El fin de semana se presentaba
completito. Por delante dos citas con la Copa Diputación Carreras Populares de
León. Dos carreras y muchas vueltas.
La primera cita el sábado en Laguna de
Negrillos, donde me esperaba su V Carrera Popular La Torvera.
Junto a mis compañeros del Nunca
correrás solo, y con mis primeros retos del año rematados, me coloco en la
línea de salida dispuesto a disfrutar y a correr respetando las sensaciones de
mi cuerpo. La cuenta atrás es el preludio de una salida rápida. Como casi
siempre. Busco mi sitio y dejo que las buenas sensaciones me encuentren.
Las calles familiares y el ánimo de la gente ayudan en esos primeros metros.
Después todo es más sencillo. Dejamos el pueblo para tomar esa carretera,
testigo de otras tiradas largas, que nos lleva a ese camino de vuelta, entre
chopos y el reguero a contracorriente, y casi sin darnos cuenta, otra vez al
pueblo. A la vista de ese castillo, antaño señorial, muy antaño. A recibir los
aplausos de la gente mientras corro sus calles en busca de la primera vuelta.
Con el ritmo de crucero ya establecido, solo queda mantener, y correr la
segunda vuelta. Volver a repasar los kilómetros, esos que paso a paso voy
dejando atrás para cruzar definitivamente el arco de meta.
El segundo lugar de encuentro: La Bañeza.
La segunda cita: la XXX Carrera Popular El Salvador.
Nada cambia, misma dinámica, mismos
rituales. El tiempo pasa en un suspiro. Otra cuenta atrás, y otra vez a la
carga. Y como no, otra salida “como si no hubiera mañana”, que pronto
choca con esa cuesta que se agarra a las piernas, y que tendremos que salvar
tres veces. Y ese pensamiento, y esas tres vueltas que tengo por delante, me
hacen ser más comedido. No quiero hacer la primera rápida y después sufrir. Así
que a intentar disfrutar sin morir en el intento.
Pronto “pillo” el ritmo, mi
ritmo cómodo, ese que vuelta a vuelta, me lleva a la meta. Tres vueltas, con
sus tres repechos, con sus giros y requiebros, con su gente animando, que
tampoco dan para mucho más.
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