martes, 24 de mayo de 2016

MAPOMA 2016: PASIÓN DE MARATÓN


Hoy hace un mes que corrí el Maratón de Madrid: Mapoma. Demasiado tiempo para contar mi historia, pero no la podía dejar encerrada en un cajón, así que aquí queda plasmada en este mi pequeño cuaderno de bitácora.

En la pequeña cocina, ensimismado observo ese tazón, ya vacío, como si en sus posos quisiese ver el futuro. Pero no son de café, y aunque lo fuesen tampoco podría adivinarlo. Así que mejor empezar a vivir el presente. Inicio ese pequeño viaje hacía el retiro, junto a Julio, para encontrarme con los amigos que repiten locura, Cristina, María Jesús y Óscar, y con los que no tardarán en cometerla: Alicia y Pedro, que hoy correrán la Media.
Ya juntos. El grupo respira optimismo. Sus risas pueden llegar a ser contagiosas. Unas sonrisas que esperemos podamos compartir en unas horas. Todo pasa deprisa, del primer encuentro, al segundo, donde nos vemos con Gustavo y Miguel Ángel, y con nuestros animadores Beatriz, Abe, Ángeles y Sonia. Demasiado deprisa. Despedidas, un hasta luego y mucha suerte.
Encajonados, cada uno con sus sentimientos, esperamos el momento de la salida. Los seis juntos, formando ese pequeño punto naranja, entre ese inmenso collage de colores. ¡Suerte chic@s!. Corremos juntos, como una piña, como lo hemos hecho en tantos entrenamientos. Castellana arriba, sintiendo ya el calor, empezando a coger el pulso; al encuentro de Julio y su cámara.
De Ángeles, Sonia y sus ánimos. Del Santiago Bernabeu, que no pasa desapercibido, y si así fuese ya hay quien nos lo recuerda, y si, este año “también va por Lucía”. Agua, esta vez para beber, que aún nos acordamos de toda la que sobró el año pasado. Todo va bien. Los kilómetros fáciles siguen cayendo de nuestro lado. Las calles ahora más favorable para correr, pero ahí que tener prudencia, “esto es muy largo”. Kilómetro 11, otra vez Julio, Ángeles y Sonia. El grupo compacto, tranquilo y alegre. Y ¡¡¡dios!!!, se me arrancan a cantar, primero Cristina y después a coro “Ese Nunca, ese Nunca es, ese Nunca es un campeón, es que somos de León. No nos gustan las patrañas, porque entrenamos en las montañas”. Me sonrío y pienso “Abe, esto se nos va de las manos”.  Llega el momento de separara caminos, Alicia y Pedro, por un lado, y Cristina, María Jesús, Óscar y yo, por otro. La Media y el Maratón, se intercambian ánimos y aplausos, se desean suerte. Casi 14 kilómetros, y apenas me he enterado, pero todo sigue sumando para la cuenta final. De seis a cuatro, y de cuatro a dos. La cara es el reflejo del alma, o eso dicen, y así creo. No me hace falta preguntar, porque lo veo en su rostro, pero pregunto “Qué tal”. “Bien”, me responde. Las calles nos van llevando a la ciudad más céntrica, por allí ya nos esperan Abe y Beatriz. Otro empujón de los nuestros. Llegamos a Gran Vía, a esa calle Precidados, a los inesperados gritos de ánimo de Gonzalo, y los suyos, a esa vista privilegiada de la Puerta del Sol. A correr de nuevo la calle Mayor en busca de la Almudena y del palacio de Oriente.
A recompensar nuestro esfuerzo, nuestros pasos, con los aplausos de Sonia, Ángeles y Julio. A recordar la foto de aquel mi primer Mapoma, que cuelga en las paredes de mi casa, y fue tomada en este mismo lugar. A seguir viviendo sueño tras sueño. Llegamos a mitad de carrera. Vamos bien. A nuestro ritmo. Miro el crono y sé que no bajaremos de 4 horas. No me importa. “Venga ahora recuperamos”, la bajada por el parque del Oeste es agradable, y quizás el último respiro que nos de la carrera. Lo bueno siempre dura poco, y ya por la avenida Valladolid caminamos hacía Príncipe Pío, donde volvemos a encontrarnos con los nuestros.
Hoy vemos el entorno más desangelado que nunca. Poca gente y la que hay silenciosa. Pero aquí están, primero Abe y Beatriz, que gritan nuestros nombres, entre palabras de ánimo, después Julio, Sonia y Ángeles, que nos llevan hasta la entrada de la casa de Campo. Vamos a ello, a su silencio, a esos kilómetros de pensamiento interior. Entre sus árboles dejamos ir nuestras zancadas. Las sensaciones son buenas. Y poco a poco, Lago y su temida cuesta, y la salida del silencio. “Saturnino, Saturnino” chillan desde la orilla. Una orilla en la que no deberías tener a nadie. Y ahí me veo a Juan con su cazadora del Nunca correrá solo, “Vamos, vamos” continua gritando. Me alejo con la alegría de haberlo visto, aunque haya sido solo unos segundos. Vuelvo a lo mío, volvemos a lo nuestro. Después de la cuesta, acompasamos las zancadas, otra vez más. Y otra bajada, que aprovechamos para coger aire, y otra subida, en que simplemente subimos. Un poquito más y llegamos a ese punto, emotivo para mí; entramos en el puente desde donde contemplo el Calderón. Allí está, hoy silencioso, y hace ocho días ruidoso, y echando al aire mi bufanda. Ese corredor que entona el himno. Esa esquina que en un guiño nos deja ver su gradería rojiblanca. Y sigo con esa motivación. Otro trago de agua, antes de empezar la subida que nos acerque a meta, apenas siete kilómetros para rematar la faena. El asfalto se torna cuesta arriba. Despacio, sin pausa, un paso tras otro. La gente nos va empujando, nos lleva en volandas. La glorieta de Atocha, donde la multitud nos estrecha, antes de abrirnos al paseo del Prado. Ya esta hecho, los dos lo sabemos. Neptuno, Cibeles, homenaje para un atlético y una madridista. Llegamos a la plaza de Colón, giro a la derecha, un poco más de subida, me quedo y me espera, empiezo a estar cansado. Arriba, estamos ya arriba, casi en el retiro, otro grito, “Saturnino”, miro y veo a Juan Antonio, que me da el penúltimo arreón. Cuesta bajo, para recoger el último aliento, y entrar en el Retiro. Enfilo la larga recta, con la sonrisa en los labios, las sensaciones empiezan a aparecer. Mi cara, su cara, refleja el esfuerzo, pero también la felicidad. Abe, Beatriz, Gustavo, los primeros en estar a la orilla.
Poco metros después Ángeles, Sonia, Julio, Alicia y Pedro. Y unos pocos metros más allá nuestro último arco. Corremos por la derecha y Óscar por la izquierda, y así, casi al mismo tiempo cruzamos la línea de meta. Nos abrazamos. María Jesús, Óscar y yo formamos una piña, seguimos caminando, y Cristina que nos esperaba. Abrazos, emociones contenidas. Estiramientos y descanso ante de reunirnos y recibir los abrazos de los nuestros.
Y esta ha sido la historia de mi veintiocho maratón.
Gracias a los que durante los entrenamientos estuvieron pendientes de que todo saliera bien, a los que lo entrenaron conmigo, y a los que me aguantaron. Gracias a los que el día de la carrera estuvieron en la orilla, de un lado para otro, dando todo su aliento: Abe, Beatriz, Ángeles, Sonia, Julio, y Gonzalo y los suyos, y Juan, y Juan Antonio. Gracias a los que desde la distancia tuvisteis un deseo de buena suerte. Gracias a todos, de corazón.

jueves, 19 de mayo de 2016

XI Media Maratón del Dulce: Mi historia



El tiempo previo a la salida pasa deprisa. Ese tiempo que dedicas a tomar un café, a saludar a los amigos, a comentar esto y lo otro. A estar con el Equipo. A prepararte, a calentar, y colocarte tras la línea de salida; tras esa raya imaginaria, bajo el arco. Empieza la cuenta atrás, y nos vamos.
Recorro los primeros metros pensando en lo que espero de esta media. Destierro de mi cabeza todo esfuerzo que pueda llevarme al sufrimiento. Simplemente disfrutar. El empuje de los corredores no hace que mi ritmo vaya más allá de lo marcado por mis exigencias.
Poco a poco nos vamos abriendo paso entre las calles hasta abandonar Benavides. Ahora, carretera, sol y rectas. En compañía de Pedro, codo con codo, bajo un sol que promete no dejarnos, en dirección  a Palazuelo de Órbigo avanzamos por la larga recta. Controlo mi ritmo. Todo me resulta familiar, y tras esa recta, el avituallamiento. Recojo esa primera botella, le doy unos pequeños sorbos, y busco la sombra. El pelotón estirado. Cada uno a lo suyo, y  nosotros a lo nuestro en busca de Gavilanes, de esos tímidos aplausos y palabras de aliento, de los pocos que se asoman a las puertas de su casas para vernos pasar. Abandonamos sus calles y vuelta a la carretera. El ritmo sigue constante, sosegado. Kilómetros y kilómetros de asfalto, una monotonía rota por el río Órbigo en su entrada a Santa Marina. Casi mitad de carrera. Ya queda menos. Las sensaciones no son malas, pero tengo problemas para seguir el ritmo de mi compañero, así que decido quedar solo y seguir mis sensaciones. El paisaje me distrae un poco, o me ayuda a no pensar. El paso por Villamor de Órbigo, y sus gentes, hace que vuelva a la realidad. A correr con el impulso de sus aplausos, y con sus “vamos que no os queda nada”.
foto cortesía de Edgar
La carretera, salpicada por las almas de los corredores, me lleva a Puente Órbigo. Un recuerdo llena ahora mi miente, el esfuerzo que me supone desde ahí la carrera. Hoy espero sea diferente. Enfilo el puente del Paso Honroso, metros de empedrado por el Camino Santiago. De ese Camino que tantos momentos me ha hecho vivir. Poco dura hoy ese Camino. Vuelvo a la carrera. A no querer sufrir. Más agua. Más kilómetros. Más carretera. Más recta. Y al fondo Benavides. ¡Que lejos está la torre!. Ya llego. Ya está. Un giro, otro.
Y otro, y la recta. Todo ha terminado. La meta.

Ya solo queda agradecer a Elena, Ángeles y José Luis sus ánimos. Y felicitar a la organización por el trato dispensado a los corredores.

domingo, 15 de mayo de 2016

XI Media Maratón del Dulce: Fotos



Hacía tiempo que no veíamos el sol, y hoy salió para acompañar a los corredores que se desplazaron a la localidad de Benavides, para correr su XI Media Maratón del Dulce, carrera valedera para la VI Copa Diputación Carreras Populares de León.
Prueba que cuenta con la buena organización, y buen trato al corredor, del Club Maratón Benavides.
Os dejo el enlace de las fotos:
Si alguien quiere la foto sin marca de agua, que no dude en pedirla y gustosamente, y a la mayor brevedad, se la envío.

domingo, 8 de mayo de 2016

III Cross Popular Memorial Cabo Galindo Valtuille: Fotos



La mañana no hacía presagiar lo mejor para los corredores pero a medida que se acercaba la hora de la cita, los cielos se iban abriendo, y no llovió durante el III Cross Popular Memorial Cabo Galindo Valtille, carrera que se disputaba en Astorga (León), y que además de ser puntuable para la VI Copa Diputación Carreras Populares de León, era a beneficio de la Asociación Española contra el Cáncer.
Buen gesto de nuestro Éjercito, que organizador de la carrera, que como siempre está a gran altural.
Os dejo el enlace de las fotos: FOTOS

Si alguien quiere la foto sin marca de agua, que no dude en pedirla y gustosamente, y a la mayor brevedad, se la envío.

miércoles, 4 de mayo de 2016

DE VUELTAS CON LA COPA



El fin de semana se presentaba completito. Por delante dos citas con la Copa Diputación Carreras Populares de León. Dos carreras y muchas vueltas.
La primera cita el sábado en Laguna de Negrillos, donde me esperaba su V Carrera Popular La Torvera.
Junto a mis compañeros del Nunca correrás solo, y con mis primeros retos del año rematados, me coloco en la línea de salida dispuesto a disfrutar y a correr respetando las sensaciones de mi cuerpo. La cuenta atrás es el preludio de una salida rápida. Como casi siempre. Busco mi sitio y dejo que las buenas sensaciones me encuentren. Las calles familiares y el ánimo de la gente ayudan en esos primeros metros. Después todo es más sencillo. Dejamos el pueblo para tomar esa carretera, testigo de otras tiradas largas, que nos lleva a ese camino de vuelta, entre chopos y el reguero a contracorriente, y casi sin darnos cuenta, otra vez al pueblo. A la vista de ese castillo, antaño señorial, muy antaño. A recibir los aplausos de la gente mientras corro sus calles en busca de la primera vuelta. Con el ritmo de crucero ya establecido, solo queda mantener, y correr la segunda vuelta. Volver a repasar los kilómetros, esos que paso a paso voy dejando atrás para cruzar definitivamente el arco de meta.
El segundo lugar de encuentro: La Bañeza. La segunda cita: la XXX Carrera Popular El Salvador.
Nada cambia, misma dinámica, mismos rituales. El tiempo pasa en un suspiro. Otra cuenta atrás, y otra vez a la carga. Y como no, otra salida “como si no hubiera mañana”, que pronto choca con esa cuesta que se agarra a las piernas, y que tendremos que salvar tres veces. Y ese pensamiento, y esas tres vueltas que tengo por delante, me hacen ser más comedido. No quiero hacer la primera rápida y después sufrir. Así que a intentar disfrutar sin morir en el intento.
Pronto “pillo” el ritmo, mi ritmo cómodo, ese que vuelta a vuelta, me lleva a la meta. Tres vueltas, con sus tres repechos, con sus giros y requiebros, con su gente animando, que tampoco dan para mucho más.