Correr por León, por mi tierra, es bonito, pero por
correr por Madrid siempre es especial. Es compartir con los amigos, con esos
que siempre están, corran o no. Es compartir esos largos y agradables pre
carrera del día antes. Y ese quedar, para ese café, antes de la carrera.
Hoy, bueno el otro día, el pasado domingo, día 24, el
día de la carrera, estoy junto a mis amigos Bea y Abe, hablamos, y esperamos la
salida, no calentamos, ellos no son de calentar, y a mí, hoy me da igual, solo
he venido a disfrutar con mis amigos, con esos que siempre están.
La espera tras la línea de salida, como todas, pero
con la mejor compañía. No oímos el momento de la salida, no sabemos si hubo
cuenta atrás o si fue el tiro de rigor, solo vemos que la carrera se mueve, que
los globos se han puesto en movimiento, y simplemente seguimos a la gente.
Nuestros pasos son tranquilos, los de ellos porque lo son siempre y los míos
porque no están para más, y porque he venido para disfrutar. Conocemos el
recorrido, lo que nos hace salir con prudencia. Aprovechamos estos primeros
kilómetros para ir cogiendo el pulso, un poco más de cinco, porque después empieza
el sube y baja, el esfuerzo. Unas subidas que me agarran al suelo, y en las que
me dejo ir, procurando, siempre que me fuera posible, no perder los pasos, ni
la compañía de mis amigos. Irremediablemente me quedo en la cuesta arriba y les
alcanzo en la cuesta abajo. También es cierto, que me esperan, o esa es mi
impresión. Una, dos, tres, cuatro y quizás cinco subidas para entrar a la casa
de campo. Esa casa de campo, y a pesar de mi distancia, tantas veces recorrida,
y tantas veces sufridas; llegamos a ese tramo, muy conocido, el que dentro de
poco recorreré y en el que llegaré muerto, o casi. Es fácil, pisando este asfalto,
cerrar los ojos, y sentir como mente y alma se llenan de maratón. Seguimos con
la tranquilidad que da el no tener prisas, llegamos a la cámara de Julio, se le
ve bien, aunque el primero en hacerlo es Abe, quizás porque es el que mejor va.
Después de dejarle nuestra sonrisa, vamos en busca del lago. Lo bordeamos, y
volvemos a llenarnos de maratón, por aquí, por donde nuestros pasos van
golpeando el asfalto, entramos al infierno. Que gusto de compañía, hacía tiempo
que no disfrutaba como lo estoy haciendo hoy; me gustaría ayudar un poco en el
ritmo, pero bastante hago con no perderme. Seguimos con el sube y baja, con el
me quedo y les alcanzo, seguimos haciendo kilómetros. Salir vivos hoy de aquí
es sencillo, aunque nos queda la última subida, la de Aisa, que la llaman, no
me parece dura, pero a estas alturas y después de las que llevamos pesa, y a mi
hoy mucho más. Mis compañeros se han alejado un poco, como en todas las otras,
y espero darles alcance en la última bajada, antes de afrontar la larga y
tendida subida del parque de Aluche, pero no soy capaz, y no quiero que se
aleje mi deseo de entrar con ellos en meta. Me esfuerzo y agarro el ritmo de
los que me adelantan, para que me acerquen un poquito, pero veo que no va a ser
posible. Bea se aleja de Abe, lo que me hace sonreír. Va fuerte y eso me
alegra; alcanzo a mi amigo, o se deja alcanzar, y ya recorremos ese último
kilómetro que nos lleva a cruzar una meta juntos, y donde nos espera nuestra
amiga con una sonrisa de MMP.
Gracias amigos por la carrera y por el fin de semana.