“El tiempo es demasiado lento para los que esperan…demasiado rápido para
los que temen…demasiado largo para los que sufren…demasiado corto para los que
celebran…pero para los que aman, el tiempo es eterno”, Henry Van Dyke.
Otro año que dejo atrás. A veces tengo la impresión de
que ha sido corto, pero lo cierto es que he recorrido un largo camino.
Maratones, medias, carreras de diez, leguas, ciento uno; carreteras, caminos,
sendas, montañas; noches, días; viajes; amigos, completan las vivencias de
estos 365 días.
Hoy, último día del año, me calzo las zapatillas, me
subo al tren de los recuerdos e inicio el viaje.
Un viaje que empieza como empiezan estas cosas, con
ilusión, e intentado disfrutar del día a día. Pero pronto surge un hecho triste,
con el que nunca cuentas, y que marcaría muchos de mis retos. Corría el 28 de
enero cuando mi amigo Ángel, compañero en muchas locuras, sufrió un duro golpe
en su línea de flotación, del que después de unos días de angustia consiguió
salir. A partir de aquí, vino el reconocimiento de amistad del Nunca en la
Media de La Latina y en la Media de León.
Sin tiempo para adaptarme a su ausencia, llega la primera
parada, Mapoma, donde más emociones se despiertan en mí.
Todo estaba programado para compartir kilómetros.
Compartir con mis amigos de León, pero sobre todo con Ángel, pero a él la vida
en esta ocasión no le había dejado correr. Y por eso me vestí de naranja, de su
naranja, y recorrí su Madrid acompañado pero sintiendo una inmensa soledad. Un
día de sentimientos que tan bien plasmo mi hija, en su blog con la entrada: La maratón de Ángel; sabedora de todo lo que yo había sentido.
Después crucé España, y con mis zapatillas y más amigos,
me fui hasta Ronda, donde me esperaban los 101 kilómetros de la Legión.
La tercera parada me pilla algo más cerca de casa. Y
aún con el buen sabor de Ronda llegan los Aquilianos, “la de la burra grande ande o no ande” como nos gusta decir a Ángel
y a mí, que comparto con Ángeles y mi hijo, con mi hermano, y con Diego y
Daniel.
La cuarta parada, la más compartida, la más solidaria,
llegó con “A Santiago contra el Cáncer 2013”.
Continuo el viaje, ahora apacible y sin sobresaltos.
Pasan los días, lentos o rápidos, eso depende de mí y las circunstancias. Pasa
el verano.
Y llega otra cita, el Rock´n´Roll Maratona de Lisboa,
esa en la que nunca he sabido muy bien si me liaron o si me deje liar.
El tren de los recuerdos no se detiene; nunca lo hace.
Y ese viaje en el tiempo, me deja mi mejor momento. El más personal.
Después, vuelvo a preparar las maletas, vuelvo a
cruzar España, vuelvo a Málaga, vuelvo a la maratón. La maratón de Málaga.
Y estos han sido mis momentos del año 2013. Ha habido
muchos más, pero estos fueron mis grandes retos, los que más me exigieron, en los
que más disfruté. Los que comparti con amigos, que es lo que los hizo más
importantes.
Se acabo el viaje. Guardo los recuerdos en mi corazón.
Giro la llave y echo el cerrojo. Ahí permanecerán para siempre.