Me
encanta correr por Madrid. No importa la carrera, ni los kilómetros. Solo los
amigos y los buenos ratos. Las cervezas que comparto; y los cafés. Las risas.
Las carreras que soñamos con correr; tantas que no si tendré tiempo en lo que
me queda de vida. Los momentos pre-carrera y los del pos-carrera. Todo un fin
de semana de sensaciones.
Pero
hay que dar paso al correr, que aunque parezca mentira he venido a ello. Espero
la salida rodeado de mis amigos del Nunca correrás solo. Llegó el momento. Doy
las primeras zancadas sin tener claro el planteamiento de carrera. ¿Es un test?.
¿Busco paz o busco guerra?. O simplemente me dejo llevar. El grupeto del
“Nunca” se va desgajando; unos se van por delante, otros se quedan atrás, y
junto a mí Carlos, que hoy se ha propuesto sacarme del paso. De momento,
aprovecho los cómodos primeros kilómetros para ir cogiendo ritmo, y pospongo
para cuando lleguen los subes y bajas la decisión.
Junto a Carlos, o mejor tras
él, salvo el primer tercio, voy bien, pero ya con los primeros repechos noto
que mis piernas no van. Procuro pensar en Barcelona y Madrid, en cargarme de
sensaciones. Empiezo a notar que no voy bien, que no aguanto el ritmo de mi
acompañante. Le doy un primer aviso, pero sigue a mi lado. El subir y bajar nos
mete en la casa de campo; otro aviso, “este no es nuestro objetivo”, me dice.
Lo sé, atrapo aire y me resigno a su ritmo. Ahora transito por territorio
Mapoma, y el recordar emociones pasadas y pensar en las futuras, me ayuda.
Cuánto sudor ha caído en este asfalto. Cuántas ilusiones perdidas. Otro subir,
y otro bajar, y ya la cabeza se apodera de todo. Hasta aquí llego mi nivel de
exigencia, de resistencia. Amigo, me
quedo solo. Solo con esos pensamientos que han venido revoloteando en mi
interior. Por delante ocho kilómetros para dejarme ir. Para fortalecer la
mente. Para ir extrayendo conclusiones reales. Ahora solo yo y mis
circunstancias.
Última subida, larga, tendida; último kilómetro; última foto; última
vuelta al estadio; último esfuerzo; última meta.
Para
terminar, dar las gracias a todos los que han hecho que un fin de semana normal
se haya convertido en un fin de semana especial.