jueves, 5 de julio de 2012

CORRIENDO A SANTIAGO: 2ª ETAPA

Sábado, día 30 de junio, son las siete de la mañana y la vida vuelve poco a poco a la expedición “A Santiago contra el cáncer”. Despertares de un sueño muchas veces roto, el cuerpo entumecido, deseos de buenos días. Aseo, desayuno y a preparar la marcha.
El coche “A” y el coche “B”, o lo que es lo mismo Jesús y César, se llevan a los primeros relevistas, los del Club Benavides, que realizaran el tramo de Villafranca a Trabadelo, y a Nuria, Aroa, Luismi Rodríguez y Carlos, que harán el tramo Trabadelo-Vega de Valcarce. El resto del grupo al autobús a esperar su turno.
El día está nublado y de vez en cuando las nubes dejan escapar algún golpe de agua. De momento no es muy preocupante, pero todos recordamos el pronóstico para hoy: lluvia.
El paisaje verde se expande por un estrecho valle, atrás queda la tierra roja del páramo, la tierra tantas veces pisada por los arrieros de la Maragatería, y los viñedos, los cerezos y los castaños del Bierzo. El Camino se abre entre montañas en busca de O Cebreiro, la puerta de Galicia, donde una parada se hace casi obligatoria.
La dinámica del grupo sigue inalterable, recibimos a los que vienen desde Vega de Valcarce y despedimos a los que llegarán a Fonfria, vuelta unos al coche A y otros al coche B, y el resto al autobús. Movimientos todos ellos de autómatas, como si estuviese ensayado o lo hiciésemos todos los días; nada más lejos de la realidad, todo quizás sea fruto del compromiso con los demás. 
Llegamos a Sarria para comer en su pabellón; hoy me toca correr desde Ferreiros hasta unos tres kilómetros después de Portomarín, más o menos sobre las cuatro de la carde. Tiempo más que suficiente para comer con tranquilidad. La comida de hoy era la autocalentable, y creo sin temor a equivocarme que será recordada por todos. La falta de costumbre en estas lides hace que necesitemos instrucciones para enfrentarnos al kit de nuestras Fuerzas Armadas y salir de él con éxito. Uno lee, mientras los que le rodean se afanan en poner en marcha el sistema para poder comer caliente su menú, en mi caso carne con guisantes entre otras cosas. Al final no resulto difícil pero si curioso.
Unos van y otros vienen, cada uno sigue adaptando la vida diaria al relevo que le toca correr. Todo va saliendo bien y eso recompensa el esfuerzo de los organizadores y facilita que el buen rollo reine en la expedición.
Y a mi relevo le toca ir yendo, con Jesús a los mandos y Alfonso de copiloto vamos buscando la carretera que nos lleve a Ferreiros, punto de inicio de mi tramo. Allí espera Talo con su furgoneta y Toño con su bicicleta. Y quien espera desespera.
Los corredores que vienen desde Sarria, Gonzalo, José y Arsenio, no llegan, lo que hace que aflore la preocupación, “les ha tenido que pasar algo” es el pensamiento generalizado. Un despiste al dejar Sarria les obligó a tener que volver sobre sus pasos lo que hizo que acumulasen un retraso de más de veinte minutos, lo que no borró sus sonrisas. Allá vamos, Amelia, Alfonso, Pilar y yo, con Toño y su bicicleta. El terreno que, nos lleva a Portomarin es favorable, combina el asfalto con la tierra, y en el trayecto descubrimos parajes en los que se mezcla, como si de un puzle se tratase, prados y pinares. Vamos que lo tiramos, sobre todo Amelia que, primero la pequeña manzana, después la gorra, más tarde las gafas, ¿alguien da más?. A lo lejos se asoma Portomarin. La agradable bajada se convierte en sufrida en pos del Miño, un Miño que nos regala una vista embalsada de sus aguas y que a través de su viaducto nos permite abrazar Portomarin entre los aplausos de bienvenida del grupo. Los dejamos atrás, aún nos quedan unos tres kilómetros de trote. El plácido viaje se torna en sufrido esfuerzo ante la rampa que ahora tenemos enfrente, un camino carretero rodeado de castaños y eucaliptos, duro y bonito. Arriba nos esperan Juan Carlos, Raquel y Dani; ellos continuarán hasta Ligonde mientras nosotros, con los deberes hechos retrocedemos hasta Portomarin. César es el encargado de reintegrarnos al grupo. Sin tiempo de estirar iniciamos la marcha hacia Melide, el pueblo donde pasaremos la noche.En Melide, antes de llegar al alojamiento, y por causa de una información desinformada o algo parecido, tuvimos que hacer nuestro pequeño peregrinaje con la mochila al hombro. Un alojamiento que nada tenía que ver con el de anoche, hoy al menos disponemos de una cama y un colchón, que podrá ser más o menos cómodo, pero seguro que es mejor que el duro suelo.
Duchado, cambiado y con el saco preparado, me voy con la copañia de Toño, José, Luismi, Luis Ángel y Gozalo, a degustar los productos típicos de la tierra, el pulpo gallego, el queso de Melide y una tarta de Santiado, todo ello regado con un buen ribeiro, ; y no fuimos los únicos que pensamos lo mismo, ya que en la Pulpeira Ezequiel estábamos la mayoría de los expedicionarios. Satisfecho el alma por la experiencia que está viviendo, satisfecho el cuerpo por la viandas recibidas, solo falta dar descanso a cuerpo y alma, y al igual que ayer, aquí metido en mi saco, con los ojos cerrados, y con la esperanza de alcanzar un sueño silencioso, acaba el segundo día de ese generoso gesto llamado: A Santiago contra el cáncer.
Hasta mañana y “Buen Camino”.

1 comentario:

Celina dijo...

Pero qué maravilla! os deseo lo mejor y como decían antaño, Ultreia! Qué recuerdos de mi etapa militar con esas raciones de combate durante las maniobras, jeje