viernes, 27 de marzo de 2015

VII MEDIA MARATÓN LEÓN: MI HISTORIA



“Se me antoja que la calle me ve.
Tan sombría es su mirada que el sol mismo
Se hace ovillo gris en un espacio negro.
¡Pero ahora yo brillo! La calle me ve.”
Fragmento de Tomas Tranströmer
Diez y media de la mañana. Todo preparado para volver a vivir las calles de mi León. Atrás quedan los saludos y las charlas con los amigos. Soy una pequeña silueta entre el grupo de corredores; en calma pienso en la estrategia preconcebida. El corazón late más deprisa cuando los pensamientos retroceden ocho días, cuando recuerdan que a esta hora ya llevaba un par de horas batallando. Recuerdos. Una foto distrae mis sueños y me devuelve a la realidad. Ese disparo lejano apenas audible pregona el inicio de la carrera; junto a María Jesús, que hoy va ser mi acompañante, doy los primeros pasos. Del caminar, al suave trote para recorrer los primeros metros. Correr mis calles es un placer. Compartir zancadas con el gran De la Mata un lujo. Mi cuerpo va cogiendo sensaciones, sin apresurarse; sigo los pasos de mi compañera según el guión previsto. Del centro de la ciudad a San Marcos, y de ahí a la larga recta que nos echa de León. Alicia, debutante en la distancia, ya unida a nosotros; tres camisetas naranjas convertidas en una sola. Tres zancadas un mismo paso, un mismo ritmo. Una ilusión. Salvada la temida cuesta, bajamos la larga recta que nos devuelve a León. Vuelven los aplausos y los gritos de ánimo, los amigos. Corremos fácil. El ritmo ya estable. La calle Ramón y Cajal plasmada en la cámara de Ángeles. Calle Ancha anticipo de nuestra entrada en la plaza de la catedral. Esto sí que es un verdadero lujo para la vista y para los sentidos. Grande e inmensa. Un respiro, segundo avituallamiento y vuelta a la carrera, a seguir a mis compañeras, que me están llevando cómodo y en volandas. Nuestros pasos nos llevan a nuestro terreno de entrenamientos, la Granja y la Candamia; nos acercan a una Lastra que mentalmente se hace dura, pero que no se come a nadie, donde los kilómetros pesan en las piernas pero no en el ánimo. Venga chicas un último esfuerzo.
Foto cortesía de Cundi Vega
Asomamos a la plaza de toros, y de ahí a la recta de meta es un paso. Otro paso, un último paso para unir nuestras manos, para de cruzar la meta. Gracias chicas.
Gracias a todos los amigos que con sus aplausos, gritos y ánimos movieron mis piernas.

¡Pero ahora yo brillo! La calle me ve.”

miércoles, 25 de marzo de 2015

Mapoma 2015: 7ª semana



Del 16 al 22 de marzo
Recuerdo: Rock´n´Roll Madrid Maratón (22/04/2012)
Sin desenchufar mentalmente del maratón he continuado con los entrenamientos, con ese viaje programado hacia Madrid. Bien físicamente y bien mentalmente hace que todo sea mucho más fácil.
Y no duró mucho la vuelta a la normalidad, y el martes ya estaba preparado, junto a mis compañeros del “Nunca correrás solo”, para un nuevo entrenamiento. Veinte minutos fueron los que me dieron de tregua. Pronto se olvidaron de las felicitaciones, para poco a poco ir incrementando el ritmo y llevarme con la lengua fuera; tendré que vengarme de ellos otro día.
Y después del martes, vinieron el resto de entrenamientos, de los que ido dando cuenta. Cumpliendo a la perfección con la cuatro salidas semanales, y realizando un total de 62,335 kilómetros.
El martes, día 17, rodaje de 12,020 kilómetros, en los que yo tenía la intención de ir tranquilo, que no era lo que pensaban mis amigos.
El miércoles tocó series, que con las debidas precauciones dieron para 15,220 kilómetros.
El viernes afronto un rodaje de 14 kilómetros, en los que sobre todo busco tranquilidad.
Y el domingo, día 22, la VII Media Maratón de León, la media de mi casa. Corrida y disfrutada de principio a fin.

“La gloria del mundo es transitoria, y no es ella la que nos da la dimensión de nuestra vida, sino la elección que hacemos de seguir nuestra Leyenda Personal, tener fe en nuestras utopías y luchar por nuestros sueños de Paulo Coelho

martes, 24 de marzo de 2015

VII MEDIA MARATÓN LEÓN: FOTOS ÁNGELES



El domingo, día 22, se celebró en León su VII Media Maratón, y como no podía ser de otra manera estuve en la línea de salida. Correr en casa siempre es especial.
Lo mismo que es especial para las decenas de amigos que, cámara en mano, captan el esfuerzo de los corredores. Y entre esas cámaras, estaba la de Ángeles, os dejo con sus fotos: PINCHA AQUÍ.

Además podréis disfrutar de más fotos en la página de mediamaratonleon.

sábado, 21 de marzo de 2015

XXXVII Maratón de Barcelona: Mi historia



Plaza de España. Barcelona. España. Tranquilidad y nervios a partes iguales. Preparativos y despedida. Dejamos a Ángeles, y junto a Abe, Carlos y Gustavo me voy adentrando en las entrañas del maratón: ya no hay marcha atrás. El encuentro con Aurelia y Pilar, de las running La Bañeza; la agradable espera al sol mientras vemos transcurrir el tiempo.
La charla en el cajón; esa espera interminable. El acercarnos al momento de nuestra salida. Los primeros que ya corren, cuatro minutos, otros que empiezan, cuatro minutos, otros que salen, cuatro minutos más, ¡Por fin! ¡Llegó nuestra hora!. Nuestra cuenta a tras terminó.
Lentamente nuestros pasos empiezan a dar rienda suelta a sus ansias de correr. Abe se queda a lo suyo, suerte amigo, mientras Carlos, Aurelia y Pilar unimos zancadas en busca de las cuatro horas.
Despacio, respirando, tomando el aire a Barcelona. Intercambio de palabras de calma. Miradas cómplices. Cogiendo ritmo paso a paso, lejos aún del objetivo, pero sin prisas; adaptando el cuerpo. Llega el primero de los avituallamientos, el que pensamos que no necesitamos, pero tan importante como los demás. Mis amigas un poquito por detrás. Miro de vez en cuando, no llegan a nuestra altura, levanto el pie, llegamos al Camp Nou, y escucho el gol de Godín, el que nos regalo la liga a los atléticos; busco a mis amigas, las veo rezagadas unas decenas de metros, y siento que se han dejado caer en busca de su carrera. Suerte amigas. Vuelvo la vista al frente, a la suave subida, a buscar ese ritmo cómodo y monótono. Kilómetro 10; los kilómetros se suceden entre mirar y correr, entre ver y sentir. Las calles nos acercan a la cercanía de la salida, a los aplausos del público que allí se agolpa, a los ánimos de Ángeles, a ese “voy bien”.
Nos vamos alejando, Carlos a mi lado, a ritmo crucero, al ritmo tantas y tantas veces ensayado. A correr fácil, a dejarnos ir. Kilómetro 15; primer gel. Kilómetros de cuadrículas, de casas casi iguales, de largas calles, monotonía rota por la Sagrada Familia, por esa catedral inacabada. Todo va bien, mi compañero va bien, yo voy bien, el maratón va bien. Kilómetros de sentimientos que van llenando cada poro. Más kilómetros, más gente en las aceras. Ese niño que anuncia que si le golpeas la mano correrás más. La gente vuelve a llenar las aceras, aplausos, corredores que van, corredores que vuelven, kilómetro 18 para unos, kilómetros 22 para otros; busco en las orillas y no encuentro mis ánimos. Seguimos a lo nuestro, seguimos buscando y encontramos a Ana, Esther, Tábita y Raquel, aplausos y gritos que nos siguen mientras nos alejamos. Kilómetro 20; de ir pasamos al volver. Veo a mis amigas Aurelia y Pilar, les grito. No me oyen. Suerte. Media maratón, media carrera. Otra vez nuestras chicas. Una camiseta naranja que sube, una cara amiga, “vamos Abe, ánimo”, grito. Gestos y palabras “lo dejo, voy roto”. Momentos de tristeza. Momentos que tenemos que olvidar. Vamos. Busco otra vez en las aceras y no encuentro. Sigo. Seguimos. Kilómetro 24; el silencio empieza a apoderarse de los cuerpos de los corredores. Respiraciones y el golpeteo de las zapatillas contra el asfalto  son ahora los únicos ánimos que recibimos. Caras que empiezan a sufrir el maratón. Barcelona a nuestros pies. Kilómetro 25; otro gel. Otro paso dado. Ya queda menos. Otra vez la Diagonal; otra vez la carrera se convierte en ida y vuelta, en envidia de los que vuelven. Otro un buscar a Ángeles y otra vez en no encontrar. Me marcho sin sus ánimos. No pienso, corro. Kilómetro 30; hablo a mi compañero, en un intento de distraer sus pensamientos, “voy bien”, me dice, pero le sigo hablando de tonterías como después me dijo. Kilómetro 32; “tira, no quiero forzar”. Le deseo suerte y tiro, y me voy poco a poco, cuando uno no va lo mejor es su soledad. Y empiezo a traer a mi mente a todos mis amigos, a toda la gente que me quiere, a todos los que en la distancia están corriendo conmigo. Y veo el mar, y pienso, si quizás en tonterías, pero me ayudan. Corro, voy bien, y me siento bien. Un “vamos Satur” interrumpe el curso de mis pensamientos. Kilómetro 35; tomo el último gel. Y llego al arco de triunfo, paso por debajo viéndome triunfador. Las calles se estrechan y el público empuja. Aplausos y palabras de ánimo. Griterío. La Catedral del Mar; una sardana. Ya todo a favor. Último kilómetro. La sonrisa asoma en mi rostro. “Vamos Satur” me grita Abe y Tábita. Ya sonrío. Lo tengo. “Satur”, se desgañita Gustavo. Alzo la mano con el puño cerrado por la rabia, por la emoción. Plaza España, giro a la izquierda, una recta y al fondo la meta. Corro los últimos metros disfrutando como lo he hecho en toda la carrera. Cruzo la meta, hago la señal de la cruz; como siempre. Levanto mi dedo índice buscando el cielo. “Alejandro, va por ti”.  Sonrío. En mi mente resuenan aplausos. El corazón late lleno de sentimientos. Otro sueño cumplido.

Gracias a todos los amigos, a los que me acompañaron en Barcelona y a los que desde lejos estuvieron conmigo.