Puerto de Pandetrave; nueve y cinco de la mañana, iniciamos nuestra andadura dos horas y media después de salir de León; dieciocho seres conformamos el grupo, ocho amigos del trabajo, cuatro amigos de amigos y siete amigos del grupo de montaña de Casa Galicia; destino final Fuente De, con parada intermedia en el refugio de Collado Jermoso.
Empezamos la aventura por un camino que como es natural y estando en Picos tira para arriba; el buen estado en que este se encuentra, junto con la belleza que empieza a mostrar el paisaje invita al optimismo; este camino nos lleva al paraje llamado Caben de Remoña.
Una vez pasado el Caben de Remoña, el camino da paso a un sendero que transcurre entre prados y que nos acercará a la Canal de Pedabejo; este sendero de buen pisar se convierte en un continuo subir en zig-zags, sendero de piedras que nos lleva al alto de la Canal, desde donde podemos ver la verde Vega de Liordes.
Pero antes de empezar a descender hacía la Vega hacemos una pequeña parada; parada que aprovechamos para descansar, y meter para el cuerpo alimento sólido y líquido; un amigo del trabajo empieza a tener problemas en una rodilla, “demasiado pronto para problemas, esperemos que no vaya a más”.
Después de este pequeño descanso nos adentramos en la Vega de Liordes, trayecto que por ladera rocosa, con vista a prados verdes, nos acerca a la gris montaña rocosa, y de aquí al Sedo de Padierna, sendero aéreo, donde los menos avezados tenemos que fijar la atención, y extremar la concentración para no dar un paso en falso, las risas y las bromas del grupo dejan paso a la seriedad y a la disciplina.
A media subida hacemos una parada para reagruparnos; los problemas de rodilla del amigo de trabajo van en aumento y toma la sabia decisión de dar la vuelta y encaminar sus pasos hacía Fuente De (lugar del final de la aventura), lo hará también otro de los amigos de mis amigos, con molestias en una pierna, y en ese estado y en ese terreno no es cuestión de dejarlos solos, por lo que otro amigo del trabajo decide quedarse con ellos para ayudarles en su regreso, el resto tomamos la decisión de continuar.
Después de la despedida, seguimos por el Sedo de la Padierna, unos para arriba y otros para abajo; pasado el Sedo llegamos a Las Colladinas, llamado así por ser una sucesión de Collados, con continuos subes y bajas, donde a pesar de la dureza la cabeza se puede relajar un poquito de la tensión de los aéreos que poco antes habíamos pasado.
Llegamos al final de Las Colladinas, y desde lo alto de la última collada divisamos nuestro objetivo, el refugio de Collado Jermoso.
Bonita vista, pero inquietante el recorrido que ahí hasta allí, la tensión vuelve a los rostros de los menos avezados; entre nosotros y el refugio un pequeño sendero de piedras cubierto en más de un tramo por neveros, que a mí se me antoja más que peligrosos, al menos desde donde ahora me encuentro.
Cogemos aire y seguimos, de uno en uno, el sendero no da para más, sin mirar para la izquierda, para el hondo precipicio, con la mirada fija en la estrechez de la senda, con el cuidado del pisar, de que las piedrecillas no hagan que nuestras zapatillas resbalen; ante mí, el primer de los neveros, “y aquí donde te agarras”, dejo metros con el amigo del club de montaña que me precede, aspiro aire, no veo más que hielo, doy un paso, y otro, y paso a paso, con el cuerpo tenso, la cabeza en calma, atrás queda este mi primer gran obstáculo, por delante sé que me queda al menos otro, continuamos, ahora con más tensión, pronto llega mi segundo punto clave, el segundo nevero, el ritual se parece en mucho al primero, calcado; ya superado, el camino ahora requiere concentración pero alivia la tensión de la mente, aunque ella sabe que por ahí tiene que volver a pasar, por donde vamos volvemos.