No queremos quedarnos fríos, quizás para mi amigo fuese lo peor. Salimos por el empinado cortafuegos para coger un terreno de pistas y caminos, rodeado de pinares, por donde se hace fácil correr. O debería ser fácil o nos gustaría (como el año pasado), pero los gemelos de Ángel se quejan de vez en cuando y nos obligan a parar. Le dejo hacer, que marque el ritmo, las pausas. Corremos y andamos, camino de Ferradillo, penúltima parada.
En Ferradillo hacemos una parada algo más larga y reponemos nuestras fuerzas, antes de afrontar los últimos 17 kilómetros, además de aligerar de peso nuestras mochilas.
Al salir de Ferradillo recibimos la llamada de Miguel. Todo les fue bien, buenas noticias. A nosotros aún nos queda, aunque el terreno es favorable. Un buen camino nos desvía hacía una senda pronunciada y por momentos complicada. Trotamos y andamos, lo que mi amigo pueda. El cielo se pone negro y nos rodean los truenos y los rayos. “Solo faltaba eso”. Llegamos a Rimor, último control, y la lluvia nos ha respetado.
Pero hasta aquí llego el respeto. Mientras rellenamos nuestras botellas vemos como el suelo se llena de gordas gotas de agua. Elevamos nuestra vista al cielo y no parece que nos vaya a caer mucho, aunque a estas alturas nos parece un castigo innecesario. Yo había dejado el chubasquero cuando aligere de peso la mochila, así que con un saco de basura que me dejan en el avituallamiento para protegerme de la lluvia abandonamos Rimor.Cansados, como no. Entre cerezos, trotando o andando llegamos a Toral de Merayo. Y Entre viñedos, entre el Sil y el Pajariel, llegamos a Ponferrada. A su castillo. A su plaza de la Encina donde somos recibidos por Ángel-illo y Esther y por Ángeles. Y llegamos a su plaza del Ayuntamiento, a esa vieja plaza, nuestra meta. Y nos abrazamos, “lo hemos vuelto a lograr”.