viernes, 22 de abril de 2016

MAPOMA 2016: 11ª Y 12 ª SEMANA



Estas dos semanas ponen punto y final al plan que ha ido marcando las pautas para afrontar el maratón en las mejores condiciones. O al menos eso creo. Atrás quedan tres meses; atrás quedan los días de rodajes, de series, de tiradas largas, que iban llenando mi cuerpo de sensaciones. Días y momentos de trabajo, esfuerzo, de buen rollo y, a pesar de todo, de risas.
El trabajo está hecho, solo falta recoger sus frutos. Es la hora de disfrutar del día y de la carrera, de los amigos. Es el momento de seguir riendo.

“Si se cree, y si se trabaja, se puede” de Diego Pablo Simeone “El Cholo”. Y si hasta ahora he creído (hemos), he trabajado (hemos), entonces … A por ello amigos.

jueves, 14 de abril de 2016

MARATÓN DE PARÍS: PARIS, JE T´AIME


Amanece sobre París. Frente al espejo, miro la sonrisa que este me devuelve, mientras mis pensamientos vuelan lejos, en busca del mundo de los sueños. Salgo de las catacumbas. Me reúno con mis compañeros Abe y Gustavo, fuera, en la calle, espera Carlos. La mañana parisina se muestra esplendida. Los detalles, los pequeños detalles, las pequeñas cosas, las risas, los silencios, empiezan a tener importancia. Iniciamos el camino que nos lleva al fin. “De Gare de l´Est a des Champs-Elysées”. De León a Paris.
“Dix, neuf, huit”…la presión en mi pecho aumenta, “cinq, quatre”…y el ímpetu de los corredores…”trois, deux, un”…”vámonos”. Y como si fuese algo ensayado, los miles de corredores, los tres iniciamos el trote hacia nuestro destino. Lejos de las prisas nos acercamos a la línea de salida. A ese iniciar de una historia. La avenida ancha, se corre cómodo, se corre alegre. La euforia se ve, se palpa en el ambiente. No puede ser de otra manera. Corremos, corremos deprisa, corremos por la place de la Concorde, corremos con nuestros sentimientos. Hablamos, intercambiamos miradas. “Tranquilo”, no hay prisa. Sé hasta donde me va acompañar mi amigo. Sé que tenemos un maratón pendiente. Sé que un día lo compartiremos entero. El corazón late al ritmo de mis pensamientos. Las grandes avenidas nos llevan, o son nuestras zancadas, los que nos acercan a la place de la Bastille; a ese punto donde nos esperan los nuestros, y donde unos pasos amigos seguirán solos. Ahí están, Alberto “the boss”, nuestro “boss”, Tábita, Ángeles, Juani, Raquel, sus gritos, sus agitar de brazos, sus ánimos.

Seguimos y llega uno de los  momentos, “Suerte amigo”. A partir de aquí Abe será nuestra retaguardia. A partir de aquí, los pasos serán de dos. “Doce cascabeles tiene mi caballo…” deja escapar la banda que toca en la plaza. Busco el ritmo, el que mi cabeza tiene pensado. Todo va bien. Kilómetro 9. El paisaje va cambiando, y los edificios y el público van desapareciendo; el verde, los árboles empiezan a adornarlo. Poco a poco nos adentramos en el “Bois de Vincennes”, en kilómetros de soledad. Miro el reloj, y viajo a mi tierra, busco a mis amigos, aún es pronto para que ellos me acompañen, pero presiento que ya están juntos. Sé que están conmigo. “¿Qué tal?”. “Bien”. Voy cómodo y el ritmo es el pensado. Salimos de la monotonía, de un paisaje dibujado para correr y disfrutar en otra ocasión. Kilómetro 18. El calor empieza a hacer mella en los corredores, y quizás esos kilómetros de soledad. Otra mirada a mi reloj, apenas tres minutos. Kilómetro 20, “tira Satur, voy a ir más tranquilo”, miro a mi compañero, y le doy esa tranquilidad que pide “suerte, vamos, no me pierdas de vista”. Recojo el agua del avituallamiento, las 11:30 horas. La hora. La hora de irme, de salir de París y viajar para correr con mis compañeros. Mis pasos parecen volar. A lo lejos veo la silueta de la Cathédrale du Notre-Dame, y en mi cabeza la Catedral de Astorga. Aparece también, para acompañarme el Sena. Todo ayuda. Todo distrae una cabeza cargada de kilómetros. El recorrido vuelve a mostrarse insulso, túneles que nos tragan y escupen. Túneles de silencios rotos por el golpeteo de las zapatillas contra el asfalto. Kilómetro 27. Otra vez, sus gritos y sus ánimos. “¿Qué tal?”. Levanto mi pulgar. Todo bien.

A lo lejos le Tour Eiffel empieza a asomar. El Sena sigue acompañando mis pensamientos, que siguen viajando, que sigue corriendo junto a ellos. El Sena, le Tour Eiffel, París, un maratón. ¡Vaya foto!. Kilómetro 30. Diez kilómetros corridos con ellos. Dejo Astorga. “Seguro que ya han llegado todos”. Y vuelvo a París. Los kilómetros empiezan a pesar en mis piernas. El ritmo, las sensaciones dejan de estar a mi lado. Poco a poco veo como voy perdiendo lo ganado. “Piensa, piensa, y encontrarás una solución”. Pero no llega esa solución, y los kilómetros que quedan por delante no ayudan. Kilómetro 34. Entramos en otra zona verde, el Bois de Boulogne, y sé que metro a metro se irá cargando la carrera pensada. “No pasa nada”. Atrapado en el bosque, con la fatiga adueñada de mis piernas, solo pienso en salir de aquí y alcanzar la meta. Solo eso. Los pensamientos también se han agotado en mi cabeza. Me agarro a esos últimos ánimos que, mis seres queridos y amigos,  seguro me están mandando. Vacío de mente. Vacía la mirada. Vacío de fuerzas, solo me queda repetir gestos. Correr como un autómata. Correr. Dejo que los kilómetros pasen entre silencios, solo rotos por las sirenas de las ambulancias. “Vamos que lo tienes”. Kilómetro 42. ¡Maravilla! Los gritos de la gente, los gritos lejanos de los míos, de mis amigos. De todos los que me han traído hasta aquí. Recorro mis últimos 195 metros de Paris. Mis ojos buscan la meta con la misma emoción que siempre.

Paris, je t´aime.

martes, 12 de abril de 2016

Maratón de Madrid: 10ª semana

Del 04 al 10 de abril

Semana a medio gas. Que ha transcurrido entre el descanso y la reflexión en el pasado más reciente, y con la vista en el futuro más cercano.
La idea, en un principio, no era tomarme la semana con tanta calma. Pero entre unas cosas y otras, y entre las complicidades de otros, es en lo que me he visto abocado.
Empecé saliendo el martes por las calles parisinas, con la compañía de mi amigo Alberto, quien “de la buena orientación de un marine, pasó a estos puentes no me suenan”. Una agradable tirada de 10’390 kilómetros, llevada de principio a fin a ritmo tranquilo, donde casi lo mejor fue el estiramiento final.
Después unos días de más relax, para volver a calzarme las zapatillas el viernes, día 08. Esta vez ya por León. Lo suyo era hacer la tirada larga con mis compañeros, o eso era lo que yo pensaba, pero la complicidad y el engaño me llevaron a correr solo 11’680 kilómetros. Ellos tuvieron su recompensa y yo mi descanso.
Y la última salida de la semana, la del domingo, programada ya de antemano. Esta no pudo tener mejor entorno: Almanza, hasta donde me acerqué con mis amigos del “Nunca correrás solo” para correr su II Cross Villa de Almanza, y compartir el día. Una bonita carrera que en mi pulsómetro marcó una distancia de 9’490 km, que corrí cómodo y me dejo un buen poso de buenas sensaciones.
Semana rematada con 31’560 kilómetros; menos de lo pensado, y quizás más de lo necesario. Pero me quedo con los sentimientos que mi cuerpo ha recogido. Locura o pasión.

“Las locuras que mas se lamentan en la vida de un hombre son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad” de Helen Rowland.

domingo, 10 de abril de 2016

II Cross Villa de Almanza: Mi historia y fotos

El día, en cuanto a lo meteorológico no auguraba lo mejor. El antes de la carrera era buscar un buen refugio, en torno a un café, para evitar el gélido viento, y rehuir de escusas para empezar a calentar. Pero ese calentamiento, aunque breve, se hacía inevitable. Breve trote antes de situarnos en esa línea de salida, tras el estrecho arco que será el inicio de todo.
Y como siempre, junto a mis amigos del “Nunca correrás solo”, espero la hora. Empieza la cuenta atrás dice el speaker: Diez, nueve, ocho…tres, dos, uno…y doy los primeros pasos bajo el arco. Unos pasos que solo quieren ser tranquilos y ser acompañantes. Pero pronto me dicen que los otros pasos quieren ser más tranquilos, así que voy en busca de mi tranquilidad.
Dejamos la villa, e iniciamos la ligera ascensión por un bonito camino rodeado de robles y algún pino desperdigado. Naturaleza en estado puro. Subo sin agitar la respiración, acompasándola a mi cómodo paso. El cielo grisáceo no afea el entorno. Pasan los kilómetros, ¡bajada técnica!, extremo la precaución, pero no es para tanto, que yo bajando en montaña no es que sea la “rehostia”, que tengo más miedo que vergüenza. Bajo rápido la zona técnica, para poco después llegar al avituallamiento, y afrontar la zona más dura de la carrera. Dejo la pista, y tras ese alfombrado prado, me encamino a la empinada cuesta. Del correr paso al caminar deprisa. Doscientos o quizás trescientos metros. Cojo aire y para abajo. La tranquilidad de la subida me permite correr ahora rápido, y lo que es mejor: cómodo.
Disfrutando de la carrera, del bonito paisaje, vuelvo al pueblo, a esos giros de izquierda y derecha, antes de correr la pequeña recta de meta. Otra meta más.
De ahí, al reagrupamiento, y a continuar disfrutando del día.

Después de este pequeño rollo, de mi pequeña historia, os dejo con las fotos de Ángeles: PINCHA AQUÍ.