Despacio, sereno, encamino mis pasos hacia el Hispánico, la zona de la salida. Junto a mi Ángeles, que aprovecha el pequeño paseo para dejar las últimas peticiones de tranquilidad, algo que hoy no es necesario. En mi mente solo hay una consigna: No sufrir. Las últimas tiradas largas no me han dejado buenas perspectivas y eso es lo que quiero cambiar.
El bullicio aumenta mientras nos acercamos al estadio. Reencuentro con los amigos del Nunca correrás solo, saludos, fotos, intercambios de sensaciones y de proyectos. Suaves carrerillas de calentamiento.
Metidos ya entre el mogollón, rodeado de los míos, espero el momento de la salida. Ese disparo que hace que las palomas aleteen en el cielo y se lleven los nervios que los corredores.
Con calma doy los primeros pasos, no quiero seguir ninguna estela, buscando acompasar cuanto antes ritmo y respiración. Disfruto de mis calles, de esas calles tan conocidas que parecen de mi propiedad. Pasan los primeros kilómetros, tres, cuatro, miro hacia atrás buscando la presencia de mi hija, buscando su ayuda. Voy bien, a ritmo entre cinco y cinco quince, de momento me conformo con ello. Llegando al cinco uno mis zancadas a los de mi hija; ni ella ni yo estamos con las mejores sensaciones. Pasado el repecho de la calle Unicef y en ese suave descenso buscamos el refugio de las calles de León. Me dejo ir, economizando en esta zona favorable, aunque siento que el ritmo me sobrepasa. El Musac, a izquierda, San Marcos, a derecha; a duras penas puedo seguir los pasos de Sonia. Mi cabeza rumia y lucha por ahuyentar los malos pensamientos. Sonia marca y me dejo marcar. Recupero sensaciones ayudado por la presencia de la “Pulchra Leonina”, la Gran Catedral, y de Ángeles. Transitamos entre cinco y cinco quince, en la franja de maratón. Me gusta. La carrera transcurre, de momento, mejor de lo que yo esperaba, algún momento de sufrimiento superado con facilidad y constancia. En el kilómetro quince me quedo solo, sin referencias, Sonia me pide una, dos veces, que tire, y conocedor de esas sensaciones me dejo ir. Ya en la Granja, la Candamia, mi zona de entrenamiento, rodar me empieza a costar; me aferro al ritmo medio que llevo, me resisto a perder ese pequeño aporte anímico. Kilómetros dieciocho, “Vamos Satur” me anima Alberto, del Club Maratón Benavides, que guía los pasos de María. Metros de hacer la goma, en los que intento agarrarme a ellos, último esfuerzo. Junto a ellos recorro esos tres últimos kilómetros, y junto a ellos cruzo la meta. Gracias.
1h51m06s, demasiado para mi media, pero suficiente para mi maratón. No me quedo satisfecho con el tiempo que he hecho, me lo he tenido que trabajar. No ha sido esa carrera en la que corres acompañando a alguien, no, me la he currado, intentando hacer más trabajo mental que físico. Sin duda sacaré algo positivo de todo esto.
Y como es habitual en la cita leonesa no todo es correr; además de disfrutar de una prueba que cada año va más, también me lo he pasado en grande con la compañía de mis compañeros del Nunca correrás solo, que hemos convertido una costumbre en rutina. Fin de semana grande.
Metidos ya entre el mogollón, rodeado de los míos, espero el momento de la salida. Ese disparo que hace que las palomas aleteen en el cielo y se lleven los nervios que los corredores.
Con calma doy los primeros pasos, no quiero seguir ninguna estela, buscando acompasar cuanto antes ritmo y respiración. Disfruto de mis calles, de esas calles tan conocidas que parecen de mi propiedad. Pasan los primeros kilómetros, tres, cuatro, miro hacia atrás buscando la presencia de mi hija, buscando su ayuda. Voy bien, a ritmo entre cinco y cinco quince, de momento me conformo con ello. Llegando al cinco uno mis zancadas a los de mi hija; ni ella ni yo estamos con las mejores sensaciones. Pasado el repecho de la calle Unicef y en ese suave descenso buscamos el refugio de las calles de León. Me dejo ir, economizando en esta zona favorable, aunque siento que el ritmo me sobrepasa. El Musac, a izquierda, San Marcos, a derecha; a duras penas puedo seguir los pasos de Sonia. Mi cabeza rumia y lucha por ahuyentar los malos pensamientos. Sonia marca y me dejo marcar. Recupero sensaciones ayudado por la presencia de la “Pulchra Leonina”, la Gran Catedral, y de Ángeles. Transitamos entre cinco y cinco quince, en la franja de maratón. Me gusta. La carrera transcurre, de momento, mejor de lo que yo esperaba, algún momento de sufrimiento superado con facilidad y constancia. En el kilómetro quince me quedo solo, sin referencias, Sonia me pide una, dos veces, que tire, y conocedor de esas sensaciones me dejo ir. Ya en la Granja, la Candamia, mi zona de entrenamiento, rodar me empieza a costar; me aferro al ritmo medio que llevo, me resisto a perder ese pequeño aporte anímico. Kilómetros dieciocho, “Vamos Satur” me anima Alberto, del Club Maratón Benavides, que guía los pasos de María. Metros de hacer la goma, en los que intento agarrarme a ellos, último esfuerzo. Junto a ellos recorro esos tres últimos kilómetros, y junto a ellos cruzo la meta. Gracias.
1h51m06s, demasiado para mi media, pero suficiente para mi maratón. No me quedo satisfecho con el tiempo que he hecho, me lo he tenido que trabajar. No ha sido esa carrera en la que corres acompañando a alguien, no, me la he currado, intentando hacer más trabajo mental que físico. Sin duda sacaré algo positivo de todo esto.
Y como es habitual en la cita leonesa no todo es correr; además de disfrutar de una prueba que cada año va más, también me lo he pasado en grande con la compañía de mis compañeros del Nunca correrás solo, que hemos convertido una costumbre en rutina. Fin de semana grande.
6 comentarios:
Felicidades por esa vuelta a las medias. Seguimos confiando en el diesel.
Ten en cuenta que tu objetivo está todavía lejos, de todos modos correr en tu ciudad sienpre es un lujo
No era fácil, nuestra forma física, después del parón, está lejos de alcanzar un nivel aceptable, y tocaba trabajar ese sufrimiento. Por mi parte, me alegro de haberte lanzado durante esos kilómetros, siquiera para alcanzar la meta con la sensación de haber luchado como en pocas carreras. Ánimo!!
Un besín!
Correr en casa es siempre especial. En estas semanas que quedan acabaras por ponerte a punto. Suerte.
Compañero, yo creo que para Mapoma vas a llegar bastante mejor de lo que presupones a estas alturas de la película...
Correr León es una gozada siempre, como siempre digo a ver si para la 25ª edición nos hacen un homenaje ;-)
Un saludo!!!
p.d.- Mapoma se atisba en el horizonte...
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