miércoles, 31 de octubre de 2018

III Carrera Popular Villamañan: Mi historia


Una historia de recuerdos. Hace frío, o más bien está fresco, es mi primer pensamiento al llegar a Villamañan, lo que hace que tras recoger el dorsal, ya junto a mis compañeros del Nunca correrás solo, nos apresuremos en encontrar un refugio para ese café, o en buscar a José María que ya lo buscó por nosotros. Ese café lleno de conversaciones, lleno de sonrisas. Esos momentos compartidos. Alargamos el tiempo más de lo normal por querer evitar lo inevitable: volver a la calle. Preparativos, foto, y calentamiento, hoy más agradecido que otros días.
Ya, tras la línea de salida. El sol, tímido, que quiere unirse a la fiesta. Un minuto para la salida, grita el speaker. Cinco, …, uno, ¡adelanteeee!, y la carrera se lanza por las calles de Villamañan. Cobijado en la tranquilidad del grupo unido, siguiendo ritmos, y buscando el nuestro, tiempo habrá para correr desprotegido. Con comodidad, llegamos a Villacé, no entramos al pueblo, lo rozamos, pero allí había estaban sus vecinos aplaudiendo, gritando, animando el paso de los corredores. Me alejo con mi agradecimiento a esos que han salido del calor de sus casas para dar calor a mis pasos. A lo lejos, o quizás no tanto, diviso la primera subida; y no era tanto, porque no tardó en llegar, o no tardamos. Me descuelgo de mi compañera, ella a su ritmo, yo al mío, siguiendo de cerca sus zancadas. Arriba ya, veo que coge otros ritmos, así que sin prisas por dar alcance me acomodo a mi carrera. Me abstraigo, me distraigo en el paisaje de terrenos baldíos, adornado de viñedos. En un paisaje de colores grises. Otra subida y otro repecho, creo que el último. Subo el repecho, a mi ritmo.
foto cortesía Cundi Vega
La distracción no me ha venido mal, el ritmo cómodo no es malo, y sin darme cuenta llego a Benamariel, a la que entro por ese túnel, por esas bodegas, por esa calle animada que me lleva a su plaza, a toda esa gente que allí espera pacientemente, ¡gracias!, a correr sus calles para salir otra vez a los caminos; caminos ahora rodeados de chopos. Mis pasos me acercan otra vez a mi compañera. Vuelvo a compartir mis zancadas, a avanzar juntos, por esos caminos que, entre rectas y giros, transcurren entre las hileras de chopos, que el otoño desnuda poco a poco, que viaja un rato en paralelo al Esla. Los kilómetros pasan con su compañía, hablamos poco, un ¿qué tal? de vez en cuando, un ¡vamos ya no queda nada!. A lo lejos la torre de la iglesia. Corremos en silencio. Ya estamos más cerca. Ese ¡vamos! Con el eco del pasadizo que nos mete en el pueblo. Trescientos metros que ya serán cuatrocientos.
Corremos ya con los ánimos de los nuestros, la recta, los bonitos mensajes pintados en el suelo, el arco... 
foto cortesía Silvia
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la meta, la iglesia, el abrazo. El reencuentro para compartir la llegada.

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