domingo, 21 de febrero de 2016

V Corre por una causa: Una historia y unas fotos

La causa de la carrera de Entreculturas ya es de por sí un buen motivo para correr. Y hoy el día ha acompañado, sol y buena temperatura. Y por supuesto buena compañía.
Noventa y ocho días han trascurrido desde el último día que me coloqué un dorsal. Días de descanso, vuelta a la calma, y vuelta al lío. Y ahí estaba, dispuesto a terminar una semana que empezó exigente, que continuó, y que quería acabar con ese nivel de exigencia. Una carrera para un duro entrenamiento.
Después de la cuenta atrás, arrancó sin fijarme límites, solo los que mi cuerpo me imponga, lo que quiere decir que salgo más rápido de lo habitual. Al principio, fácil, y después de la pequeña cuesta, afronto el terreno favorable con ganas, y sin pensar en lo que queda. Los ánimos de Héctor, también de César, y de  Cristina, ya en terreno muy conocido. La Candamia aún ve un ritmo alegre, alegrado aún más por el aliento de Dani, el spaker del km. 5, que empujaba con sus palabras. Que sin él saberlo me trasportó a Sevilla, a su maratón. Al recuerdo de los amigos que estaban batiéndose el cobre. Un poco de agua para seguir, para que el ímpetu empuje mis piernas. Ante mí la gran recta a orillas del Torio, que con el paso de los kilómetros hace que sea eterna. Me quedo sin referencias, sin poder seguir a los que me preceden, ni a los que me adelantan. Me quedo sin pasos amigos. Empiezo a notar el esfuerzo, pero sigo en el empeño. De una larga recta, la del Torio, a otra, la del Bernesga. Las piernas me dicen “dónde vas”. ¡Uf!, me agarro al crono, a luchar por un ritmo que me mantenga en carrera. A lo lejos, fijo mi mirada en el primer puente, después de este, en el segundo, con el ruido del rastro, y en el otro puente, el tercero, el que casi me deja en la meta. Trabajando la carrera, el entrenamiento.
El clic de una cámara, unas fotos, unas palabras, las de Ángeles, que me recuerdan que llevo el dorsal 112. Llega el 112, sin sirenas y corriendo, me sonrío. La impresionante explanada de San Marcos, la pequeña recta de meta que deja ver a través del pequeño arco la grandeza y belleza del Parador.
Me reúno con mis compañeros del Nunca correrás solo. “Que largos se me han hecho estos 10 km”. A ellos también.

Además de esta pequeña historia, la mía, os dejo con las fotos de Ángeles: PINCHAR AQUÍ.

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