“En el puerto de Pajares León y Asturias se abrazan porque son tierras hermanas”, decía una canción del malogrado cantante leonés Roberto Rey; y con ese cariño encaminamos nuestros pasos a Asturias, a Oviedo, al Naranco; al reencuentro de viejos amigos, como José, quien un día me sorprenderá y vendrá a León; a todo lo que envuelve nuestras carreras: esa recogida de dorsales, ese café tomado en el bar de siempre, esa charla mientras calentamos al trote, esa espera “tensa” del momento de la salida, ese pistoletazo que nos devuelve a la cruda realidad.
Y ese momento siempre llega, y con la precaución de no tropezar con nadie empezamos a correr; la estrechez de la calle no permite otra cosa que no sea seguir el ritmo de los que me preceden, con la tranquilidad que durante dos kilómetros, casi tres, nos da la carrera, y con la tranquilidad de conocer el recorrido; visualizando la carrera, como le gusta a mi amigo Ángel, aprovecho la tregua para ir cogiendo un buen ritmo de carrera, sin volverme loco, lo que malgaste ahora me hará falta más tarde; “en aquél giro a la izquierda se acaba lo bueno”, y antes de darme cuenta aparece la primera rampa, la única diría yo, a partir de aquí toca regular y luchar, agachar la cabeza, mirar hacía arriba, sufrir y disfrutar del entorno, me adapto bien a la subida; de ir en grupo pasamos a ir en fila; llego al kilómetro cinco, donde empiezan las rampas más duras, pero al mismo tiempo uno de los puntos más bellos de la carrera, a la izquierda Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, joyas del prerrománico, recuerdos de una lejana época estudiantil; recuerdos y estampas que me devuelven a la realidad de la subida, el sudor resbala por mi frente, el calor aprieta; kilómetro seis, me aferro al ritmo, a los compañeros de viaje, la impresionante vista de Oviedo me distrae, busco la silueta de San Julián de Prados, otra joya prerrománica, no la encuentro; kilómetro siete, todo un poco más cerca, todo más a mi alcance, o eso me parece a mí; alargo la zancada, como si esa maniobra transformara la subida en un suave descenso hacia la meta, y el esfuerzo en satisfacción.
Ya en la meta, todo parece de otro color, todo ha merecido la pena; recuentro con Ángeles, con su beso, con José, y con Ana, y con Mauri, sensacional en su primer Naranco, y con Gargar, cuarto en la general; con los cambios de impresiones, y con los inevitables hasta la próxima carrera.
Abandonamos el Naranco, pero no Oviedo, antes de regresar a León tengo que compartir mesa y mantel con mi amigo José y su señora; mesa a la altura de la tierra asturiana.
Y ese momento siempre llega, y con la precaución de no tropezar con nadie empezamos a correr; la estrechez de la calle no permite otra cosa que no sea seguir el ritmo de los que me preceden, con la tranquilidad que durante dos kilómetros, casi tres, nos da la carrera, y con la tranquilidad de conocer el recorrido; visualizando la carrera, como le gusta a mi amigo Ángel, aprovecho la tregua para ir cogiendo un buen ritmo de carrera, sin volverme loco, lo que malgaste ahora me hará falta más tarde; “en aquél giro a la izquierda se acaba lo bueno”, y antes de darme cuenta aparece la primera rampa, la única diría yo, a partir de aquí toca regular y luchar, agachar la cabeza, mirar hacía arriba, sufrir y disfrutar del entorno, me adapto bien a la subida; de ir en grupo pasamos a ir en fila; llego al kilómetro cinco, donde empiezan las rampas más duras, pero al mismo tiempo uno de los puntos más bellos de la carrera, a la izquierda Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, joyas del prerrománico, recuerdos de una lejana época estudiantil; recuerdos y estampas que me devuelven a la realidad de la subida, el sudor resbala por mi frente, el calor aprieta; kilómetro seis, me aferro al ritmo, a los compañeros de viaje, la impresionante vista de Oviedo me distrae, busco la silueta de San Julián de Prados, otra joya prerrománica, no la encuentro; kilómetro siete, todo un poco más cerca, todo más a mi alcance, o eso me parece a mí; alargo la zancada, como si esa maniobra transformara la subida en un suave descenso hacia la meta, y el esfuerzo en satisfacción.
Ya en la meta, todo parece de otro color, todo ha merecido la pena; recuentro con Ángeles, con su beso, con José, y con Ana, y con Mauri, sensacional en su primer Naranco, y con Gargar, cuarto en la general; con los cambios de impresiones, y con los inevitables hasta la próxima carrera.
Abandonamos el Naranco, pero no Oviedo, antes de regresar a León tengo que compartir mesa y mantel con mi amigo José y su señora; mesa a la altura de la tierra asturiana.
Y con esta subida dejo un poco las carreras de montaña, las próximas citas creo que no serán tan exigentes, al menos en lo que a la orografía se refiere.
14 comentarios:
veo q te gustan las carreras duras angliru,naranco etc.
mis felicitaciones hay q ser valiente.
un saludo
Esos niveles de exigencia son los que a mí me gustan y los que te ponen a prueba; enhorabuena, Saturnino.
Tu comentario es elogioso en exceso pero te lo agradezco.Tú si eres sensacinal subiendo Anglirus, Narancos y lo que se te ponga.
La carrera es guapa y más con el día que hizo, pero hay que apretar los dientes y tirar "p'arriba" porque no hay tregua, en definitiva muy recomendable.
Saludos cordiales.
Oye que no se que hago últimamente que me repito. Lo siento, y es que además no se como se eleminan
Hace algún tiempo que no hago carreras de montaña.. pero leyendo tu crónica me ha vuelto a entrar el gusanillo...(je, je..) Esos paisajes deben ser fantásticos. Buena ascensión, Saturnino..!!
Pedazo carrera Satur, te estás gustando en las carreras duras¡eh!
Un saludo
Quique
hola Satur, masoquismo o disciplina...
amor al deporte de resistencia, estoy convencido que ese naranco sin conocerlo debe ser de lo mas duro de subir andando o corriendo igualmente, me parece una buena prueba para endurecer cara a la preparación base de los maratones de invierno, felicidades por estar en tan buena forma.
un abrazo.
joan
Enhorabuena por esa subida. Tienes el respeto y la admiración de uno al que no le gustan mucho las cuestas.
Un abrazo.
Satur buena temporada de montaña que te has pegado, ahora a disfrutar del "llano".
LO digo siempre, me gustaria ir a correr por tu tierra, solo me falta convencer a Yolanda , pero seguro que algún dia estaré por ahi, un abrazo
Si es que mueves montañas!
Un besín!
Me dejas con ganas, el año que viene si puedo me apunto.Enhorabuena.
Un saludo.
Gran carrera. Y gran crónica. Esas joyas prerrománicas no tienen precio.
Vuelves a dejarme con ganas, con una carrera más apuntada en la lista de pendientes.
Felicidades. Saludos.
Con estas carreras has sembrado muchísimo para las otras carreras, las que corremos los demás, esas que son llanitas, llanitas....
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