Por segundo año consecutivo volvemos, invitados por el grupo de “A correr que son dos días”, a la Sobarriba.
Bien podría plagiar la entrada del año pasado y no pasaría nada, todo fue más o menos igual.
Llegamos a ella por invitación personal (algo siempre de agradecer); la reunión de amigos estaba garantizada (alguna falta tuvimos que poner); animada charla, que hizo que no tuviésemos prisas por salir; salida a ritmo de tambor y dulzaina, y con temor a colocarnos en primera línea, acostumbrados como estamos a ponernos a cola de pelotón; casi idéntico recorrido que el la edición pasada; charla animada cuando corríamos a favor de cuesta y charla entrecortada cuando el camino miraba hacía el cielo; llegada a meta con el cuidado de no adelantar al corredor que iba a nuestro lado; recibimiento a golpe de tambor, con sonido de dulzaina y con la simpatía de Julieta; más charla, ahora animada con sidra y empanada; reparto de la bolsa de corredor (agradecida pero inmerecida); sorteo de regalos (todos se llevan uno); y por último, repaso de las fotografías de la carrera, y de alguna excursión por Picos de Europa.
No quiero terminar esta breve crónica sin agradecer el esfuerzo y la hospitalidad de los amigos de “A correr que son dos días”, Tecolinha, Pedrín y Xúas.
Bien podría plagiar la entrada del año pasado y no pasaría nada, todo fue más o menos igual.
Llegamos a ella por invitación personal (algo siempre de agradecer); la reunión de amigos estaba garantizada (alguna falta tuvimos que poner); animada charla, que hizo que no tuviésemos prisas por salir; salida a ritmo de tambor y dulzaina, y con temor a colocarnos en primera línea, acostumbrados como estamos a ponernos a cola de pelotón; casi idéntico recorrido que el la edición pasada; charla animada cuando corríamos a favor de cuesta y charla entrecortada cuando el camino miraba hacía el cielo; llegada a meta con el cuidado de no adelantar al corredor que iba a nuestro lado; recibimiento a golpe de tambor, con sonido de dulzaina y con la simpatía de Julieta; más charla, ahora animada con sidra y empanada; reparto de la bolsa de corredor (agradecida pero inmerecida); sorteo de regalos (todos se llevan uno); y por último, repaso de las fotografías de la carrera, y de alguna excursión por Picos de Europa.
No quiero terminar esta breve crónica sin agradecer el esfuerzo y la hospitalidad de los amigos de “A correr que son dos días”, Tecolinha, Pedrín y Xúas.