Mirando el calendario de carreras de la Copa Diputación, hay un mes que asusta: Agosto.
Agosto, el mes por excelencia de las vacaciones de verano. Donde los pueblos se llenan de gente y se visten con sus mejores galas. Donde los corredores populares nos hemos encontrado con carreras un fin de semana sí y el otro también; sábado domingo, sábado, sábado domingo, sábado.
Pero entre todas ellas tenía grabado la del día 13, la de Losada. Allí había estado hace dos años, y de allí marché con buen sabor de boca. Tenía que volver.
Y así lo hice, acompañado por mi Ángel de la Guarda, y con la ausencia de Sonia.
Mientras troto durante el calentamiento, recorro mentalmente el duro circuito y defino la estrategia. La carrera de 10 kilómetros, y que para completar la distancia hay que dar dos vueltas y media por el pueblo antes de afrontar la dura subida que nos saca del pueblo y nos adentra en el monte, por donde se transcurre en un sube y baja, más sube que baja, hasta la bajada desenfrenada que nos devuelve a Losada, para dar una última vuelta antes de cruzar la meta.
Y con esos pensamientos, entre saludos y charlas, llega las 20:00 horas, la salida. Muchos corredores situados tras la línea. Me sitúo en la parte trasera, hoy quiero correr, disfrutar y recuperar sensaciones perdidas.
A la de tres empezamos a correr. Salida más lenta de lo que últimamente acostumbramos, la mayor distancia y la dureza de la carrera exige más prudencia. Con el grupo aún compacto me dedico a seguir a los que me preceden; a dar esas dos vueltas y media acompañado por los ánimos del público; a iniciar la dura subida con los ritmos acompasados (corazón y respiración); a subir y bajar por el monte como si la cosa no fuese conmigo; a seguir subiendo; a bajar y bajar; a recorrer de nuevo las calles del pueblo con el aplauso de la gente; a cruzar la meta en 50´21´´ (medio minuto menos que hace dos años).
Mientras recupero el aliento me doy cuenta que he corrido a gusto, que he disfrutado de una carrera a la que ya iba predispuesto a disfrutar, y sobre todo que no hay mal que cien años dure. Finalizada ya la sexta semana de entrenamientos, a punto de pasar el ecuador del camino que me llevará a Berlín, sé que volverán los días malos y las malas sensaciones pero eso siempre será flor de un día.
Agosto, el mes por excelencia de las vacaciones de verano. Donde los pueblos se llenan de gente y se visten con sus mejores galas. Donde los corredores populares nos hemos encontrado con carreras un fin de semana sí y el otro también; sábado domingo, sábado, sábado domingo, sábado.
Pero entre todas ellas tenía grabado la del día 13, la de Losada. Allí había estado hace dos años, y de allí marché con buen sabor de boca. Tenía que volver.
Y así lo hice, acompañado por mi Ángel de la Guarda, y con la ausencia de Sonia.
Mientras troto durante el calentamiento, recorro mentalmente el duro circuito y defino la estrategia. La carrera de 10 kilómetros, y que para completar la distancia hay que dar dos vueltas y media por el pueblo antes de afrontar la dura subida que nos saca del pueblo y nos adentra en el monte, por donde se transcurre en un sube y baja, más sube que baja, hasta la bajada desenfrenada que nos devuelve a Losada, para dar una última vuelta antes de cruzar la meta.
Y con esos pensamientos, entre saludos y charlas, llega las 20:00 horas, la salida. Muchos corredores situados tras la línea. Me sitúo en la parte trasera, hoy quiero correr, disfrutar y recuperar sensaciones perdidas.
A la de tres empezamos a correr. Salida más lenta de lo que últimamente acostumbramos, la mayor distancia y la dureza de la carrera exige más prudencia. Con el grupo aún compacto me dedico a seguir a los que me preceden; a dar esas dos vueltas y media acompañado por los ánimos del público; a iniciar la dura subida con los ritmos acompasados (corazón y respiración); a subir y bajar por el monte como si la cosa no fuese conmigo; a seguir subiendo; a bajar y bajar; a recorrer de nuevo las calles del pueblo con el aplauso de la gente; a cruzar la meta en 50´21´´ (medio minuto menos que hace dos años).
Mientras recupero el aliento me doy cuenta que he corrido a gusto, que he disfrutado de una carrera a la que ya iba predispuesto a disfrutar, y sobre todo que no hay mal que cien años dure. Finalizada ya la sexta semana de entrenamientos, a punto de pasar el ecuador del camino que me llevará a Berlín, sé que volverán los días malos y las malas sensaciones pero eso siempre será flor de un día.
10 comentarios:
Satur menudo mes llevas con el circuito.
En esta has recuperado todas las buenas sensaciones, como bien dices las otras son pasajeras.
Berlín te está esperando con los brazos abiertos.
Eso de tener carreras todo el verano da un punto de motivación extra, aunque Berlín es mucho Berlín, suerte en ese camino que te queda.
Tiene mérito correrr un 10.000 tan duro en agosto y mucho más preparar una maratón, ya te queda poco
Qué bien tener tan buenas sensaciones tras una carrera; y eso en medio de los entrenamientos para Berlín. Eso es que el trabajo va dando sus frutos
Pues me da la sensación de que lo tienes todo bajo control... Y que tu filosofia esta dando buenos frutos... Este puede ser tu Maratón en mayúsculas...!!
De eso simplemente se trata, de recuperar esas buenas sensaciones y de ir afinando la máquina para lo que viene.
Un saludo Satur.
Menuda mejora! y encima con buenas sensaciones, qué mas se puede pedir? a seguir disfrutando
Menuda mejora! y encima con buenas sensaciones, qué mas se puede pedir? a seguir disfrutando
Me ha gustado mucho tu blog , ya se por donde pasarme de vez en cuando.
Saludos de David Ruiz (Dadis).
http://atletadavidruiz.blogspot.com
Después de los montes Aquilianos, Berlín es como darse un paseo por el parque.
Saludos Satur.
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