El hombre que espera
Una vez más remueve
el poso del café la cucharilla triste.
Diez dedos bailotean en la mesa del bar
un tango a media luz con el olvido.
Está solo, cansado,
sentado entre una multitud ajena
que lo mira sin verlo.
Un anillo de oro gastado por los años
es el único rastro de brillo que le queda.
La pasión una vez le estalló entre las manos.
Y perdió la esperanza en los abismos
de un corazón humano.
No hay desdicha que le haya sido ajena.
No existe humillación que desconozca.
Es por eso que sabe hablar de amor.
Es por eso que espera.
Una vez más remueve
el poso del café la cucharilla triste.
Diez dedos bailotean en la mesa del bar
un tango a media luz con el olvido.
Está solo, cansado,
sentado entre una multitud ajena
que lo mira sin verlo.
Un anillo de oro gastado por los años
es el único rastro de brillo que le queda.
La pasión una vez le estalló entre las manos.
Y perdió la esperanza en los abismos
de un corazón humano.
No hay desdicha que le haya sido ajena.
No existe humillación que desconozca.
Es por eso que sabe hablar de amor.
Es por eso que espera.
De Raquel Lanseros
1 comentario:
Bonita poesía, aveces es agradable escuchar estas cosas, un saludo.
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