En torno a las 09:15 horas, y en compañía de Ángel, vuelvo al lugar del crimen, el polideportivo de Colmenar Viejo, donde hace dos años dije “no volveré”, y que si alguna vez lo hacía sería bajo dos condiciones; hoy he vuelto y ninguna de esas dos condiciones se cumple; ¿por qué? entonces, y después de mucho rebuscar solo encuentro una explicación: acompañar y ayudar a mis amigos del “nunca correrás solo” a pasar “EL GRAN RETO”, solo por eso.
A continuación llega Alberto, el otro superviviente del 2007, el otro que también dijo “no volveré”, y que hoy también esta aquí, pero él al menos cumple con una de las condiciones.
Poco después llega Abe y Fernando, el grupo al completo, y tras los saludos y alguna broma nos disponemos a recoger los dorsales.
Repartimos las bolsas que dejaremos en los diferentes puntos; en Colmenar la de la comida, junto alguna camiseta y calcetines; para Tres Cantos calcetines, cortavientos, fruta, y muy importante el frontal; y para San Sebastián de los Reyes, punto importante, lo necesario para ducharnos y cambiarnos de ropa, y algo de comida. Terminado el reparto aún nos queda tiempo para tomar un café y ultimar los últimos detalles, aunque a estas alturas esto ya importe poco.
Casi con el tiempo justo nos encaminamos al campo de hierba artificial, nos mezclamos con la gente que al igual que nosotros afrontará “EL GRAN RETO”, cada uno con su particular gran reto, con su particular gran historia.
Suena la megafonía y se hace el silencio, “hola, bienvenidos a la XV edición de los 100 kilómetros en 24 horas, a los 1176 participantes, a los … (para pasar a enumerar los lugares de procedencia) …… a los cinco de León……a los 941 de Madrid”; las 12:00 horas, dan la salida y la gente empieza a moverse; nos deseamos suerte, no cabe duda que a lo largo del día la vamos a necesitar.
Salimos del polideportivo confundidos con el tumulto de corredores y tras caminar unos dos kilómetros abandonamos el casco urbano de Colmenar, por delante camino de tierra y piedras; “vamos que hoy dormimos en casa” grita a los cuatro vientos Alberto; la riada avanza por un terreno de ligero descenso, unos charlando animadamente, la mayoría, y otros pensativos, conscientes de lo mucho que queda; el calor es sofocante y el sol, en lo alto, amenaza con no dar tregua.
Llegamos al primer avituallamiento, kilómetro 5´5; la gente se agolpa para coger su botella de agua, y nosotros no somos menos, sabemos que es importante ingerir líquido, recogemos la nuestra y seguimos la marcha; a estas alturas la carrera aún va unida, aunque ya se empiezan a ver caras de sufrimiento, “Dios mío, con lo que queda” pienso.
Pasamos por el segundo avituallamiento, el del kilómetro 12; nos aprovisionamos de líquido y continuamos, no queremos perder tiempo; el terreno parece que se pone favorable y según lo programado nos ponemos a trotar, Alberto y Ángel se van por delante, mientras Abe y yo nos rezagamos algo, Fernando había decidido ir andando; pronto el camino vuelve hacía arriba, por lo que toca andar; hacía abajo, hacía arriba; a nuestra izquierda Manzanares el Real y el embalse de Santillana, bonita estampa, mientras seguimos andando.
Abe y yo llegamos al tercer avituallamiento, kilómetro 18´5, donde Ángel y Alberto esperaban pacientemente; recogemos agua con ansiedad, vamos secos por dentro y empapados en sudor por fuera, el sol nos esta castigando en exceso; buscamos una sombra y nos sentamos unos segundos, o quizás minutos, nuestras caras empiezan a mostrar cansancio, “algo pronto, es mucho lo que aún nos queda”; vemos llegar a Fernando, y decidimos emprender la marcha; el terreno ahora es favorable y trotamos, “voy andando con Fernando” dice el bueno de Abe, “vale, pero seguir con ritmo constante”, y nos vamos; intuyo que mi amigo Abe no llegará al final, es demasiado pronto ha optar por la solución cómoda; por supuesto no lo comento con el resto del grupo, no es cuestión de causar desánimos; trotando llegamos al kilómetro 21, lugar del cuarto avituallamiento; repetimos el mismo ritual, recogida de agua, bebida de una botella al instante y recogida de otra para que nos acompañe hasta el siguiente avituallamiento.
Con un terreno más favorable marchamos a trote suave, Alberto por delante, Ángel con un ojo puesto en Alberto y con el rabillo pendiente de mí, “vas bien Satur”, “Sí, tira no te preocupes, no quiero forzar”, o no puedo; así seguimos, Ángel de enlace y fiel escudero, pendiente de que no me retrase; hace demasiado calor, y me esta haciendo mella, no quiero que se me disparen las pulsaciones y troto suave, dejándome caer en las bajadas, y andando en cuanto el terreno llanea.
Llegamos al kilómetro 27, quinto avituallamiento, el panorama es desolador, gente mareada que no entiende lo que le esta pasando, gente sentada donde puede; idéntico ritual, recogida de agua, una, dos botellas bebidas en un visto y no visto; el puente de la vía del tren da sombra y aunque el lugar esta concurrido busco un hueco, Alberto y Ángel me siguen; un respiro no me vendrá mal, se que vamos mas lentos de lo que habíamos planificado pero no puedo ir mas rápido; “vamos Satur, mientras mas paremos peor” dice Alberto; me levanto, se que tiene razón, cogemos otra botella de agua y seguimos, iniciamos un recorrido paralelo a la vía del tren, encajonados, donde el calor aprieta de lo lindo, que nos lleva al sexto avituallamiento, ya estamos en el kilómetro 30´5; agua y más agua; aquí apenas paramos, solo tenemos ganas de llegar a Colmenar; a lo lejos vemos las primeras casas, aunque aún tardaremos un buen rato en llegar a ellas; “campeones, campeones”, reconocemos a las intrépidas que a voz en grito nos reciben, Beatriz y Laura; al fin una alegría; intercambio de saludos, informamos de nuestro estado y de que Abe y Fernando vienen por detrás; continuamos y ellas esperan a los rezagados, quienes a buen seguro agradecieron los gritos de aliento; ya por las calle de Colmenar, crece la ansiedad por llegar al polideportivo, caminamos cabizbajos, pensativos; me cambio de acera, poco después lo hace Ángel, “no sé si podré continuar, tengo unas ampollas que no me dejan andar” dice Ángel; sus palabras me dejan noqueado, no se que decir, ni que consejo dar, continuar en mal estado es una locura sabiendo lo que queda por delante.
Llegamos al polideportivo de Colmenar Viejo, kilómetro 35 de nuestro particular reto, son las 18:45 horas y estamos extenuados; recogemos las mochilas donde hemos dejado la comida; buscamos un hueco para sentarnos, o tirarnos, sin ganas de comer, solo beber y descansar; nos quitamos las zapatillas y los calcetines, Ángel ve el desaguisado que tiene en sus pies, cundiendo en él el desanimo, su cara es un poema, aunque no menos que la nuestra; “venga, vamos a comer, quizás lo veamos todo mejor después” les digo; preparamos nuestra pasta, Ángel apenas prueba bocado, su cabeza da vueltas a la idea del abandono; llegan Abe y Fernando, acompañados de Laura y Beatriz, también exhaustos; parece que al estar todos juntos recobramos el ánimo; chanzas con el tenedor de mis cuñadas y que en esos momentos no encontré, “a saber a que polideportivo me los has mandado Ángel”, y bajo la amenaza del secreto si no aparecía; en esas estamos cuando Alberto y yo decidimos arrancar, 18:45 horas, Ángel probará suerte, y Abe y Fernando esperaran hasta las siete.
Nos despedimos y volvemos a encararnos con nuestro enemigo, el sol abrasador, que con sus latigazos nos esta hundiendo en la miseria moral; vamos pendientes de Ángel, quien ahora camina detrás, pensativo; “no puedo, lo siento” nos dice desconsolado, “no pasa nada, si no estas bien es la mejor decisión, ya tendremos otros retos”, “suerte”; ya cada uno por nuestro lado, Ángel de vuelta y Alberto y yo cara a Tres Cantos; este contratiempo me afecta sicológicamente porque soy consciente de que en cualquier momento me voy a quedar solo, Alberto aunque esta fuerte atraviesa por problemas físicos que en cualquier momento le pueden llevar al abandono; en estas meditaciones estoy cuando llegamos al kilómetro 38´5, otro avituallamiento mas, el octavo; recogida de agua y tras una breve conversación continuamos la marcha; se nos une un corredor, también leonés, del Bierzo para mas señas, va algún tramo con nosotros, pero problemas en sus gemelos le acaban dejando rezagado; con terreno en ligero descenso, vamos trotando, recordando nuestra andadura de hace dos años; lo bueno no podía durar eternamente y pronto iniciamos una subida, larga subida, que nos lleva al siguiente avituallamiento, en el kilómetro 45´7, donde recogemos el agua sin detenernos; seguimos subiendo con la tapia del Pardo a nuestra derecha; andando, intentando adivinar por donde andarán nuestros compañeros Abe y Fernando, cuando nos damos con el avituallamiento del kilómetro 49; “agua fría” pedimos casi rogando, “lo que se puede” nos dice amablemente la pareja que se encuentra en el lugar, “hemos pedido hielo y no nos lo traen”; continuamos, nos despedimos “hasta mañana”, por aquí volveremos a pasar en nuestro regreso a casa; la ascensión continua y la tapia también, ya casi la odio; recordamos que cuando se coronaba se veía Tres Cantos, y así es; la visión de la ciudad hace que nuestra zancada sea más alegre; entramos en la localidad y bien sabemos que su polideportivo esta al otro lado; gruesas gotas de lluvia golpean nuestras cabezas; el polideportivo ante nosotros; el reloj ya en las 21:30 horas; “campeones, campeones” nos gritan otra vez Beatriz y Laura; esto si que ya no lo esperábamos; juntos vamos hacia el interior del recinto, sellamos el rutómetro y nos disponemos a descansar y comer algo de fruta; el cansancio a estas alturas es palpable; llamamos a Abe y Fernando, quienes dicen que ya ven el hotel, “están cerca” comentamos, y decidimos esperar, para ver si quieren continuar con nosotros; tardan y volvemos a llamar, nuestra intención es no estar mucho tiempo allí; “estamos en la estación” nos dicen, pero que no van bien, por lo que decidimos emprender la marcha.
A las 22:00 abandonamos el polideportivo “Laura Oter” de Tres Cantos; con la preocupación por nuestros compañeros y con la noche ya encima; preparamos nuestros frontales, pronto tendremos que darles utilidad. La salida de Tres Cantos no esta muy bien señalizada, incertidumbre en el camino a seguir, llegan otros corredores y entre todos intuimos la ruta, parece ser la correcta; ahora caminamos en grupo, vemos unas lucecitas venir de cara, “no es por aquí, tenemos que cruzar para el otro lado”; ya nos colábamos; retomamos el camino bueno y seguimos caminando; empieza a llover con intensidad, lo suficiente para hacernos sacar nuestros chubasqueros, a la memoria nos viene lo que nos cayó en la edición del 2007; pero en esta ocasión el castigo ya lo habíamos recibido durante el día y pronto dejo de llover; retirada de chubasquero y a caminar con la vista puesta en el suelo para no dar un paso en falso y quedar tirado como una colilla en mitad del monte; en grupo mas o menos estirado llegamos al punto kilométrico 58, nuevo avituallamiento; recogemos agua, pero ya con menos ansiedad, la temperatura ha bajado considerablemente y no necesitamos tanta aportación líquida; la preocupación por nuestros compañeros, Abe y Fernando, es constante; una llamada nos confirma que han abandonado en Tres Cantos; nuevo golpe sicológico, que mientras antes aceptemos antes nos librara de los malos pensamientos.
Con constantes subidas y bajadas alcanzamos el Salto del Lobo, kilómetro 61´8, y avituallamiento creo que treceavo; ya no hay parada, tiramos la botella que llevamos vacía y cogemos una llena.
Nuestra marcha se ralentiza, y el grupo se nos va, Alberto empieza a tener problemas en sus cervicales; temo lo peor; entramos en zona de urbanizaciones, con chalés de mayor o menor postín, pero ninguno sin desmerecer; “un baño ahora en cualquier piscina” era el deseo de Alberto, “no ladran los perros, dónde se ha visto un chalé sin perro” era mí pensamiento; ¿diálogo de sordos?, no, simplemente de gente que lleva muchas horas juntos.
Avituallamiento 14 y kilómetro 67´8; amabilidad a raudales, aunque no disfrutamos mucho de ella; andando se hace camino, camino se hace al andar; en mente un deseo llegar a San Sebastián de los Reyes, el lugar reservado para una relajante ducha; ya hace rato que caminamos solos, con paso cansino pero constante seguimos avanzando, aún antes de llegar al próximo refugio tenemos que afrontar una larga cuesta; ésta se nos hace interminable; giro a la izquierda y nuestro oasis a la vista, las piscinas del polideportivo de San Sebastián, kilómetro 74; suena el teléfono, es mi mujer, y cada uno en su papel, ella dando ánimos y yo aportando toda la tranquilidad que puedo, de que en mi voz no note el cansancio, cosa ya difícil a estas alturas; son ya las 02:30 horas.
Dentro del pequeño recinto que este año tenemos habilitado, recogemos nuestras mochilas, nos duchamos y nos disponemos a comer algo, mientras descansan nuestros cuerpos y nuestras mentes; “el autobús para Colmenar va a salir, ¿quién abandona?, venga que hasta las 07:00 horas no sale otro” grita una voluntaria; Alberto poseído por un resorte se levanta, “yo abandono”, “lo siento Satur”, “no pasa nada, no te preocupes”, “suerte”; contemplo como se va, son las 03:00 horas; con mi sándwich en la mano, asimilando la soledad, esa soledad en la que de repente te encuentras aunque estés rodeado de gente; mastico despacio, bebo aquarius, agua, mastico y vuelvo a beber; saco el teléfono y releo los mensajes de ánimo que me han mandado mi hija y Carlos; busco el apoyo lejano de mi ángel de la guarda; “vamos, hace horas que sabías que esto acabaría así”; miro a uno y otro lado, gente tirada por el suelo, descansando; otros caminando a duras penas hacía la ducha; tengo que buscar un grupo y salir con el; a mi izquierda un grupeto de seis miembros (cuatro hombres, una mujer y una perrita); se preparan para la salida, este es el mío, recojo las bolsas con celeridad, me pongo los calcetines y me calzo las zapatillas; se levantan, voy hacía ellos, “¿vais a salir?, “si”, “os importa que me una a vosotros”,”no”.
03:15 horas, salimos fuera y me presenta al resto del grupo, “hemos adoptado a Saturnino”, voy a omitir sus nombres, (que permanezcan en vuestro anonimato, y si algún día leen ésto y quieren salir que lo hagan), solo revelar el de la perrita, llamada “Mora”; después de los saludos iniciamos la caminata; una marcha con paso alegre; son de Tres Cantos y conocen el terreno; con conversación animada nos presentamos en el avituallamiento del kilómetro 81; no hay parada, recogida de líquido, breve conversación con los responsables y continuamos; “no podemos enfriarnos” dicen ; del grupo, solo dos lo están haciendo desde el principio (varón y hembra), el resto lo hacen desde el kilómetro 53 (Tres Cantos), y eso se nota; tanto que casi con precisión suiza llegamos de nuevo al polideportivo de Tres Cantos, pero esta vez estamos en el kilómetro 88; son las 06:03 horas, y la hora que habían previsto era las 06:00 horas.
Aquí nos abandona nuestra perrita “Mora” y su dueño, pero se incorpora la mujer del participante del grupo; gente de refresco para ayudar a nuestros ya cansados cuerpo y alma, viene con un termo con leche con colacao, pero creo que solo uno o dos le hicieron caso, el resto por cansancio lo rechazamos; no estamos nada mas que diez minutos, lo justo para sentarnos y quitarnos las piedrecillas de las zapatillas; yo solo sentarme, ya no quería tocar los pies, no se por qué llevaba la extraña sensación de tener una boja en el izquierdo, así que mejor dejarlo como esta.
Salimos ya a por los últimos kilómetros, con un poco de suerte el sol ya no nos castigara; abandonamos Tres Cantos y con un suave descenso nos presentamos en el avituallamiento del kilómetro 92´6, el 18 ya, “buenos días” saludó a la pareja que lo atiende, los mismos a los que ayer dije hasta mañana, y aquí estoy; no nos entrenemos, cogemos agua ya por inercia, apenas bebemos; andamos como autómatas, empujados por el constante ánimo de nuestros acompañantes; ya de dos en dos, espaciados; nuestra valiente se queda un poco, pero mantenemos contacto visual; cruzo mis diecisiete regueros, pero esta vez sin agua. Llegamos al último avituallamiento el del kilómetro 96, yo ya no cojo agua, aún tengo en la botella que llevo conmigo desde el anterior puesto; “ya lo tenéis chupado” nos dicen mientras nos alejamos.
A partir de aquí ya todo es subida, pero la cercanía de la meta la hace mas llevadera; continuamos con paso constante y con la vista puesta en nuestra compañera; sigue manteniendo la distancia, va bien, dentro de lo que cabe; llegando al final de la cuesta nos alcanza, ya juntos entramos en Colmenar, llegamos al polideportivo, nos acercamos al campo de hierba artificial, al que hay que dar una vuelta antes de entrar en meta, aplausos de los voluntarios y de quién espera la llegada de sus familiares; ya solo caminamos los tres, cada uno con sus sentimientos a flor de piel, juntos cruzamos la meta, nos abrazamos entre risas llenas de emoción, de una emoción contenida; cada uno tratando de atrapar ese momento, de llenarlo de recuerdos que jamás se olvidara.
A continuación llega Alberto, el otro superviviente del 2007, el otro que también dijo “no volveré”, y que hoy también esta aquí, pero él al menos cumple con una de las condiciones.
Poco después llega Abe y Fernando, el grupo al completo, y tras los saludos y alguna broma nos disponemos a recoger los dorsales.
Repartimos las bolsas que dejaremos en los diferentes puntos; en Colmenar la de la comida, junto alguna camiseta y calcetines; para Tres Cantos calcetines, cortavientos, fruta, y muy importante el frontal; y para San Sebastián de los Reyes, punto importante, lo necesario para ducharnos y cambiarnos de ropa, y algo de comida. Terminado el reparto aún nos queda tiempo para tomar un café y ultimar los últimos detalles, aunque a estas alturas esto ya importe poco.
Casi con el tiempo justo nos encaminamos al campo de hierba artificial, nos mezclamos con la gente que al igual que nosotros afrontará “EL GRAN RETO”, cada uno con su particular gran reto, con su particular gran historia.
Suena la megafonía y se hace el silencio, “hola, bienvenidos a la XV edición de los 100 kilómetros en 24 horas, a los 1176 participantes, a los … (para pasar a enumerar los lugares de procedencia) …… a los cinco de León……a los 941 de Madrid”; las 12:00 horas, dan la salida y la gente empieza a moverse; nos deseamos suerte, no cabe duda que a lo largo del día la vamos a necesitar.
Salimos del polideportivo confundidos con el tumulto de corredores y tras caminar unos dos kilómetros abandonamos el casco urbano de Colmenar, por delante camino de tierra y piedras; “vamos que hoy dormimos en casa” grita a los cuatro vientos Alberto; la riada avanza por un terreno de ligero descenso, unos charlando animadamente, la mayoría, y otros pensativos, conscientes de lo mucho que queda; el calor es sofocante y el sol, en lo alto, amenaza con no dar tregua.
Llegamos al primer avituallamiento, kilómetro 5´5; la gente se agolpa para coger su botella de agua, y nosotros no somos menos, sabemos que es importante ingerir líquido, recogemos la nuestra y seguimos la marcha; a estas alturas la carrera aún va unida, aunque ya se empiezan a ver caras de sufrimiento, “Dios mío, con lo que queda” pienso.
Pasamos por el segundo avituallamiento, el del kilómetro 12; nos aprovisionamos de líquido y continuamos, no queremos perder tiempo; el terreno parece que se pone favorable y según lo programado nos ponemos a trotar, Alberto y Ángel se van por delante, mientras Abe y yo nos rezagamos algo, Fernando había decidido ir andando; pronto el camino vuelve hacía arriba, por lo que toca andar; hacía abajo, hacía arriba; a nuestra izquierda Manzanares el Real y el embalse de Santillana, bonita estampa, mientras seguimos andando.
Abe y yo llegamos al tercer avituallamiento, kilómetro 18´5, donde Ángel y Alberto esperaban pacientemente; recogemos agua con ansiedad, vamos secos por dentro y empapados en sudor por fuera, el sol nos esta castigando en exceso; buscamos una sombra y nos sentamos unos segundos, o quizás minutos, nuestras caras empiezan a mostrar cansancio, “algo pronto, es mucho lo que aún nos queda”; vemos llegar a Fernando, y decidimos emprender la marcha; el terreno ahora es favorable y trotamos, “voy andando con Fernando” dice el bueno de Abe, “vale, pero seguir con ritmo constante”, y nos vamos; intuyo que mi amigo Abe no llegará al final, es demasiado pronto ha optar por la solución cómoda; por supuesto no lo comento con el resto del grupo, no es cuestión de causar desánimos; trotando llegamos al kilómetro 21, lugar del cuarto avituallamiento; repetimos el mismo ritual, recogida de agua, bebida de una botella al instante y recogida de otra para que nos acompañe hasta el siguiente avituallamiento.
Con un terreno más favorable marchamos a trote suave, Alberto por delante, Ángel con un ojo puesto en Alberto y con el rabillo pendiente de mí, “vas bien Satur”, “Sí, tira no te preocupes, no quiero forzar”, o no puedo; así seguimos, Ángel de enlace y fiel escudero, pendiente de que no me retrase; hace demasiado calor, y me esta haciendo mella, no quiero que se me disparen las pulsaciones y troto suave, dejándome caer en las bajadas, y andando en cuanto el terreno llanea.
Llegamos al kilómetro 27, quinto avituallamiento, el panorama es desolador, gente mareada que no entiende lo que le esta pasando, gente sentada donde puede; idéntico ritual, recogida de agua, una, dos botellas bebidas en un visto y no visto; el puente de la vía del tren da sombra y aunque el lugar esta concurrido busco un hueco, Alberto y Ángel me siguen; un respiro no me vendrá mal, se que vamos mas lentos de lo que habíamos planificado pero no puedo ir mas rápido; “vamos Satur, mientras mas paremos peor” dice Alberto; me levanto, se que tiene razón, cogemos otra botella de agua y seguimos, iniciamos un recorrido paralelo a la vía del tren, encajonados, donde el calor aprieta de lo lindo, que nos lleva al sexto avituallamiento, ya estamos en el kilómetro 30´5; agua y más agua; aquí apenas paramos, solo tenemos ganas de llegar a Colmenar; a lo lejos vemos las primeras casas, aunque aún tardaremos un buen rato en llegar a ellas; “campeones, campeones”, reconocemos a las intrépidas que a voz en grito nos reciben, Beatriz y Laura; al fin una alegría; intercambio de saludos, informamos de nuestro estado y de que Abe y Fernando vienen por detrás; continuamos y ellas esperan a los rezagados, quienes a buen seguro agradecieron los gritos de aliento; ya por las calle de Colmenar, crece la ansiedad por llegar al polideportivo, caminamos cabizbajos, pensativos; me cambio de acera, poco después lo hace Ángel, “no sé si podré continuar, tengo unas ampollas que no me dejan andar” dice Ángel; sus palabras me dejan noqueado, no se que decir, ni que consejo dar, continuar en mal estado es una locura sabiendo lo que queda por delante.
Llegamos al polideportivo de Colmenar Viejo, kilómetro 35 de nuestro particular reto, son las 18:45 horas y estamos extenuados; recogemos las mochilas donde hemos dejado la comida; buscamos un hueco para sentarnos, o tirarnos, sin ganas de comer, solo beber y descansar; nos quitamos las zapatillas y los calcetines, Ángel ve el desaguisado que tiene en sus pies, cundiendo en él el desanimo, su cara es un poema, aunque no menos que la nuestra; “venga, vamos a comer, quizás lo veamos todo mejor después” les digo; preparamos nuestra pasta, Ángel apenas prueba bocado, su cabeza da vueltas a la idea del abandono; llegan Abe y Fernando, acompañados de Laura y Beatriz, también exhaustos; parece que al estar todos juntos recobramos el ánimo; chanzas con el tenedor de mis cuñadas y que en esos momentos no encontré, “a saber a que polideportivo me los has mandado Ángel”, y bajo la amenaza del secreto si no aparecía; en esas estamos cuando Alberto y yo decidimos arrancar, 18:45 horas, Ángel probará suerte, y Abe y Fernando esperaran hasta las siete.
Nos despedimos y volvemos a encararnos con nuestro enemigo, el sol abrasador, que con sus latigazos nos esta hundiendo en la miseria moral; vamos pendientes de Ángel, quien ahora camina detrás, pensativo; “no puedo, lo siento” nos dice desconsolado, “no pasa nada, si no estas bien es la mejor decisión, ya tendremos otros retos”, “suerte”; ya cada uno por nuestro lado, Ángel de vuelta y Alberto y yo cara a Tres Cantos; este contratiempo me afecta sicológicamente porque soy consciente de que en cualquier momento me voy a quedar solo, Alberto aunque esta fuerte atraviesa por problemas físicos que en cualquier momento le pueden llevar al abandono; en estas meditaciones estoy cuando llegamos al kilómetro 38´5, otro avituallamiento mas, el octavo; recogida de agua y tras una breve conversación continuamos la marcha; se nos une un corredor, también leonés, del Bierzo para mas señas, va algún tramo con nosotros, pero problemas en sus gemelos le acaban dejando rezagado; con terreno en ligero descenso, vamos trotando, recordando nuestra andadura de hace dos años; lo bueno no podía durar eternamente y pronto iniciamos una subida, larga subida, que nos lleva al siguiente avituallamiento, en el kilómetro 45´7, donde recogemos el agua sin detenernos; seguimos subiendo con la tapia del Pardo a nuestra derecha; andando, intentando adivinar por donde andarán nuestros compañeros Abe y Fernando, cuando nos damos con el avituallamiento del kilómetro 49; “agua fría” pedimos casi rogando, “lo que se puede” nos dice amablemente la pareja que se encuentra en el lugar, “hemos pedido hielo y no nos lo traen”; continuamos, nos despedimos “hasta mañana”, por aquí volveremos a pasar en nuestro regreso a casa; la ascensión continua y la tapia también, ya casi la odio; recordamos que cuando se coronaba se veía Tres Cantos, y así es; la visión de la ciudad hace que nuestra zancada sea más alegre; entramos en la localidad y bien sabemos que su polideportivo esta al otro lado; gruesas gotas de lluvia golpean nuestras cabezas; el polideportivo ante nosotros; el reloj ya en las 21:30 horas; “campeones, campeones” nos gritan otra vez Beatriz y Laura; esto si que ya no lo esperábamos; juntos vamos hacia el interior del recinto, sellamos el rutómetro y nos disponemos a descansar y comer algo de fruta; el cansancio a estas alturas es palpable; llamamos a Abe y Fernando, quienes dicen que ya ven el hotel, “están cerca” comentamos, y decidimos esperar, para ver si quieren continuar con nosotros; tardan y volvemos a llamar, nuestra intención es no estar mucho tiempo allí; “estamos en la estación” nos dicen, pero que no van bien, por lo que decidimos emprender la marcha.
A las 22:00 abandonamos el polideportivo “Laura Oter” de Tres Cantos; con la preocupación por nuestros compañeros y con la noche ya encima; preparamos nuestros frontales, pronto tendremos que darles utilidad. La salida de Tres Cantos no esta muy bien señalizada, incertidumbre en el camino a seguir, llegan otros corredores y entre todos intuimos la ruta, parece ser la correcta; ahora caminamos en grupo, vemos unas lucecitas venir de cara, “no es por aquí, tenemos que cruzar para el otro lado”; ya nos colábamos; retomamos el camino bueno y seguimos caminando; empieza a llover con intensidad, lo suficiente para hacernos sacar nuestros chubasqueros, a la memoria nos viene lo que nos cayó en la edición del 2007; pero en esta ocasión el castigo ya lo habíamos recibido durante el día y pronto dejo de llover; retirada de chubasquero y a caminar con la vista puesta en el suelo para no dar un paso en falso y quedar tirado como una colilla en mitad del monte; en grupo mas o menos estirado llegamos al punto kilométrico 58, nuevo avituallamiento; recogemos agua, pero ya con menos ansiedad, la temperatura ha bajado considerablemente y no necesitamos tanta aportación líquida; la preocupación por nuestros compañeros, Abe y Fernando, es constante; una llamada nos confirma que han abandonado en Tres Cantos; nuevo golpe sicológico, que mientras antes aceptemos antes nos librara de los malos pensamientos.
Con constantes subidas y bajadas alcanzamos el Salto del Lobo, kilómetro 61´8, y avituallamiento creo que treceavo; ya no hay parada, tiramos la botella que llevamos vacía y cogemos una llena.
Nuestra marcha se ralentiza, y el grupo se nos va, Alberto empieza a tener problemas en sus cervicales; temo lo peor; entramos en zona de urbanizaciones, con chalés de mayor o menor postín, pero ninguno sin desmerecer; “un baño ahora en cualquier piscina” era el deseo de Alberto, “no ladran los perros, dónde se ha visto un chalé sin perro” era mí pensamiento; ¿diálogo de sordos?, no, simplemente de gente que lleva muchas horas juntos.
Avituallamiento 14 y kilómetro 67´8; amabilidad a raudales, aunque no disfrutamos mucho de ella; andando se hace camino, camino se hace al andar; en mente un deseo llegar a San Sebastián de los Reyes, el lugar reservado para una relajante ducha; ya hace rato que caminamos solos, con paso cansino pero constante seguimos avanzando, aún antes de llegar al próximo refugio tenemos que afrontar una larga cuesta; ésta se nos hace interminable; giro a la izquierda y nuestro oasis a la vista, las piscinas del polideportivo de San Sebastián, kilómetro 74; suena el teléfono, es mi mujer, y cada uno en su papel, ella dando ánimos y yo aportando toda la tranquilidad que puedo, de que en mi voz no note el cansancio, cosa ya difícil a estas alturas; son ya las 02:30 horas.
Dentro del pequeño recinto que este año tenemos habilitado, recogemos nuestras mochilas, nos duchamos y nos disponemos a comer algo, mientras descansan nuestros cuerpos y nuestras mentes; “el autobús para Colmenar va a salir, ¿quién abandona?, venga que hasta las 07:00 horas no sale otro” grita una voluntaria; Alberto poseído por un resorte se levanta, “yo abandono”, “lo siento Satur”, “no pasa nada, no te preocupes”, “suerte”; contemplo como se va, son las 03:00 horas; con mi sándwich en la mano, asimilando la soledad, esa soledad en la que de repente te encuentras aunque estés rodeado de gente; mastico despacio, bebo aquarius, agua, mastico y vuelvo a beber; saco el teléfono y releo los mensajes de ánimo que me han mandado mi hija y Carlos; busco el apoyo lejano de mi ángel de la guarda; “vamos, hace horas que sabías que esto acabaría así”; miro a uno y otro lado, gente tirada por el suelo, descansando; otros caminando a duras penas hacía la ducha; tengo que buscar un grupo y salir con el; a mi izquierda un grupeto de seis miembros (cuatro hombres, una mujer y una perrita); se preparan para la salida, este es el mío, recojo las bolsas con celeridad, me pongo los calcetines y me calzo las zapatillas; se levantan, voy hacía ellos, “¿vais a salir?, “si”, “os importa que me una a vosotros”,”no”.
03:15 horas, salimos fuera y me presenta al resto del grupo, “hemos adoptado a Saturnino”, voy a omitir sus nombres, (que permanezcan en vuestro anonimato, y si algún día leen ésto y quieren salir que lo hagan), solo revelar el de la perrita, llamada “Mora”; después de los saludos iniciamos la caminata; una marcha con paso alegre; son de Tres Cantos y conocen el terreno; con conversación animada nos presentamos en el avituallamiento del kilómetro 81; no hay parada, recogida de líquido, breve conversación con los responsables y continuamos; “no podemos enfriarnos” dicen ; del grupo, solo dos lo están haciendo desde el principio (varón y hembra), el resto lo hacen desde el kilómetro 53 (Tres Cantos), y eso se nota; tanto que casi con precisión suiza llegamos de nuevo al polideportivo de Tres Cantos, pero esta vez estamos en el kilómetro 88; son las 06:03 horas, y la hora que habían previsto era las 06:00 horas.
Aquí nos abandona nuestra perrita “Mora” y su dueño, pero se incorpora la mujer del participante del grupo; gente de refresco para ayudar a nuestros ya cansados cuerpo y alma, viene con un termo con leche con colacao, pero creo que solo uno o dos le hicieron caso, el resto por cansancio lo rechazamos; no estamos nada mas que diez minutos, lo justo para sentarnos y quitarnos las piedrecillas de las zapatillas; yo solo sentarme, ya no quería tocar los pies, no se por qué llevaba la extraña sensación de tener una boja en el izquierdo, así que mejor dejarlo como esta.
Salimos ya a por los últimos kilómetros, con un poco de suerte el sol ya no nos castigara; abandonamos Tres Cantos y con un suave descenso nos presentamos en el avituallamiento del kilómetro 92´6, el 18 ya, “buenos días” saludó a la pareja que lo atiende, los mismos a los que ayer dije hasta mañana, y aquí estoy; no nos entrenemos, cogemos agua ya por inercia, apenas bebemos; andamos como autómatas, empujados por el constante ánimo de nuestros acompañantes; ya de dos en dos, espaciados; nuestra valiente se queda un poco, pero mantenemos contacto visual; cruzo mis diecisiete regueros, pero esta vez sin agua. Llegamos al último avituallamiento el del kilómetro 96, yo ya no cojo agua, aún tengo en la botella que llevo conmigo desde el anterior puesto; “ya lo tenéis chupado” nos dicen mientras nos alejamos.
A partir de aquí ya todo es subida, pero la cercanía de la meta la hace mas llevadera; continuamos con paso constante y con la vista puesta en nuestra compañera; sigue manteniendo la distancia, va bien, dentro de lo que cabe; llegando al final de la cuesta nos alcanza, ya juntos entramos en Colmenar, llegamos al polideportivo, nos acercamos al campo de hierba artificial, al que hay que dar una vuelta antes de entrar en meta, aplausos de los voluntarios y de quién espera la llegada de sus familiares; ya solo caminamos los tres, cada uno con sus sentimientos a flor de piel, juntos cruzamos la meta, nos abrazamos entre risas llenas de emoción, de una emoción contenida; cada uno tratando de atrapar ese momento, de llenarlo de recuerdos que jamás se olvidara.
Juntos aún vamos hacía el interior del polideportivo, con nuestro diploma en la mano, en el que se puede leer “Ha realizado la prueba de 100 kilómetros en 24 horas y le han sobrado 3 horas y 24 minutos”; ya en el interior me despido de ellos, agradeciendo enormemente lo que han hecho por mí; me retiro a mi soledad, llamo a mi ángel, “ya estoy aquí”, “¿qué tal?”, “muy cansado, pero bien”; me acuerdo de los que conmigo empezaron esta aventura, y con los que me hubiese gustado cruzar la meta; me ducho; regreso a la soledad de mi retiro, me tumbo en el suelo e irremediablemente me quedo dormido.
Ésta foto es gentileza de Ángel, quién aún tuvo fuerzas para velar mi descanso. Gracias
14 comentarios:
La mejor manera de comprender tu hazaña es leer esta tremenda crónica, una continua lucha contra uno mismo, la climatología, el cansancio, pero también con un lugar especial para el compañerismo y la fuerza de voluntad. Es la segunda vez que realizas esta prueba propia del Ironman, la segunda vez que el héroe regresa a casa con la satisfacción de haber sido capaz de terminar. Pasara lo que pasase, nunca corriste solo.
Un beso papá!
Pedazao de crónica crack , ahora toca seguir , un abrazo
Muy emocionante la crónica, me ha encantado!. Estas pruebas están más allá de lo deportivo; estoy seguro que lo "mental" cuenta más que lo "físico". Muchas felicidades y no te digo aquello de a pensar el la próxima porque seguro que ya lo tienes muy muy pensado...
Que valor!
Algún año de estos igual me animo(viviendo en Tres Cantos) aunque viendo como acabo las maratones...
Lo dicho, eres un crack
El reposo del guerrero (última foto). Vaya par de bemoles que tienes Satur.
Abrazos.
Enorme Satur!!!!, creo que me voy a la cama de cansancio, madre mia que lujazo de aventura.
Hay que estar muy preparado fisica y mentalmente para terminar esta prueba, tienes mi admiración.
Un saludo
Quique
Mi enhorabuena Saturnino, 100 kilómetros.....si me daba algo al leer kilómetro 45 y la gente anda tocada....y quedan 55! estas pruebas son para privilegiados y tu eres uno de ellos, de nuevo enhorabuena y gran crónica, un saludo.
SONIA: Sé que nunca estuve solo, de esto no me cabe ninguna duda, que en definitiva es lo mas importante, saber que alguien en la distancia te da todo su aliento para que conseguir el objetivo.
ALVARO: Grande si que ha sido, jeje, no he podido o quizás no haya querido hacerla mas corta.
Rafa: En este tipo de pruebas yo a la parte mental le doy un 60% de importancia, por supuesto si dejar de lado lo físico. Y, si esta pensada, jeje.
Risco: Aunque me repita, ya que esta frase la he dicho mucho este fin de semana, el mundo es de los valientes, ánimo. Con unos amigos de Tres Cantos que hice por el camino llegué a la meta (desde San Sebastián fui con ellos).
Ángel: Gracias por la foto, y sobre todo por ir a recogerme.
Quique: Con los entrenos que cualquiera de nosotros hacemos se puede terminar, anímate y cualquier año nos vemos por allí. Que no sea el próximo, jeje.
Juanito: Mas que de privilegiados, de cabezones; creo que es el premio a la constancia.
Gracias a todos.
Un besazo para ella y un fuerte abrazo para ellos.
Muy guapa la crónica, solo una cosa, esto son más que carreras, me ha gustado.
ays, cuántas sensaciones y sentimientos mientras te leía. Una, sed, sed, y sed. Otra calor, luego cansancio, uf, con la emoción de terminar de leerte me he retrasado en la comida media hora, pero creo que la leeré más veces.
Imagino que también sería duro ir dejando a tus amigos atrás, no saber de ellos durante un tiempo, etc.
Impresionan también un poco las fotos, uf.
Entiendo que es una prueba personal a diferentes niveles, te doy la enhorabuena por acabar bien.
Un saludo.
Francisco: Sí es algo más que una carrera, se trata también de saber andar y de no pensar mucho en lo que queda por delante. Me alegro que te haya gustado.
Tecolinha: En 24 horas hay tiempo para todo; el abandono de mis amigos fue lo más duro de todo, más que el calor; vas a la carrera con ellos, la has planificado con ellos y cuando ves que ellos sufren por abandonar, también lo sientes tú. Gracias. Por cierto creo que vi a tu amigo Pedrin corriendo la milla de León, pero se me perdió de vista y no le pude preguntar, si llevaba el dorsal 732 mándame un correo y te envio una foto que le saco mi mujer.
Un beso para ella y un abrazo par él.
Me ha encantado la historia que nos has contado. Con tantos detalles que parecía como estar allí mismo (sólo que sin cansarse). Gracias por compartirla con nosotros.
Me he esperado hasta hoy para leer la crónica porque quería leerla con la calma que una machada como esta merece. No me equivoqué, he disfrutado mucho y me ha emocionado mucho, sobretodo la parte en la que te quedas solo... eso le da más valor aún a lo que has logrado.
Un abrazo y enhorabuena
Pruebas así son las que nos hacen conocernos a nosotros mismos, nuestras verdaderas capacidades y miedos, nuestra verdadera valía. Tú te has enfrentado ya dos veces a ella y has salido victorioso, y con el mérito añadido, al menos este año, de un clima infernal. Eso te hace crecer, no sólo como corredor, sino como persona, pues sales fortalecido.
Un abrazo campeón, y enhorabuena. ;-)
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