lunes, 14 de octubre de 2013

Rock´n´Roll Maratona de Lisboa: La Historia



 
Domingo, día 06 de octubre. Son las 10 de la mañana. El día está claro y el sol ya empieza a dejarse notar. Avanzo entre el gentío en compañía de mis cómplices de aventura: Gonzalo, Pedro, Juan Carlos, Eduardo y Ángel. Se acerca el momento, atrás quedan muchos entrenamientos, muchas horas derrochadas en este.
Las caras de los que rodean van cambiando, el ambiente se va impregnando de dudas, de impaciencias; quizás mi gesto también lo haya hecho, hoy es diferente, especial, Ella por primera vez no esperará mis pasos en los duros kilómetros, no tendré que fingir una sonrisa, solo tendré sus recuerdos y cuando sea necesario Ella si estará ahí. Las 10:05 (hora extraña, hora rara para empezar otra maratón), empezamos a correr, deseo suerte a mis compañeros, ahora cada uno seguirá sus impulsos, su lucha personal.
Ajeno al resto de corredores empiezo mi carrera, con cuidado de evitar una caída que acabe con el sueño, disfrutando de las primeras bocanadas de esfuerzo; corredores que apresurados cruzan de un lado a otro. Subes y bajas, toboganes de esfuerzo, asfalto, mar y playa para distraer el pensamiento. El sol nos da de frente y castiga de lo lindo; las gotas de sudor empiezan a caer por la frente. Voy demasiado deprisa, le digo a Eduardo, que se ha quedado a mi lado, ni es mi ritmo ni yo su ritmo, lo sabe, pero aún así insiste; él siempre unos metros por delante, no quiero entrar en la batalla de seguir sus pasos, para mí no sería bueno. Los kilómetros transcurren con normalidad, y a estas alturas según lo previsto; la costa siempre a la derecha va ahuyentando la fatiga. Olas que van y vienen al paso de cada corredor, invitando a un descanso que el corredor rechaza, incansable en su lucha por correr un kilómetro más. Atrás dejamos Estoril, famoso por su casino, y seguro que por alguna cosa más, pero yo ahora no estoy para pensar en ello, solo pienso en correr, en disfrutar de este momento; los kilómetros van pasando; veleros y barcos,  bañistas tumbados en la playa o correteando por ella, un entorno que invita al descanso, al párate y no corras. Colores y olores. Sensaciones que entran en una mente aún fresca. Kilómetro 12, quizás 13, abandonamos la costa momentáneamente y nos adentramos en Oeiras; nos cruzamos con la carrera, con corredores que nos preceden, y entre ellos busco con ansiedad a mis amigos, veo a Ángel, y el “suerte” va de un lado a otro; el camino se separa sin conseguir ver al resto de la expedición, entramos en un parque, que bien podría ser el del Retiro, y llena de sombra agradecida, suave ascenso con algún grupo animando que lo hace más llevadero. Salimos del parque para ya volver hacia el mar. El sol sigue ahí, siempre estuvo ahí, solo fue un pequeño respiro. Más playas, más kilómetros, más veleros…más de lo mismo. Dejamos la carretera y nos adentramos más hacia el mar, hacia un largo espigón que para hacer más ameno han llenado de banderas y de jóvenes ondeando alguna de ellas, entre ellas la de España, que encontramos casi al final de ese camino del calvario. Todo transcurre, de momento bien; ahí sigue mi compañero Eduardo, con el que sigo haciendo la goma, me deja le pillo, convivo con él rechazando dos amenazas: Las prisas y la impaciencia. La media, tiempo de inflexión y de reflexionar sobre lo que queda. Decido seguir con lo puesto; no quiero arriesgar ni aventurarme a lo incierto. Vamos poco a poco abandonando la costa, para ya, divisar en la distancia el monumento a los Descubridores y la Torre de Belén, y empezar a ver solo asfalto y cemento. Nos acercamos a lo duro del maratón, hasta ahora han sido kilómetros más o menos placenteros o llevaderos,  y a partir de aquí el cansancio empezará a ir apareciendo. Poco ayuda el entorno: largas rectas vacías de gente. Conozco este tramo, no en vano lo recorrí hace menos de un año, y es triste y desolado, donde la carrera empieza a ser una lucha personal. Trenes que nos adelantan muy rápidos o que se nos acercan a toda prisa. Alcanzamos a Pedro, a quien el calor le pide prudencia. Ya estaremos en Lisboa, aunque eso aún no lo notaremos hasta el kilómetro 31, donde accedemos a la plaza del Comercio para ir hasta la plaza del Rossio, kilómetro 32, y volver otra vez a la plaza del Comercio, escasos dos kilómetros de pocos aplausos y frases de apoyo (que poco ha cambiado las cosas en este escaso año). Dejamos el centro de Lisboa para adentrarnos en una zona portuaria de hierros y contenedores, de apatía, de rectas interminables, de fatiga mental. En el kilómetro 33 recibo el varapalo de ser adelantado por el globo, o cartel, de las 4 horas; ni tan siquiera intento seguirlo unos metros, sé que hoy inesperadamente me ha derrotado, no contaba con ello. La fatiga ya está instalada en mi cuerpo e intento que no lo haga en mi mente; llega el momento de los recuerdo. Mi compañero empieza a tener problemas, ya no hacemos la goma, y cada uno con lo puesto afrontará como pueda los últimos kilómetros. Me inhibo e intento buscar estímulos, esta vez lejos, en Ella, en León, en los amigos que hoy están aquí conmigo. Me concedo un respiro, evito pedirme cuentas y con la vista “gacha” busco un ritmo sosegado. No veo a mi amigo Ángel. Sigo paso a paso, descontando metro a metro, un kilómetro menos; el kilómetro 40 ya es antesala de éxito. La emoción empieza a dominar al cansancio. Nada importa ya, solo cruzar la meta. El último kilómetro con familiares y corredores, que ya han acabado, se hace más llevadero. Suben las pulsaciones, se alarga la zancada, la fatiga deja salir una sonrisa. Ya está. A lo lejos la meta, corro sin buscar a nadie en la orilla, tranquilo, satisfecho, 4h02m, con la cabeza alta, vista al cielo, doy gracias.
Voy en busca de mis compañeros: Gonzalo, Pedro, Juan Carlos, Eduardo y Ángel; todos juntos, con nuestra medalla al cuello, satisfechos por haber superado otro maratón. Solo me falta una cosa, una llamada de teléfono. Hablo con Ella para transmitir la tranquilad y satisfacción que en esos momento recorren mi cuerpo.
Para terminar agradecer a todos, familiares y amigos, que estuvisteis pendientes y me transmitisteis vuestro apoyo.
Gracias.

11 comentarios:

A de la Mata. dijo...

Satur: Aunque sufrimos, algunos mas de la cuenta, terminamos y nos quedaron ganas de dar un voltio y tomar unas cañas. Lo mejor la convivencia de esos dos días. Un abrazo. A de la Mata

Halfon dijo...

Satur, sufrida Maratón el correr por entornos desangelados no es lo mas propicio sobre todo para la mente.

Un fuerte abrazo

Tania dijo...

Enhorabuena Satur! me ha gustado la crónica, sensaciones al estado puro. Otro maratón más. Felicidades!
bss
Tania

Celina dijo...

Felicidades, cruzar la meta siempre es un éxito! un besote y ahora a recuperarse bien!

Annie dijo...

Enhorabuena por haber vencido de nuevo a la maratón!!! Una mezcla de admiración y envidia por ello!! :)

Nosotros tendremos la ocasión de vivir este ambiente en Oporto el día 3 de noviembre, aunque corriendo la carrera corta.

Ahora a recuperarse! Un abrazo

Abuelo Runner dijo...

Solo los que nos atrevemos a enfrentarnos a la distancia, sabemos lo que cuesta cruzar la linea de meta,algunas veces mas de lo normal... sangre, sudor y lagrimasss.
Un abrazo Satur y una mas a la saca muchas felicidades.

EDUARDO dijo...

La susodicha góma, de tanto tensarla, se rompió, para el próximo una cadena de acero.

Miguel dijo...

Cada Maratón tiene su historia, no hay duda, pero estas que notas más la soledad se hacen siempre cuesta arriba, no obstante cruzar la meta siempre es un triunfo, felicidades.

Unknown dijo...

Felicidades, parece mentira que después de tantas maratones todavía reflejes la dureza y la emoción que supone completar esta distancia con tanta pasión.
Enhorabuena.

Halfon dijo...

Satur, te he indicado como uno de los ganadores del Liebster, pásate por mi blog y tienes la nominación y las instrucciones

Unknown dijo...

Por cierto, cuando puedas pásate por mi blog para conocer toda la información sobre el premio que ha recibido tu blog, felicidades! has sido galardonado con el Liebster Award! http://el-cuentakilometros.blogspot.com.es/