viernes, 6 de julio de 2012

CORRIENDO A SANTIAGO: 3ª Y ÚLTIMA ETAPA


Domingo, día 01 de julio, amanecemos al último día, un pequeño cosquilleo me recuerda la cercanía de Santiago, prefiero no pensar en ello y disfrutar de lo que aún queda. “Buenos días”. Me levanto con una rara sensación, no sé si he dormido mucho, tengo recuerdos de la noche que indican lo contrario, pero una sensación de haber descansado recorrer mi cuerpo.
Aseo, desayuno y a recoger las cosas para la mochila, que no se olvide nada y que quede todo como lo encontré, que también es importante. El autobús ya espera.
Vamos todos juntos, del primer relevo al último. El día está confuso, fresca mañana y tramos de niebla nos acompañan en el corto trayecto hasta Arzua, lugar donde empieza el primer tramo del último día.
Hoy los relevos son más numerosos, Amelia, Alfonso, Pilar, mis compañeros de aventura, Toño, Luis Ángel, Luque, Nuria, José Manuel, que empieza aquí y acabará en Santiago, grande, Luismi Rodríguez, Aroa, Laura, María, entre otros, corrieron el primer tramo de unos 8 kilómetos, que les llevará de Azrzúa a O Outeiro.
En Outeriro, esperamos los que vamos a hacer una tirada más larga a ritmos más humanos, fundiendo el tramo de O Outeiro a Amenal, lo que en un principio serían dos etapas; allí estaban junto a mí, se me olvidará gente, lo siento, Gonzalo, Mario, Luis Regales, Dani, Raquel, Jesús, Sacha, Antonio, Luismi Abad, José Couso, Coca, Pablo, y muchos más.
Durante la inquieta espera vemos pasar un rosario de peregrinos, uno, otro y otro, que a mí me parece interminable. La fatiga la llevan reflejada en el rostro, y en algunos son visibles los problemas físicos, pero todos ellos tienen en común su sonrisa de felicidad. Algunos paran, cuentan, dicen, preguntan, otros simplemente saludan y siguen camino, y una peregrina preguntó si éramos los que veníamos desde León corriendo por relevos para recaudar fondos para la lucha contra el cáncer, “saben que existimos”, se lo había dicho una amiga.  
Llegan los primeros relevistas, en esta ocasión las caras son diferentes, conscientes quizás de que han cumplido y que lo queda será un emotivo tramite. Foto para el recuerdo y a correr.
Empezamos corriendo por una estrecha callejuela empedrada en la que apenas caben dos corredores, para una vez salir del pequeño pueblo tomar una pista forestal rota de vez en cuando por el callejeo de los pueblos y por el peligroso cruce de las carreteras que, salvamos en dos o tres ocasiones.  
El grupo, que compone el relevo, con el paso de los kilómetros se va disgregando en dos, sigo bien el primero pero prefiero quedarme con el ritmo más cómodo del segundo.
El Camino discurre siempre jalonado por vegetación arbórea, entre la que distingo algún pequeño robledal, pinos y algún castaño, como testigos de lo que fueron esos montes, y que, hoy fruto de la voracidad humana, han sido sustituidos por los interminables montes de eucaliptos, que aunque no es lo mismo aportan belleza y aroma.
Salvamos una pequeña cuesta arriba y llegamos a O Empalme, donde contamos con el apoyo del gran grupo, y se une algún corredor, mientras que otros dan por finalizada la tirada. 
El paisaje varia poco, incluso podría decirse que corremos sobre el mismo decorado; sigo corriendo fácil, sin prisas, disfrutando, procurando adaptar el ritmo a los demás; eucaliptos y más eucaliptos, repecho para arriba, cuesta para abajo; la llegada a Santa Irene nos confunde, dos flechas, cada una en direcciones diferentes, siembran sus dudas, optamos por la que nos lleva a las calles del pueblo. El rodeo no ha sido mucho, quizás doscientos o trescientos metros, pero estas son las cosas que deberían evitarse. Con la bella monotonía, con esos eucaliptos regando sombra y olores que inundan nuestros pulmones, llegamos a Amenal; el final de una bonita etapa, y el lugar donde da comienzo el penúltimo relevo, el que nos acercará hasta el Monte del Gozo.
De nuevo entre el gran grupo, el que ya no abandonaré en todo el día, llegamos al mítico Monde del Gozo, donde la cercanía de la ciudad de Santiago se hace notar. Esto está tocando a su fin. Las emociones y los sentimientos empiezan a recorrer mi cuerpo, de modo diferente, con más fuerza.
Esperamos a ese penúltimo relevo; van llegando de uno en uno, estos no se han dado tregua; primero Alex, como no podía ser de otro modo, aunque viene corriendo desde antes de Amenal, y el último José Manuel que, grande, viene corriendo desde Arzúa.
Ahora sí que está el grupo completo, todos con la camiseta verde, agrupados y reagrupados una y otra vez, llegó el momento de correr todos juntos, unidos, de llegar juntos a Santiago, de entrar juntos en la Plaza del Obradoiro. Nos dejamos caer del Monte del Gozo unidos por una misma fuerza. Con Santiago ante nosotros, casi ya bajo nuestros pies, empiezan a emerger emociones que desde León esperaban en nuestro interior.
Cincuenta y dos horas densas, a punto de terminar la aventura, con la sensación de estar haciendo algo por los demás sin que nadie te lo haya pedido.
Corremos las primeras calles de Santiago, barrios nuevos sin apenas historia, todos con la camiseta verde lo que hace que no pasemos desapercibidos a los santiagueses, “¿qué pensarán? me pregunto, ellos que con el paso de los años de los siglos han visto a peregrinos de todo tipo; al menos espero que en ellos despertemos curiosidad. Las calles van cambiando, el suelo empedrado, las casas grises, de piedra, antiguas, nos indican que estamos entrando en el casco más viejo, que la catedral está más cerca. Ahora más juntos, más unidos, se acerca el gran momento; el sonido de unas gaitas acelera nuestro paso; las torres de la catedral empiezan a asomarse sobre las viejas casas; un arco, un gaitero que vierte sobre nosotros las notas de una vieja gaita, la algarabía al tomar la plaza del Obradoiro.
Momentos de alegría compartidos, me siento feliz. Mi cuerpo es recorrido por sensaciones contrapuestas, la alegría mostrada al exterior con una sonrisa y la nostalgia, un llanto interno por los familiares y amigos que se han quedado en el camino del cáncer.
Nos abrazamos, nos besamos con la complicidad que da el haber conseguido “juntos” el objetivo, de saber que entre nosotros han quedado tendidos lazos de amistad.
Con la felicidad reflejada en nuestros rostros salpicamos de camisetas verdes la plaza del Obradoiro, con la leyenda orgullosa en el pecho “A Santiago contra el cáncer 2012”.
Queda por cumplir con un rito: Abrazar al Apóstol. Subo la escalinata que da acceso al interior de la catedral, me detengo arriba y atrapó con mi cámara el recuerdo de los compañeros. “¿De dónde venís?” me pregunta un señor que junto a mí está mirando la plaza, le digo sobre nuestro “gesto solidario”, y un sencillo “Gracias” recibo como respuesta. Un gracias que resume un viaje y que aún resuena en mí.
Entro en la catedral, donde se está celebrando la misa del peregrino que todos los días da comienzo a las doce de la mañana, sigo la fila de camisetas verdes, sorteamos a los peregrinos, uno a uno vamos abrazando a Santiago. Llega mi turno, le abrazo, le susurro al oído mis gracias (cosas nuestras, Él sabe) y le dejo mi petición.
Aquí, ante el Apóstol Santiago, acaba el relato de este “gesto solidario” llamado “A Santiago contra el cáncer”. He pretendido solo contar mi historia que no es la historia de todos.
Y para terminar dos cosas, en primer lugar pedir perdón si en el transcurso de estas cincuenta y dos horas he molestado a alguien, nunca ha sido mi intención.
Y en segundo lugar dar las gracias a todos mis compañeros de aventura: A mi relevo, Pilar, Amelia, Alfonso, a Pedro y su bicicleta, a Jesús, el amigo del coche A, a Toño, a Talo, que siempre llegó con la comida a tiempo, y a Luismi Rodríguez, Aroa, Roberto, Nuria, Álex, Mario, Gaspar, Luque, Javi Fernández, Antonio González, Vaquera, Jorge, Carlos F. Riol, Álvaro, Antonio López, Coca, Pablo Campos, Jesús Rodríguez, Miguel García, Sacha, Ángel Alonso, Luismi Abad, Luis Regales, Barreales, María, Laura, Luis Ángel, José, Gonzalo, Arsenio, Juan Carlos, Dani, Raquel, Adolfo, José Carlos, Julen, Toño, a Yolanda, Carmen, Jesús García, Muro, Pedro, Silvia, Peñín, Pablo García, a los chicos de la Academia Básica del Aire, a Agustín, y a los que me olvido que también fueron importantes, y a los que corrieron algún tramo con nosotros, y en especial a César, que me dió la oportunidad de participar en este bonito gesto y a Ángeles, que no le importó perder dos días de vacaciones para que yo fuese a Santiago.
Gracias a todos.
Buen Camino.

4 comentarios:

Miguel dijo...

Felicidades a todos por culminar ese gran GESTO a través del deporte popular.

TITAN dijo...

muy buena cronica campeon que grande eres y que bien lo pasamos

Tecolinha dijo...

Felicidades, Satur, una gran aventura.

L.A. dijo...

Falta darte las gracias a ti por lo que no cuentas, pero todos sabemos...