Sin duda no pasaría de ser un día cualquiera, un día normal, pero su situación estratégica en el calendario lo convierte en ese día especial, en ese último día de un año; el día en el que intentamos atrapar todos los recuerdos y todas las vivencias del largo año que despide.
El día de enfrentarnos ante la difícil tesitura de elegir esos bonitos recuerdos, otra vez ante este papel en blanco que quiere recoger esos momentos sin menospreciar otros que quizás en otra circunstancias serían dignos de las mejores crónicas.
Elegir una carrera, la mejor carrera que he corrido este 2010, me resulta difícil; me quedaría con todas, todas tienen una historia especial, pero obligado a elegir me quedo con la II media maratón de León, por ser la de la consolidación de una prueba, la de una ciudad volcada con su carrera.
También especiales fueron esos dos maratones: Madrid y Castellón.
Distinguir esos momentos especiales, emotivos, me resulta aún más difícil, y como las normas las pongo yo no voy seleccionar uno solo, sino tres: el momento del encuentro con mi hija en la media de León, la llegada de Mapoma de la mano de mis sobrinos, Lucia y Enrique, y la llegada de la travesía integral de los Montes Aquilianos junto a mi amigo Ángel.
Buscar una fotografía de las cientos que me han sacado, en las que se combine la improvisación y la ocasión de ver algo especial, me resulta no difícil, sino que muy difícil, pero me voy a quedar con tres, dos que para mí sintetiza el espíritu del atletismo popular, amistad y complicidad, y mucho, mucho sufrimiento:
El día de enfrentarnos ante la difícil tesitura de elegir esos bonitos recuerdos, otra vez ante este papel en blanco que quiere recoger esos momentos sin menospreciar otros que quizás en otra circunstancias serían dignos de las mejores crónicas.
Elegir una carrera, la mejor carrera que he corrido este 2010, me resulta difícil; me quedaría con todas, todas tienen una historia especial, pero obligado a elegir me quedo con la II media maratón de León, por ser la de la consolidación de una prueba, la de una ciudad volcada con su carrera.
También especiales fueron esos dos maratones: Madrid y Castellón.
Distinguir esos momentos especiales, emotivos, me resulta aún más difícil, y como las normas las pongo yo no voy seleccionar uno solo, sino tres: el momento del encuentro con mi hija en la media de León, la llegada de Mapoma de la mano de mis sobrinos, Lucia y Enrique, y la llegada de la travesía integral de los Montes Aquilianos junto a mi amigo Ángel.
Buscar una fotografía de las cientos que me han sacado, en las que se combine la improvisación y la ocasión de ver algo especial, me resulta no difícil, sino que muy difícil, pero me voy a quedar con tres, dos que para mí sintetiza el espíritu del atletismo popular, amistad y complicidad, y mucho, mucho sufrimiento:
Foto de Ángeles
Cortesía de fotos Gijón
Cortesía de Juan Antonio
Aunque lo mejor de todo, mi mayor satisfacción, es la cantidad de gente que he conocido, gente que día a día, carrera tras carrera, entrenamiento tras entrenamiento van formando la palabra amistad.