Ha pasado mucho tiempo desde aquel 28 de abril del año 2002; de aquel mi primer Mapoma; de aquella mi primera carrera.
Nunca se me olvidara todo lo que me costó llegar a ese día; todo el esfuerzo; todo el sacrificio.
Pero sobre todo, nunca se me olvidara el día 28, los nervios de la espera, la salida, la carrera, la llegada, el reencuentro con mi Ángel, de esa cara de felicidad que ella dice nunca olvidara, la fatiga, el no poder subir un bordillo, el no volver a poder vivir sin el maratón.
Y ¿ha merecido la pena?, ¿han merecido la pena los recuerdos, los momentos de alegría, de sufrimiento, de superación personal?.
Muchas son las preguntas que me ha rondado durante la semana; ¿dudas?, no; solo preguntas; preguntas que he procurado ir respondiendo durante las salidas en solitario:
El martes, 1h12´, de rodaje suave, de llanos y cuestas.
El miércoles, rodaje más exigente, procurando ir por debajo de cinco minutos kilómetros, mi ritmo de media maratón.
El viernes, tirada de 18 kilómetros, a ritmo de maratón.
Y ¿ha merecido la pena?; y ¿merece la pena?; Si, creo que si, a mi me ha merecido la pena, pero...
El domingo me espera la tirada más larga en compañía de mi hija; un nuevo test que nos acerca a la realidad y nos aleja de los sueños; se acabo el planteamiento por tiempos, volvamos al rodaje por kilómetros, no por capricho, me parece lo más adecuado para sus pretensiones; veintidós kilómetros de suave rodar; veintidós kilómetros de persecución de su reto, de nuestras ilusiones.
Y ¿merece la pena?; y ¿merecerá la pena su esfuerzo, su sacrificio?; y ¿no la estaré empujando hacía ese reto?; y, un sin fin de preguntas que me siguen asaltando, y que quizás solo el tiempo tenga las respuestas.
Nunca se me olvidara todo lo que me costó llegar a ese día; todo el esfuerzo; todo el sacrificio.
Pero sobre todo, nunca se me olvidara el día 28, los nervios de la espera, la salida, la carrera, la llegada, el reencuentro con mi Ángel, de esa cara de felicidad que ella dice nunca olvidara, la fatiga, el no poder subir un bordillo, el no volver a poder vivir sin el maratón.
Y ¿ha merecido la pena?, ¿han merecido la pena los recuerdos, los momentos de alegría, de sufrimiento, de superación personal?.
Muchas son las preguntas que me ha rondado durante la semana; ¿dudas?, no; solo preguntas; preguntas que he procurado ir respondiendo durante las salidas en solitario:
El martes, 1h12´, de rodaje suave, de llanos y cuestas.
El miércoles, rodaje más exigente, procurando ir por debajo de cinco minutos kilómetros, mi ritmo de media maratón.
El viernes, tirada de 18 kilómetros, a ritmo de maratón.
Y ¿ha merecido la pena?; y ¿merece la pena?; Si, creo que si, a mi me ha merecido la pena, pero...
El domingo me espera la tirada más larga en compañía de mi hija; un nuevo test que nos acerca a la realidad y nos aleja de los sueños; se acabo el planteamiento por tiempos, volvamos al rodaje por kilómetros, no por capricho, me parece lo más adecuado para sus pretensiones; veintidós kilómetros de suave rodar; veintidós kilómetros de persecución de su reto, de nuestras ilusiones.
Y ¿merece la pena?; y ¿merecerá la pena su esfuerzo, su sacrificio?; y ¿no la estaré empujando hacía ese reto?; y, un sin fin de preguntas que me siguen asaltando, y que quizás solo el tiempo tenga las respuestas.