Somos cuatro entre decenas; Miguel (mi hermano), Susana (mi sobrina), Ángel (mi amigo), y yo (el mal llamado irreductible leones); juntos, entre sonrisas y miradas de complicidad esperamos la salida, sin tensión pero con emoción contenida; llega el momento, y a las 06:00 horas, aún entre dos luces, entre la noche y el día empezamos la aventura; los cuatro juntos, al trote y abandonamos Ponferrada, “suerte”, toda la del mundo; nuestros pasos pronto se separaran, por un lado Miguel y Susana irán por el recorrido “B”, el corto de 48 kilómetros, y por otro Ángel y yo que iremos por el recorrido “A” o el largo de 66 kilómetros.
Con un correr suave, con el mínimo esfuerzo nos dejamos ir; lo mismo llaneamos que bajamos; el clarear del día nos va abriendo el paisaje, apenas acabamos de empezar y lo que nos deja ver ya es espectacular; ahora salpicados por un pequeño riachuelo nos dejamos envolver por robles y castaños, algún chopo también sale a contemplar el trasiego de corredores y caminantes, y así entre senderos llegamos a Villanueva de Valdueza, primer avituallamiento de día.
En Villanueva hacemos una breve parada (nuestro primer objetivo, descansos cortos), y pronto volvemos al camino, a la senda; una pequeña gran subida nos despide; acortamos el paso, cogemos aire, para una vez arriba volver a correr y volver a extasiarnos con lo que tenemos por delante; nuestras cómodas zancadas nos acercan a Montes de Valdueza, también entre robles y castaños, entre verdes, entre olores, entre silencios rotos por el golpeteo de nuestras pisadas; Montes, segundo avituallamiento y segundo punto de control.
Después de un pequeño descanso, de escasos diez minutos, volvemos a lo nuestro; nada más empezar, a pocos metros se bifurca la carrera; el balance hasta aquí es positivo, hemos llevado un ritmo tranquilo, un ritmo que nos permitía hablar y disfrutar del paisaje.
El grupo se ha reducido considerablemente, la mayoría han optado por el recorrido “B” (el corto), mientras que los más “inconscientes” hemos optado por el “A”; ya con nuestras mochilas, repleta de los imprevistos de la montaña, de los “por si acaso”; seguimos corriendo, seguimos disfrutando, aunque ya empezamos a ascender por laderas empinadas; el paisaje poco a poco va cambiando, el verde se va haciendo más intenso, aparece algún pino, alguna encina, pisamos hermosas praderas de coloridas flores; unos “buenos días” intercambiados con unos amables lugareños nos avisan que entramos en Peñalba de Santiago; otro descanso, también corto, llenamos nuestros pulmones de aire, de un aire limpio; llenamos nuestras reservas de líquidos; recobramos fuerzas y la sonrisa; “vamos”, ahora empieza lo duro, la ascensión a la “Silla de la Yegua”.
Salimos por un angosto camino, que nos lleva a una más estrecha senda, una senda equivocada que nos hace perder quince minutos, pero no nuestra sonrisa; recobramos el error y volvemos a la buena senda, al buen camino como el buen cristiano; a esa senda de subida, a esos seis kilómetros verticales, a esa subida dura; ascendemos con paso constante, recuperando el aliento a la vez que plasmamos la belleza en nuestras cámaras; una belleza que hace que merezca la pena el esfuerzo que estamos derrochando, y que una vez en la cima, en la Silla la Yegua, a 2135 metros de altitud, se convierta en satisfacción; que regalo para los sentidos.
Según la hoja de ruta marcada de antemano nos reponemos con un breve descanso y una vez aprovisionados nos encaminamos hacía la segunda cima del día, “Pico Tuerto” con sus 2048 metros de altitud, y desde aquí rumbo a “La Guiana”; el entorno ahora es de cuento, nuestra vista se deleita con la inmensa alfombra de flores y colores, y nuestro oído con el silencio, aquí se oye el silencio, solo por eso ya ha merecido la pena tanto esfuerzo.
Salimos de “La Guiana”, sorteamos un empinado cortafuegos de piedras sueltas; lo peor ya paso, por delante unos treinta kilómetros pero de terreno relativamente fácil; una vez dejada tanta subida volvemos a trotar, nuestros pies agradecen el camino de hierba y el pinar que nos regala con su sombra; volvemos a una ancha pista antes de descender hacia Ferradillo, donde una nueva parada técnica de veintidós minutos, la más larga, nos permitirá recuperar fuerzas para los 17 kilómetros que nos quedan.
Salimos de Ferradillo y tras dejar que las piernas recuperen las sensaciones volvemos al suave trote; abandonamos el cómodo camino para desviarnos a una senda de bajada pronunciada que nos lleva sin darnos cuenta a Rimor, el último avituallamiento y el último punto de control.
Dejamos Rimor, el paisaje ahora ya diferente, caminamos entre cerezos que invitan a su deleite; cruzamos Toral de Merayo; Ponferrada a la vista aunque aún nos queda para poder pisar sus calles; el “Pajariel” a nuestra izquierda; el Sil ahora a nuestra derecha, ahora a nuestra izquierda; ascendemos en busca del castillo, en busca de la plaza mayor, el aplauso de Miguel y Susana, el de la gente que disfruta sentada en las terrazas de las cafeterías, “un último esfuerzo” nos gritan, y damos ese “último esfuerzo”, y cruzamos la meta trotando, y nos miramos, y nos decimos “lo hemos logrado”.
Con un correr suave, con el mínimo esfuerzo nos dejamos ir; lo mismo llaneamos que bajamos; el clarear del día nos va abriendo el paisaje, apenas acabamos de empezar y lo que nos deja ver ya es espectacular; ahora salpicados por un pequeño riachuelo nos dejamos envolver por robles y castaños, algún chopo también sale a contemplar el trasiego de corredores y caminantes, y así entre senderos llegamos a Villanueva de Valdueza, primer avituallamiento de día.
En Villanueva hacemos una breve parada (nuestro primer objetivo, descansos cortos), y pronto volvemos al camino, a la senda; una pequeña gran subida nos despide; acortamos el paso, cogemos aire, para una vez arriba volver a correr y volver a extasiarnos con lo que tenemos por delante; nuestras cómodas zancadas nos acercan a Montes de Valdueza, también entre robles y castaños, entre verdes, entre olores, entre silencios rotos por el golpeteo de nuestras pisadas; Montes, segundo avituallamiento y segundo punto de control.
Después de un pequeño descanso, de escasos diez minutos, volvemos a lo nuestro; nada más empezar, a pocos metros se bifurca la carrera; el balance hasta aquí es positivo, hemos llevado un ritmo tranquilo, un ritmo que nos permitía hablar y disfrutar del paisaje.
El grupo se ha reducido considerablemente, la mayoría han optado por el recorrido “B” (el corto), mientras que los más “inconscientes” hemos optado por el “A”; ya con nuestras mochilas, repleta de los imprevistos de la montaña, de los “por si acaso”; seguimos corriendo, seguimos disfrutando, aunque ya empezamos a ascender por laderas empinadas; el paisaje poco a poco va cambiando, el verde se va haciendo más intenso, aparece algún pino, alguna encina, pisamos hermosas praderas de coloridas flores; unos “buenos días” intercambiados con unos amables lugareños nos avisan que entramos en Peñalba de Santiago; otro descanso, también corto, llenamos nuestros pulmones de aire, de un aire limpio; llenamos nuestras reservas de líquidos; recobramos fuerzas y la sonrisa; “vamos”, ahora empieza lo duro, la ascensión a la “Silla de la Yegua”.
Salimos por un angosto camino, que nos lleva a una más estrecha senda, una senda equivocada que nos hace perder quince minutos, pero no nuestra sonrisa; recobramos el error y volvemos a la buena senda, al buen camino como el buen cristiano; a esa senda de subida, a esos seis kilómetros verticales, a esa subida dura; ascendemos con paso constante, recuperando el aliento a la vez que plasmamos la belleza en nuestras cámaras; una belleza que hace que merezca la pena el esfuerzo que estamos derrochando, y que una vez en la cima, en la Silla la Yegua, a 2135 metros de altitud, se convierta en satisfacción; que regalo para los sentidos.
Según la hoja de ruta marcada de antemano nos reponemos con un breve descanso y una vez aprovisionados nos encaminamos hacía la segunda cima del día, “Pico Tuerto” con sus 2048 metros de altitud, y desde aquí rumbo a “La Guiana”; el entorno ahora es de cuento, nuestra vista se deleita con la inmensa alfombra de flores y colores, y nuestro oído con el silencio, aquí se oye el silencio, solo por eso ya ha merecido la pena tanto esfuerzo.
Salimos de “La Guiana”, sorteamos un empinado cortafuegos de piedras sueltas; lo peor ya paso, por delante unos treinta kilómetros pero de terreno relativamente fácil; una vez dejada tanta subida volvemos a trotar, nuestros pies agradecen el camino de hierba y el pinar que nos regala con su sombra; volvemos a una ancha pista antes de descender hacia Ferradillo, donde una nueva parada técnica de veintidós minutos, la más larga, nos permitirá recuperar fuerzas para los 17 kilómetros que nos quedan.
Salimos de Ferradillo y tras dejar que las piernas recuperen las sensaciones volvemos al suave trote; abandonamos el cómodo camino para desviarnos a una senda de bajada pronunciada que nos lleva sin darnos cuenta a Rimor, el último avituallamiento y el último punto de control.
Dejamos Rimor, el paisaje ahora ya diferente, caminamos entre cerezos que invitan a su deleite; cruzamos Toral de Merayo; Ponferrada a la vista aunque aún nos queda para poder pisar sus calles; el “Pajariel” a nuestra izquierda; el Sil ahora a nuestra derecha, ahora a nuestra izquierda; ascendemos en busca del castillo, en busca de la plaza mayor, el aplauso de Miguel y Susana, el de la gente que disfruta sentada en las terrazas de las cafeterías, “un último esfuerzo” nos gritan, y damos ese “último esfuerzo”, y cruzamos la meta trotando, y nos miramos, y nos decimos “lo hemos logrado”.
17 comentarios:
¡Felicidades!
¡que pasada! Gracias por la crónica. Un placer leerte y seguir la aventura.
La apunto para años venideros.
¡enhorabuena! Un saludo!
Una gozada, menuda travesía de las que dejan el ánimo bien colocado.
Enhorabuena por haber gozado.
Un fuerte abrazo
Enhorabuena por haber llegado a meta tan contentos. Preciosa crónica de un recorrido que tiene que ser una maravilla
Un fuerte abrazo.
¡¡Enhorabuena!! Qué maravilla de carrera (si se puede llamar así) y qué gran crónica. El paisaje, espectacular, sin lugar a dudas. Me alegro de que lo disfrutarais.
Un abrazo.
FELICIDADES, 66 KM por el monte sois la leche, el relato una pasada.
Un abrazo.
Enhorabuena Satur, sois grandes y cada vez os superais más.
me ha gustado mucho la frase: recobramos fuerzas y la sonrisa; “vamos”, ahora empieza lo duro..
Inmenso!!!!
Un saludo
Quique
Felicidades por terminar tan satisfechos después de recorrer 66 kms (ahí es nada) por esos preciosos parajes, me gustaría hacer una de estas algún día. Enhorabuena
Espero poder participar algún dia en esta prueba. de momento me consolare leyendo vuestras crónicas. Enhorabuena .
¡Muchas felicidades, Saturnino!
Me alegro mucho de que este objetivo te saliera tan bien. Sí que eres un poco "irreductible", jeje.
Conozco la zona, pero no corriendo, sino "simplemente" subiendo. Es gracioso lo de "la corta" de ¡48 kms! jeje.
Bueno, lo dicho, enhorabuena y gracias por compartirlo.
Satur: lo habeis bordado. Terminar y encima pasarlo bien es perfecto. Te vas enganchando a las distancias ultras, en cualquier momento haras una mas larga, seguro. Enhorabuena por el logro. Un abrazo. A de la Mata.
Muy bella la crónica, creo que refleja fielmente la experiencia vivida... No se puede decir que sea una más para el currículum, hay carreras especiales y ésta, sin duda, lo ha sido. Enhorabuena por completarla!
Un besín!
¡Pues claro que lo habéis logrado!, ¿quedaba otra opción?. Como escribió hace poco una "irreductible leonesa": "Desearlo tanto que al destino no le quede otra opción".
Enhorabuena por esa enorme y positiva experiencia.
Un abrazo. ;-)
Felicidades: lo habéis logrado!!! Menuda experiencia....
Uf! sin palabras! me ha encantado la crónica y espero que lo hayáis disfrutado muchísimo, menuda experiencia! un besazo enorme, a recuperarse y a por más aventuras como esta.
Preciosa crónica capaz de transportar al lector por un momento a un paraje precioso.
Un saludo.
Hola Satur
Una pasada de crónica, fotos con paisajes preciosos y muchas felicidades por la travesía.
Algún año estaré allí con vosotros.
Saludos
Enhorabuena Satur! excelente crónica y muy bonitas las fotos :-)
bss
Tania
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