jueves, 19 de mayo de 2016

XI Media Maratón del Dulce: Mi historia



El tiempo previo a la salida pasa deprisa. Ese tiempo que dedicas a tomar un café, a saludar a los amigos, a comentar esto y lo otro. A estar con el Equipo. A prepararte, a calentar, y colocarte tras la línea de salida; tras esa raya imaginaria, bajo el arco. Empieza la cuenta atrás, y nos vamos.
Recorro los primeros metros pensando en lo que espero de esta media. Destierro de mi cabeza todo esfuerzo que pueda llevarme al sufrimiento. Simplemente disfrutar. El empuje de los corredores no hace que mi ritmo vaya más allá de lo marcado por mis exigencias.
Poco a poco nos vamos abriendo paso entre las calles hasta abandonar Benavides. Ahora, carretera, sol y rectas. En compañía de Pedro, codo con codo, bajo un sol que promete no dejarnos, en dirección  a Palazuelo de Órbigo avanzamos por la larga recta. Controlo mi ritmo. Todo me resulta familiar, y tras esa recta, el avituallamiento. Recojo esa primera botella, le doy unos pequeños sorbos, y busco la sombra. El pelotón estirado. Cada uno a lo suyo, y  nosotros a lo nuestro en busca de Gavilanes, de esos tímidos aplausos y palabras de aliento, de los pocos que se asoman a las puertas de su casas para vernos pasar. Abandonamos sus calles y vuelta a la carretera. El ritmo sigue constante, sosegado. Kilómetros y kilómetros de asfalto, una monotonía rota por el río Órbigo en su entrada a Santa Marina. Casi mitad de carrera. Ya queda menos. Las sensaciones no son malas, pero tengo problemas para seguir el ritmo de mi compañero, así que decido quedar solo y seguir mis sensaciones. El paisaje me distrae un poco, o me ayuda a no pensar. El paso por Villamor de Órbigo, y sus gentes, hace que vuelva a la realidad. A correr con el impulso de sus aplausos, y con sus “vamos que no os queda nada”.
foto cortesía de Edgar
La carretera, salpicada por las almas de los corredores, me lleva a Puente Órbigo. Un recuerdo llena ahora mi miente, el esfuerzo que me supone desde ahí la carrera. Hoy espero sea diferente. Enfilo el puente del Paso Honroso, metros de empedrado por el Camino Santiago. De ese Camino que tantos momentos me ha hecho vivir. Poco dura hoy ese Camino. Vuelvo a la carrera. A no querer sufrir. Más agua. Más kilómetros. Más carretera. Más recta. Y al fondo Benavides. ¡Que lejos está la torre!. Ya llego. Ya está. Un giro, otro.
Y otro, y la recta. Todo ha terminado. La meta.

Ya solo queda agradecer a Elena, Ángeles y José Luis sus ánimos. Y felicitar a la organización por el trato dispensado a los corredores.

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