La calle se llena del silencio en recuerdo de nuestra amiga Ana,
de las Mujeres Running de La Bañeza; un emotivo silencio roto por los aplausos
de los corredores.
Y tras ese minuto, y los aplausos, el toque de silbato que desato
la estampida de los corredores. Salida rápida en la que pronto nos encontramos
con el muro de la carrera, esa subida corta, pero que se clava en las piernas a
cada vuelta, para después de un pequeño llanear iniciar la vertiginosa bajada,
y otra vez al llano. La respiración no se alía con las piernas y eso para mí no
son buenas noticias; empiezo a darme cuenta de que hoy no va a ser un buen día,
he salido rápido, algo que no debía
haber hecho, pero desgraciadamente el error ya estaba cometido. Pude haberlo corregido,
pero ya metidos en harina decidí seguir en el engaño. Las calles por las que
ahora transcurre la carrera no ayudan mucho, pero el llegar a las calles del
centro de la villa hace que las sensaciones mejoren, o al menos el cansancio se
nota menos, lo que ayuda a rematar la primera vuelta, y después a repetir una
segunda y otra tercera vez, poniendo esfuerzo en cada zancada para no irme de
la carrera, y cruzar la meta con el recuerdo de una amiga. Hasta siempre.
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