jueves, 26 de noviembre de 2015

XXXV MARATÓN VALENCIA: A LO SEÑORET

Me acerco a Valencia con la mejor compañía. Concentrado. Mirando sin ver. Soñando la carrera que tantas y tantas veces he corrido estos días. Llenándome de sentimientos. Llego a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, donde ya se respira maratón. Los alrededores lleno de corredores, de colorido, de ilusiones. Apuramos los últimos minutos con los nuestros, entre fotos y palabras de aliento. Unos besos, unas palabras, un ten cuidado, unos mucha suerte y un hasta luego.

Me adentro en el maratón junto a mi compañera, María Jesús. Cogemos de nuestras mochilas lo necesario, la entregamos en el guardarropa, y continuamos con el ritual. En el camino encontramos a Noelia y Ángel, ella debutante en la distancia, y juntos caminamos hasta nuestro cajón de salida. La charla. La espera. Los consejos. El minuto de silencio; otro minuto en memoria de la sinrazón. Más espera, y el empezar a andar. Pequeños pasos, pasos más grandes. Pequeñas zancadas, pequeño trote. Trotamos los tres, en busca de la línea de la salida. “Suerte y hasta la meta”, nos despedimos de Noelia, y continuamos en solitario, aunque rodeado de miles de corredores. Cruzamos bajo el arco y mi crono empieza a correr el maratón pensado, ya nada lo va a detener. Una leve sonrisa aparece en nuestros labios.
En la primera curva, nuestro apoyo moral: Marta, Pedro, Lucía y Ángeles, que al vernos ondean, entre gritos, la bandera leonesa; gritos que lanzan a mi compañera. Corremos muy tranquilos, respirando el ambiente, entre corredores y la algarabía del público. El puerto, el mar; ese olor a pescado y a mar. Los primeros disfraces llaman nuestra atención y distraen nuestra mente. Cinco kilómetros que son historia. El ritmo ya es bueno. Valencia, tierra de naranjas. Pienso. Y de paellas. Un poco más por esa calle de ida y vuelta que nos va alejando del agua. Kilómetros de euforia que hay que controlar, y en los que buscar el equilibrio es básico. Vamos dejando atrás kilómetros corridos entre facultades universitarias, entre calles llenas de sabiduría, que nos llevan a los nuestros, a ese kilómetro 11 donde la bandera de León ondea entre gritos de apoyo.
Donde las miradas de “todo va bien” se cruzan. Y sí, “todo va bien”, a estas alturas no podría ser de otro modo; seguimos con nuestro ritmo establecido y lejos de euforias. Poco a poco. Queda demasiado para mostrar alegrías. El público volcado, animando sin cesar en esas interminables rectas. Rectas que parecen no tener fin. El estadio del Levante, otra recta siguiendo sus pasos. Otro kilómetro. “Vamos deprisa, tranquila”. Volvemos a la calma, devorando kilómetros. El estadio del Valencia y su murciélago, y un poco más allá, en el kilómetro 18, los nuestros.
“Vamos”. Correr, solo correr, sin pensar o pensando lo justo. Nuestros pasos buscan otra vez el olor del mar. Media maratón, media carrera, “ya está todo el pescado vendido” oigo a mi espalda; “!Uf¡ anda que no quedan cajas por descargar”. Miro mi crono, no necesito echar ninguna cuenta, no quiero pensar, pero me digo: “lo vamos a conseguir”. Mis pasos siguen acompañando, a la par o por detrás, no necesito más. Van pasando los kilómetros, sumando y restando. Kilómetro veinticinco, y otra vez esos gritos y esa bandera, otra vez los nuestros.
“Todo bien” dicen nuestras voces. “Todo bien” dicen nuestras caras. Nos alejamos mientras nos citamos en la meta. Ya no les tendremos más. Ahora solo nosotros, nuestras piernas, nuestra cabeza y el apoyo en la distancia. Los pasos nos llevan al centro. El gentío sigue animando, aplaudiendo, y gritando nombres a diestro y siniestro; estrechando nuestro correr. Al fondo de la calle se divisa la torre, no es de la catedral, no, pero como diría Pedro “vamos por buen camino”. Reímos con ese recuerdo. Los pasos ahora son más distraídos, más fáciles. La catedral, un poquito más allá el ayuntamiento, unas torres, antaño defensoras. Siguen pasando los kilómetros. Lo de atrás ya no cuenta, ahora solo queda mirar hacia adelante. Correr, correr a ritmo. Más allá. Siempre un paso más. La gran Dama de Elche que, adorna la plaza, atrae mi mirada. Otra mirada al crono, para echar cuentas, para seguir con ese ritmo. Los pensamientos vuelan a León, donde nuestros amigos del “Nunca correrás solo” también se están batiendo el cobre, y regresan cargados de sus ánimos. La avenida del Cid, larga ayer, larguísima hoy. Otra plaza, la de toros. Ese kilómetro 39 en el que ya sabes que lo tienes, en el que la gente sigue animando, y las emociones empiezan a asomar. “Lo tenemos”. Las zancadas siguen alegres. Dos kilómetros. “Solo dos kilómetros”. Ya oímos, vemos y sentimos la meta. Increíble el público, incansable, nos lleva hasta el final. Entramos en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, para apurar esos últimos metros, disfrutando, sé que lo tenemos, no hace falta ir más deprisa. “Disfrutar, disfrutar y disfrutar” como podría haber dicho el gran Luis Aragonés.
Nuestros pasos alcanzan la recta de meta, corremos ese minuto de gloria, recogiendo los últimos aplausos, unimos nuestras manos para compartir el último esfuerzo. Llegó el final. Cruzamos la línea de meta: 3h59m40s. Una sonrisa, una mirada, un abrazo. Lo hemos logrado.
Caminamos, recogemos nuestra medalla y con ella en el cuello buscamos a los nuestros.
Gracias a Pedro, Marta, Lucía y Ángeles por estar ahí, y por el gran fin de semana, aunque no hayamos comido la paella a lo señoret. 
Gracias a todos los amigos que estuvieron corriendo en la distancia.

6 comentarios:

Halfon dijo...

Satur, que facil haces que parezca todo con esa tranquilidad que hemana de tus palabras.

Pero la realidad es que la carrera es así de simple, lo duro para que así sea es lo que ha quedado atrás en los meses previos.

Un fuerte abrazo

Saturnino dijo...

Gracias Halfon. Efectivamente lo duro no es la carrera, son los tres meses de entrenamiento, y quizás ni eso. La carrera es para disfrutarla.
Un abrazo.

Unknown dijo...

Para nosotros fue un placer pasar ese fin de semana con vosotros y un orgullo ondear esa bandera cada vez que culminabais esos km. Que tambien reflejas en tu narracion, asi como veros llegar con vuestra medalla, que era sin duda el reconocimiento a meses de entrenamiento y a una capacidad de sufrimiento que solo esta al alcance de unos pocos. Enhorabuena y un abrazo a todos de parte de Marta y Pedro.En breve te comeras ese arroz.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Saturnino dijo...

Pedro muchas gracias por ese gran fin de semana. Por el trato que nos dispensastéis y por los ánimos en el maratón. Ya estoy preparándome para esa paella, el jueves dejo de comer.
Un abrazo para vosotros.

Pancho dijo...

Felicidades!!! Otro Maratón más para la mochila y disfrutando!

Un abrazo!