Todo empezó a las 06:40 horas, el despertador me corta el sueño, pero no me importa, “ya era hora” me digo; sin pensarlo dos veces me levanto, sigiloso, pero hoy no hace falta, ella está despierta, miro por la ventana: el tiempo, el maldito tiempo y esas malditas predicciones que no auguran nada bueno; veo el suelo mojado, “igual ya pasó el chaparrón”; voy a la cocina y mientras el microondas hace su labor, inconscientemente vuelvo la vista hacía el cielo de Madrid, un ruego, una plegaria, una oración (llamarlo como queráis) “por Dios que no llueva”; desayuno un poco más de lo normal; paso obligado por el baño; y el primer ritual del día, vestirse para la ocasión, para otra gran ocasión, con parsimonia, con calma, que ya llegará el momento del desgaste físico; el segundo ritual no tarda en llegar, ya con mi mochila al hombro, sí, esa, la mochila azul, la que últimamente se ha encargado de transmitiros mis pensamientos y sentimientos, recibo el primer apoyo del día, y de quién mejor que de ella, de mi ángel de la guarda “suerte cariño y tranquilo”; salgo a la calle, ya estamos solos mi mochila, yo y mis pensamientos; cogemos el metro, me agarro a mi mochila azul, a esos sueños de gloria que van en su interior y que no quiero que se escapen; las 07:50 y llegamos a la zona de entrega de mochilas, allí he quedado con los amigos de mi club, el “Nunca correrás solo”; pronto veo a José o me ve él, ya no recuerdo, después llegan Abe y Ángel; saludos a viejos amigos que aparecen por el lugar; fotos; me ve Crazysoul, nos saludamos y nos deseamos toda la suerte del mundo; dejamos las mochilas, esperamos un poco más la llegada de mi hermano, pero ya solo quedan diez minutos para la salida, no podemos esperar más y decidimos ir trotando hacia ella; antes nos despedimos momentáneamente de Abe; busco con la vista a Crazysoul para subir con él a la línea de salida, pero lo veo hablando con su familia y prefiero que disfrute de esos momentos íntimos, “suerte amigo”.
Se acerca el momento, el gentío clama para empezar a correr; 09:00 horas y allá a lo lejos, entre el griterío de los corredores, se escucha el pistoletazo de salida; José, Ángel y yo nos deseamos suerte; ya no hay marcha atrás, la hora de la verdad ha llegado.
Caminando nos vamos acercando a la línea de salida, mientras una fina lluvia empieza a caer sobre nuestras cabezas, como si alguien desde arriba quisiera atemperar nuestros ánimos, pisamos la línea, empezamos a trotar, le pido a Ángel (quién a partir de ahora será mi sombra, o yo la suya) que no se despiste, los primeros kilómetros son para ir cogiendo el ritmo.
Pronto nos abandona José, “suerte”; ascendemos Castellana por el lado izquierdo, siempre lo he hecho por este lado, “algún año iré para el otro”; “Ángel, Saturnino, vamos”, es nuestro amigo Abe quien nos da sus primeros ánimos, y aunque estemos empezando no son para desecharlos, “gracias”.
Seguimos Castellana arriba, la lluvia sigue ablandando nuestros cerebros; sobre el kilómetro 3 nos alcanza Miguel, mi hermano, se pone a nuestro lado, “no cojo el ritmo” me dice; ya se ve el Santiago Bernabeu, y a su altura no faltan los gritos de “Aupa Aleti”; el primer avituallamiento, el más complicado, Ángel se tira a la primera mesa, y pilla su primera botella, “no vayas a la primera, sobra tiempo para coger el agua”; a Ángel se le ha hecho corto y entre risas me dice “ya tenemos un octavo hecho”; seguimos con nuestro correr.
Andamos ya por el kilómetro 7, la lluvia nos abandona y Miguel decide hacer lo mismo, señal de que ha cogido el ritmo; Ángel y yo a lo nuestro, o a lo mío, a mi ritmo, el que de antemano me he prefijado para intentar conseguir mi objetivo, sé que un exceso de confianza se puede pagar, y muy caro, al final de la carrera, ahora aprovechamos que el terreno es favorable, vamos un poco más sueltos, más cómodos.
Llegamos al kilómetro once, 59´ 29´´, “algo justo” pienso, pero espero mejorar de aquí en adelante, mi cuerpo esta respondiendo bien, me encuentro a gusto; me viene a la memoria el comentario del 3x11 del día anterior y la pregunta de Abe ¿y eso qué es?, ya te lo explicare; y con estas divagaciones tan absurdas como placenteras nos acercamos a la Glorieta de Cuatro Caminos, donde recibiré el apoyo de Ángeles y Anabel, y para la ocasión preparo la mejor de las sonrisas, quiero transmitir a mi ángel tranquilidad; ya estamos en la glorieta, Ángel y yo ojo avizor, las divisamos, “voy bien”; también estaban Sonia y Aitor, pero a ellos no les vimos; esta inyección de moral hace que mi zancada se avive, que mi correr sea más alegre, que Ángel saque más y más fotos; nos acercamos a la zona de Argüelles, kilómetro 15, donde esperamos ver de nuevo al amigo Abe, pero es él quien nos ve a nosotros “Ángel, Saturnino, ¿qué tal?”, “Bien” respondemos al unísono, nos despedimos de él, pero solo hasta dentro de un rato.
Poco después nuevos gritos de apoyo, en esta ocasión es Jorge quien nos da su aliento, trota un poquillo desde la acera, “venga que voy yo más rápido, ¿qué tal vais?”, “De momento bien”, contestamos.
Casi sin darnos cuenta hemos llegado a Gran Vía; Preciados; Puerta del Sol, calle Mayor, donde nos esperan Paloma, Susana, Silvia, Loli e Irene; cruzamos ante el Palacio de Oriente, por supuesto inmortalizado el momento por Ángel; pequeña o gran subida hacia la calle Ferraz, donde nuevamente contamos con la presencia de Jorge; continuamos con nuestro trotar, ya al fondo divisamos la pancarta de la media maratón, el kilómetro 21 y 97 metros está a nuestro alcance, cruzamos bajo la pancarta en 1h 51´ 59´´; mi cabeza empieza a hacer números, a comparar este tiempo con el de otras ediciones, con el de otras maratones, y llego a una conclusión “aún puedo conseguirlo”; así que no puedo bajar la guardia, tengo que seguir trabajando, al menos hasta el momento en que intuya que no voy a bajar mi marca, pero prefiero desechar pensamientos negativos.
Kilómetro veintidós, 1h 57´; hemos mejorado un poquito respecto al kilómetro 11; cruzamos zona universitaria, lugar donde a Ángel le vienen a la cabeza infinidad de recuerdos, algo de cuando iba a estudiar, de los sábados, no sé, no le entendí, bueno en realidad entendí que iba los sábados a estudiar, pero ¿ese día no es para descansar?, bueno ya me lo aclarará el próximo año; nosotros a lo nuestro que hoy es correr.
Eeeeeh, pero no tanto, se me ha puesto melancólico, le ha entrado la morriña, y ha incrementado el ritmo, “que ganas tengo de ver a mi mujer y a mi hijo”, “tranquilo que aún nos quedan nueve kilómetros”.
Dejamos la avenida Valladolid y sin darnos cuenta afrontamos la subida de Príncipe Pío (no sé como se llama la calle); la gente agolpada a ambos lados, apenas dejando metro y medio para que pasemos, gritos, ánimos, aplausos; aquí también está nuestra gente, cada uno en un sitio, Ángeles y Anabel por un lado, Sonia y Aitor por otro, también Paloma, Susana, Silvia, Loli e Irene, y cómo no, el incombustible Jorge.
Avituallamiento del kilómetro 25, antes de afrontar una pequeña y complicada bajada para acceder a la casa de campo, “cuidado con el suelo” advertía un buen hombre; entrada en la casa de campo y parada técnica, puedo asegurar que a Ángel no se le iban a caer los pantalones; “tira que te alcanzo”, “sí mejor, que sino no arranco”; continuo trotando suavemente mientras Ángel soluciona su problema con el pantalón; miro para atrás, ya le veo corriendo y le hago señas para que vaya tranquilo, me alcanza y poco a poco volvemos al ritmo de crucero; ya está impaciente, pronto verá a su familia, “cuando lleguemos a Lago me adelanto un poco para darles un beso”, los kilómetros van cayendo, vamos dando cuenta de ellos y aún no han aparecido las temidas molestias.
Poco después del avituallamiento del kilómetro 30 volvemos a ver y a tener el apoyo de Jorge, quien nos entrega una botella de Aquarius (a la que después de dar unos tragos pasamos a otros corredores); Jorge nos acompaña corriendo prácticamente hasta el kilómetro 31; kilómetro en el que hace acto de presencia nuestra liebre, Abe, el encargado de que nuestro ritmo no decaiga en estos kilómetros finales, y hacer posible la realidad de un sueño.
Ya seguimos a Abe y afrontamos el repecho de la parada de metro de Lago, Ángel se adelanta unos metros, ya me había avisado, pero claro de esto nuestra liebre no sabía nada, “Ángel se va”, dice Abe, “No, va a saludar a su familia”; los ve, los saluda; nos animan; también contamos con el apoyo de Ángeles y Anabel, la penúltima sonrisa, la próxima en meta, “voy bien”.
Abe impone un ritmo cómodo para lo que llevamos encima y siempre pensando en el objetivo final, va por delante, pregunta, nos ofrece los manjares de la bolsa que porta a la espalda, pero los rechazamos; divisamos una camiseta naranja, leemos “Nunca correrás solo”, y nos embarga la pena, un compañero que no ha podido mantener el ritmo, “¿quién es?”, “Antonio” contesta Abe; llegamos a su altura y la pregunta es obligada “¿qué tal?, “mal, salí muy rápido”, nos responde, “tranquilo, coge un ritmo cómodo, ya no queda nada”, bien sabe él lo que queda, lo que le queda, “suerte”.
Kilómetro treinta y tres, 2h 54´, vuelvo a hacer cálculos, puedo atrapar mi sueño, esto hace que no ceje en el esfuerzo y que intente seguir al bueno de Abe, el terreno ahora es un poco favorable aunque no tardará en llegar la reválida de esta maratón, así que hay que aprovechar.
Casi con el avituallamiento del kilómetro 35, donde Abe nos indica que cojamos agua, empieza a ponerse la carretera cuesta arriba, me agarro a ella y procuro coger un ritmo que no me haga perder lo que hemos conseguido hasta ahora; sube y sube, un kilómetro, otro; “Abe, Abe” gritan mientras corre a nuestro lado, miro y la veo, es Tecolinha, con su pañuelo sobre su cabeza, otro apoyo bien venido; seguimos subiendo y vemos otra camiseta naranja, y leemos “Nuca correrás solo”, en esta ocasión no tengo que preguntar quien es, lo reconozco, es Miguel, mi hermano, y en esta ocasión me entristece por partida doble; llegamos a su altura, y se une al grupo, puede mantener nuestro ritmo lo que seguro le reportó algo de alivio; llegando al kilómetro 39 volvemos a recibir el apoyo y la ayuda de Jorge, la enésima, se une al grupo.
Ahora somos cinco, pero eso no ha evitado que sigamos subiendo, Jorge y Abe dándonos ánimos, corriendo a nuestro lado, Abe delante mirando su crono y Ángel detrás mirando su...¨vaya culito que se te ha puesto”, aún tenemos tiempo y ganas para unas risas.
La carrera nos da un pequeño respiro, ya estamos en la glorieta del Emperador Carlos V, hemos pasado el kilómetro 39, miro mi crono, ahora lo tengo claro, sé que lo voy a conseguir, y Abe se da cuenta de ello, lee mis pensamientos: “Saturnino sabe que lo va a conseguir”.
Subida a la calle Alfonso XII, donde Jorge pide a Abe tranquilidad, yo me la tomo con calma, sé que si no me hundo lo tengo en la mano, esta calle la conozco y sé que en breve se va a suavizar; kilómetro 40; giro a la derecha, calle Alcalá, ya divisamos el kilómetro 41; Paloma, Susana, Silvia, Loli e Irene vuelven a estar ahí; Jorge nos deja no sin antes darnos el último aliento; Abe continuará un poco más, casi hasta la entrada al Retiro, donde ya quedamos Miguel, Ángel y yo, y donde estoy convencido de que voy a conseguir mis tres objetivos, ahora sí.
Entramos en el Retiro, me gritan y veo a Beatriz y a mi sobrino Enrique, el penúltimo apoyo antes de la recta de meta, durante unos metros me llevo los ojitos de Enrique clavados en los míos; la gente detrás de las vayas, animando a derecha e izquierda; Ángel buscando a su hijo con el que quiere cruzar la meta en su primera maratón; yo con la vista clavada ya en el último arco, en la meta, y mi hermano a nuestro lado; Ángel ve a su hijo y va a por él, esto hace que se rezague un poquito; pasamos delante de la grada, no veo a los míos pero se que están ahí; un último esfuerzo y todo habrá terminado, la línea de meta bajo mis pies, y el crono detenido en esas 3h 46´ 53´´; me abrazo a mi hermano; a Ángel que acaba de cruzar con su hijo; seguimos caminando, ahora solo caminar; vamos reponiendo nuestro cuerpo con los alimentos y las bebidas que nos ofrecen; recogemos nuestras mochilas; salimos del recinto vallado para encontrarnos con todos los que nos han estado apoyando, amigos y familiares, a todos ellos gracias.
Sí, mil gracias, millones de gracias, a los que teniendo mejores cosas que hacer decidieron pasar la mañana dando tumbos detrás de nosotros, a Ángeles y a Anabel; a Sonia y a Aitor; a Paloma, Susana, Silvia, Loli e Irene, a Esther y Ángel(illo); a Tecolinha; a Beatriz y a mi sobrino Enrique; a Jorge; y cómo no, a Abe.
Se acerca el momento, el gentío clama para empezar a correr; 09:00 horas y allá a lo lejos, entre el griterío de los corredores, se escucha el pistoletazo de salida; José, Ángel y yo nos deseamos suerte; ya no hay marcha atrás, la hora de la verdad ha llegado.
Caminando nos vamos acercando a la línea de salida, mientras una fina lluvia empieza a caer sobre nuestras cabezas, como si alguien desde arriba quisiera atemperar nuestros ánimos, pisamos la línea, empezamos a trotar, le pido a Ángel (quién a partir de ahora será mi sombra, o yo la suya) que no se despiste, los primeros kilómetros son para ir cogiendo el ritmo.
Pronto nos abandona José, “suerte”; ascendemos Castellana por el lado izquierdo, siempre lo he hecho por este lado, “algún año iré para el otro”; “Ángel, Saturnino, vamos”, es nuestro amigo Abe quien nos da sus primeros ánimos, y aunque estemos empezando no son para desecharlos, “gracias”.
Seguimos Castellana arriba, la lluvia sigue ablandando nuestros cerebros; sobre el kilómetro 3 nos alcanza Miguel, mi hermano, se pone a nuestro lado, “no cojo el ritmo” me dice; ya se ve el Santiago Bernabeu, y a su altura no faltan los gritos de “Aupa Aleti”; el primer avituallamiento, el más complicado, Ángel se tira a la primera mesa, y pilla su primera botella, “no vayas a la primera, sobra tiempo para coger el agua”; a Ángel se le ha hecho corto y entre risas me dice “ya tenemos un octavo hecho”; seguimos con nuestro correr.
Andamos ya por el kilómetro 7, la lluvia nos abandona y Miguel decide hacer lo mismo, señal de que ha cogido el ritmo; Ángel y yo a lo nuestro, o a lo mío, a mi ritmo, el que de antemano me he prefijado para intentar conseguir mi objetivo, sé que un exceso de confianza se puede pagar, y muy caro, al final de la carrera, ahora aprovechamos que el terreno es favorable, vamos un poco más sueltos, más cómodos.
Llegamos al kilómetro once, 59´ 29´´, “algo justo” pienso, pero espero mejorar de aquí en adelante, mi cuerpo esta respondiendo bien, me encuentro a gusto; me viene a la memoria el comentario del 3x11 del día anterior y la pregunta de Abe ¿y eso qué es?, ya te lo explicare; y con estas divagaciones tan absurdas como placenteras nos acercamos a la Glorieta de Cuatro Caminos, donde recibiré el apoyo de Ángeles y Anabel, y para la ocasión preparo la mejor de las sonrisas, quiero transmitir a mi ángel tranquilidad; ya estamos en la glorieta, Ángel y yo ojo avizor, las divisamos, “voy bien”; también estaban Sonia y Aitor, pero a ellos no les vimos; esta inyección de moral hace que mi zancada se avive, que mi correr sea más alegre, que Ángel saque más y más fotos; nos acercamos a la zona de Argüelles, kilómetro 15, donde esperamos ver de nuevo al amigo Abe, pero es él quien nos ve a nosotros “Ángel, Saturnino, ¿qué tal?”, “Bien” respondemos al unísono, nos despedimos de él, pero solo hasta dentro de un rato.
Poco después nuevos gritos de apoyo, en esta ocasión es Jorge quien nos da su aliento, trota un poquillo desde la acera, “venga que voy yo más rápido, ¿qué tal vais?”, “De momento bien”, contestamos.
Casi sin darnos cuenta hemos llegado a Gran Vía; Preciados; Puerta del Sol, calle Mayor, donde nos esperan Paloma, Susana, Silvia, Loli e Irene; cruzamos ante el Palacio de Oriente, por supuesto inmortalizado el momento por Ángel; pequeña o gran subida hacia la calle Ferraz, donde nuevamente contamos con la presencia de Jorge; continuamos con nuestro trotar, ya al fondo divisamos la pancarta de la media maratón, el kilómetro 21 y 97 metros está a nuestro alcance, cruzamos bajo la pancarta en 1h 51´ 59´´; mi cabeza empieza a hacer números, a comparar este tiempo con el de otras ediciones, con el de otras maratones, y llego a una conclusión “aún puedo conseguirlo”; así que no puedo bajar la guardia, tengo que seguir trabajando, al menos hasta el momento en que intuya que no voy a bajar mi marca, pero prefiero desechar pensamientos negativos.
Kilómetro veintidós, 1h 57´; hemos mejorado un poquito respecto al kilómetro 11; cruzamos zona universitaria, lugar donde a Ángel le vienen a la cabeza infinidad de recuerdos, algo de cuando iba a estudiar, de los sábados, no sé, no le entendí, bueno en realidad entendí que iba los sábados a estudiar, pero ¿ese día no es para descansar?, bueno ya me lo aclarará el próximo año; nosotros a lo nuestro que hoy es correr.
Eeeeeh, pero no tanto, se me ha puesto melancólico, le ha entrado la morriña, y ha incrementado el ritmo, “que ganas tengo de ver a mi mujer y a mi hijo”, “tranquilo que aún nos quedan nueve kilómetros”.
Dejamos la avenida Valladolid y sin darnos cuenta afrontamos la subida de Príncipe Pío (no sé como se llama la calle); la gente agolpada a ambos lados, apenas dejando metro y medio para que pasemos, gritos, ánimos, aplausos; aquí también está nuestra gente, cada uno en un sitio, Ángeles y Anabel por un lado, Sonia y Aitor por otro, también Paloma, Susana, Silvia, Loli e Irene, y cómo no, el incombustible Jorge.
Avituallamiento del kilómetro 25, antes de afrontar una pequeña y complicada bajada para acceder a la casa de campo, “cuidado con el suelo” advertía un buen hombre; entrada en la casa de campo y parada técnica, puedo asegurar que a Ángel no se le iban a caer los pantalones; “tira que te alcanzo”, “sí mejor, que sino no arranco”; continuo trotando suavemente mientras Ángel soluciona su problema con el pantalón; miro para atrás, ya le veo corriendo y le hago señas para que vaya tranquilo, me alcanza y poco a poco volvemos al ritmo de crucero; ya está impaciente, pronto verá a su familia, “cuando lleguemos a Lago me adelanto un poco para darles un beso”, los kilómetros van cayendo, vamos dando cuenta de ellos y aún no han aparecido las temidas molestias.
Poco después del avituallamiento del kilómetro 30 volvemos a ver y a tener el apoyo de Jorge, quien nos entrega una botella de Aquarius (a la que después de dar unos tragos pasamos a otros corredores); Jorge nos acompaña corriendo prácticamente hasta el kilómetro 31; kilómetro en el que hace acto de presencia nuestra liebre, Abe, el encargado de que nuestro ritmo no decaiga en estos kilómetros finales, y hacer posible la realidad de un sueño.
Ya seguimos a Abe y afrontamos el repecho de la parada de metro de Lago, Ángel se adelanta unos metros, ya me había avisado, pero claro de esto nuestra liebre no sabía nada, “Ángel se va”, dice Abe, “No, va a saludar a su familia”; los ve, los saluda; nos animan; también contamos con el apoyo de Ángeles y Anabel, la penúltima sonrisa, la próxima en meta, “voy bien”.
Abe impone un ritmo cómodo para lo que llevamos encima y siempre pensando en el objetivo final, va por delante, pregunta, nos ofrece los manjares de la bolsa que porta a la espalda, pero los rechazamos; divisamos una camiseta naranja, leemos “Nunca correrás solo”, y nos embarga la pena, un compañero que no ha podido mantener el ritmo, “¿quién es?”, “Antonio” contesta Abe; llegamos a su altura y la pregunta es obligada “¿qué tal?, “mal, salí muy rápido”, nos responde, “tranquilo, coge un ritmo cómodo, ya no queda nada”, bien sabe él lo que queda, lo que le queda, “suerte”.
Kilómetro treinta y tres, 2h 54´, vuelvo a hacer cálculos, puedo atrapar mi sueño, esto hace que no ceje en el esfuerzo y que intente seguir al bueno de Abe, el terreno ahora es un poco favorable aunque no tardará en llegar la reválida de esta maratón, así que hay que aprovechar.
Casi con el avituallamiento del kilómetro 35, donde Abe nos indica que cojamos agua, empieza a ponerse la carretera cuesta arriba, me agarro a ella y procuro coger un ritmo que no me haga perder lo que hemos conseguido hasta ahora; sube y sube, un kilómetro, otro; “Abe, Abe” gritan mientras corre a nuestro lado, miro y la veo, es Tecolinha, con su pañuelo sobre su cabeza, otro apoyo bien venido; seguimos subiendo y vemos otra camiseta naranja, y leemos “Nuca correrás solo”, en esta ocasión no tengo que preguntar quien es, lo reconozco, es Miguel, mi hermano, y en esta ocasión me entristece por partida doble; llegamos a su altura, y se une al grupo, puede mantener nuestro ritmo lo que seguro le reportó algo de alivio; llegando al kilómetro 39 volvemos a recibir el apoyo y la ayuda de Jorge, la enésima, se une al grupo.
Ahora somos cinco, pero eso no ha evitado que sigamos subiendo, Jorge y Abe dándonos ánimos, corriendo a nuestro lado, Abe delante mirando su crono y Ángel detrás mirando su...¨vaya culito que se te ha puesto”, aún tenemos tiempo y ganas para unas risas.
La carrera nos da un pequeño respiro, ya estamos en la glorieta del Emperador Carlos V, hemos pasado el kilómetro 39, miro mi crono, ahora lo tengo claro, sé que lo voy a conseguir, y Abe se da cuenta de ello, lee mis pensamientos: “Saturnino sabe que lo va a conseguir”.
Subida a la calle Alfonso XII, donde Jorge pide a Abe tranquilidad, yo me la tomo con calma, sé que si no me hundo lo tengo en la mano, esta calle la conozco y sé que en breve se va a suavizar; kilómetro 40; giro a la derecha, calle Alcalá, ya divisamos el kilómetro 41; Paloma, Susana, Silvia, Loli e Irene vuelven a estar ahí; Jorge nos deja no sin antes darnos el último aliento; Abe continuará un poco más, casi hasta la entrada al Retiro, donde ya quedamos Miguel, Ángel y yo, y donde estoy convencido de que voy a conseguir mis tres objetivos, ahora sí.
Entramos en el Retiro, me gritan y veo a Beatriz y a mi sobrino Enrique, el penúltimo apoyo antes de la recta de meta, durante unos metros me llevo los ojitos de Enrique clavados en los míos; la gente detrás de las vayas, animando a derecha e izquierda; Ángel buscando a su hijo con el que quiere cruzar la meta en su primera maratón; yo con la vista clavada ya en el último arco, en la meta, y mi hermano a nuestro lado; Ángel ve a su hijo y va a por él, esto hace que se rezague un poquito; pasamos delante de la grada, no veo a los míos pero se que están ahí; un último esfuerzo y todo habrá terminado, la línea de meta bajo mis pies, y el crono detenido en esas 3h 46´ 53´´; me abrazo a mi hermano; a Ángel que acaba de cruzar con su hijo; seguimos caminando, ahora solo caminar; vamos reponiendo nuestro cuerpo con los alimentos y las bebidas que nos ofrecen; recogemos nuestras mochilas; salimos del recinto vallado para encontrarnos con todos los que nos han estado apoyando, amigos y familiares, a todos ellos gracias.
Sí, mil gracias, millones de gracias, a los que teniendo mejores cosas que hacer decidieron pasar la mañana dando tumbos detrás de nosotros, a Ángeles y a Anabel; a Sonia y a Aitor; a Paloma, Susana, Silvia, Loli e Irene, a Esther y Ángel(illo); a Tecolinha; a Beatriz y a mi sobrino Enrique; a Jorge; y cómo no, a Abe.
Miguel, Ángel, SAturnino, Abe, Ángel(illo) y Jorge.
16 comentarios:
Enhorabuena campeón, me alegro por ti, y me dió lástima no poder saludarte en la meta, pero sin duda estabas bien acompañado. Ahora se bien el por que de tus consejos.
Un abrazo y a disfrutarlo ue lo mereces.
¡Enhorabuena Saturnino!. Un tiempazo y un buen mordisco sobre tu anterior marca en Sevilla, (y eso que la plaza de ayer era mucho más complicada). Ahora a recuperarse.
Estuve atento a vuestras camisetas naranjas, pero no os vi cerca de la Biblioteca Nacional, donde había quedado con mis amigos, ni luego en carrera, claro que esto tiene explicación: estábais todos por delante, jajaja...
Un abrazo y espero que nos veamos en Avila. ;-)
Hombre tu plan del pasado domingo "correr el mapoma y hacer marca personal" no estaba mal para que vamos a negarlo, pero el mío era mucho mejor no te hagas líos.
Estar con los amigos en su "momento" eso no tiene precio para el resto "mastercard".
Hoy me toca a mi maratón, no de correr sino de currar, esta noche toca no dormir, en fin cosas de mi sector...
Eso sí, no he perdonado escaparme para correr 14 kilómetros los 100x24h nos están esperando y eso hay que tomarlo en serio.
Enhorabuena amigo.
Un saludo.
Saturnino, una gran crónica de un gran logro. Ahora a paladear ese momento.
Un abrazo
Enhorabuena una vez más, por la carrera, por la crónica y por poder disfrutar del apoyo de tanta gente.
Un fuerte abrazo.
Sólo he leido la mitad, tengo que dejarlo para otro ratín que tenga.
Hasta luego!!!
Enhorabuena por tu carrera tan inteligente y por tu mejor marca, y esto en el MAPOMA que es duro, en cualquier otro harás una gran marca, ahora a disfrutar del post-maratón y a recuperarse bien, un saludo y mucho ánimo.
Grande y emocionante crónica. Muchas felicidades!! Me alegro que todo te saliera como querías, yo ya se lo dije a tu mochila....
Crazysoul: Igualmente, vaya tiempazo que te marcaste; haber si nos vemos por estos caminos de Dios y charlamos un rato.
Carlos: Gracias, no ha estado mal, al igual que tu paseillo. Ya eche la inscripción de Ávila, esperemos vernos.
Abe: Parte de esa marca sabes que te pertenece. Ya hice lo de los 100x24, hay que aprovechar el tirón.
CarLitros: Sí a disfrutar, al igual que espero lo hagas tú, porque lo tuyo fue un marcon, enhorabuena.
Beatriz: Muchas gracias, y ya sabes que entre toda esa gente también te encontrabas tú.
Mauri: Hombre que no se diga, dos días para leer la crónica…
Juanito: Todo salió bien, y cuando eso sucede todo es más fácil.
Rafa González: Gracias; ya vi que habías hecho amistad con mi mochila, jeje.
Gracias a todos y como siempre un besazo para ellas y un abrazo para ellos.
Por muchos motivos esta carrera fue muy especial y precisamente por esos motivos la disfruté tanto como si la hubiera corrido yo.
Un besazo!!
Simplemente me ha encantado ,y ahora vuelta a entrenar , un gran abrazo amigo
¡Vaya por fin acabé de leer el "tocho" de crónica!, claro que semejante empresa no merece menos líneas: impresionante!!
¡Enhorabuena a los premiados!
SONIA: Tengo reservado un maratón para ti.
ALVARO: Gracias; poco a poco iremos cogiendo ritmo a esos entrenamientos, hoy he empezado a rodar, 32 minutos para ir haciendo boca y dejar que el cuerpo se aclimate.
Mauri: Dos día para leer la crónica, tarde yo menos en correr el maratón, jeje. Gracias amigo.
Un besazo para ella y un abrazo para ellos.
Enhorabuena compañero!!!gran cronica
un abrazo
Paco: Gracias; me alegra que te haya gustado.
Un saludo.
¡¡¡Enhorabuena!!!
Emociona leeros a los que habéis corrido esta carrera con tanta ilusión y buenas sensaciones, uff, me alegro mucho por vosotros, os lo merecéis.
Por cierto, daba gusto veros tan bien y tan sonrientes en Pirámides.
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