“Ángel, grandes sonrisas nos han llevado a lo más alto
de las montañas y a recorrer largos caminos de 42 km. Ahora nosotros seguiremos
la tuya. Nunca correrás solo.”
Otro año más. Otra
vez Mapoma. Otra vez el despertador del maratón sacude mis sueños. Sé que hoy será
diferente, especial, hace meses que lo sé. Sonia ya levantada, seguro que llena
de recuerdos, me acompañará a la salida. Tranquilo. Vuelvo a las mismas
rutinas, a los mismos preparativos. Desayuno, aseo, mirada al cielo. Será
especial. Sin prisas, siguiendo mi ritual, me visto para la gran ocasión. El
espejo refleja mi silueta, hoy naranja, y sonrío, “Va por ti amigo”. Una corta despedida, un beso, un simple “tranquilo y suerte”; ella, mejor que
nadie, sabe los sentimientos que recorren mi interior.
Con mi hija
voy al encuentro de Abe y Tábita, y ya juntos hacia otro ritual, el de la
salida. Encuentros con los amigos del Nunca, con los amigos del correr, con los
amigos. Saludos y abrazos. Reencuentros del Mapoma. Se acerca la hora. “Suerte, suerte y suerte”, mientras el
grupo del ayuntamiento se diluye poco a poco.
Me encamino a
la salida, rodeado de buenos amigos, incomodo, extraño, vacío. Con unos, los
del Nunca, daré los primeros pasos, y con los otros, los de León, compartiré
los kilómetros que mi cuerpo aguante. Y entre todos ellos el silencio de la
sonrisa de mi amigo Ángel. Que contrasentido, “hoy me gustaría correr solo y me encuentro rodeado de más amigos que
nunca”.
Silencio
también el que nos lleva al recuerdo de la sin razón de Boston. Aplausos por
ellos. Aplausos de alegría porque ya caminamos en busca de la salida, lentamente,
cada uno con su pensamiento y todos con una misma meta.
Con las
primeras zancadas me despido de Abe, Juan y Jaime, mis amigos del Nunca, e
inicio mi particular carrera en compañía de mis amigos de León. Dicen que soy
su liebre, pero creo que soy poca liebre para tanto galgo. Empiezo con mi calma,
como siempre, buscando ese ritmo entrenado durante estos últimos meses;
buscando mis sensaciones. Ellos ya lo saben, no daré un paso más largo que
otro. Sé dónde está mi límite y lo que quiero conseguir. Alcanzamos a Pilar que
no tardando estará compartiendo algo más que una salida y una meta, compartirá
los 42 kilómetros. Un poco más adelante el primer grupo animador del Nunca:
Beatriz, Marisol, Tábita y Yoli, gritos de apoyo que no por no estar fatigado
son menos agradecidos. Corremos con dificultad, adelantando corredores por
izquierda o por derecha, o nos adelantan, también como pueden, sin querer
perder la constancia del ritmo. Entre emocionados aplausos dejamos a los
corredores de los 10 kilómetros. Tras los primeros kilómetros empiezo a sentir
acompasados ritmo y respiración, síntomas que me indican que iré cómodo en el
sube y baja que encontraremos al abandonar la suave pendiente de La Castellana.
El grupo leonés, a pesar del mogollón y de las paradas técnicas, sigue
compacto. Los kilómetros anodinos por los que ahora discurre la carrera llevan
a preguntarme “¿Cuántas fotos habría
sacado ya Ángel?¿Cuántas sonrisas y gestos me habría hecho esbozar?”.
El kilómetro
12, Nuevos Ministerios, pone en alerta mis sentidos para localizar a Loli e
Irene, miradas a izquierda y derecha hasta que las localizo para llevarme con
sus
ánimos muy cerquita, hasta Cuatro Caminos, apenas kilómetro y medio después,
donde me esperan las que mejor saben lo que hoy, para mí, significa Mapoma,
Ángeles y mi hija. Allí están, después de la curva, en el punto acordado, Ángeles y Sonia, acompañadas de Anabel; las
preparo la mejor de mis sonrisas, la que me prometí llevar durante toda la
carrera, la que siempre llevaba Ángel. Su sola presencia me trasmite la
confianza suficiente para seguir adelante. Seguimos
juntos, liebre y galgos, y nos vamos a por los kilómetros más llevaderos, los
que en bajada nos acercan a las céntricas calle madrileñas. Ya nos abandonan
los de la media, y no percibo la algarabía de la otra despedida, quizás
cansados ya unos de otros. Fuencarral, con el cariño de Yoli, Tábita, Marisol y
Beatriz, y los gritos de la familia de Gonzalo, al que ya situamos en la meta,
el placer de correr por Gran Vía, abarrotada, Preciados, con esas dos gaitas sometidas
por tanto Rock´n´Roll, Puerta del Sol, ensordecedora, calle Mayor, más estrecha
que nunca, mis pulsaciones suben por la emoción y a buen seguro las de mis
compañeros. La visión de la Almudena y el Palacio de Oriente nos devuelve la
tranquilidad necesaria para llegar a la ya cercana Media; la mitad ya está
hecha. Miro mi cronometro para corroborar lo que mi cuerpo me va transmitiendo,
que todo va según lo previsto. El trazado vuelve a ser favorable mientras
cruzamos el parque del Oeste, lo que aprovecho para tomarme un pequeño respiro,
ya que va a ser el último del que puedo disfrutar, el verdadero maratón está a
punto de comenzar. La avenida de Valladolid nos lleva al estrecho pasillo que
el público deja en Príncipe Pío, donde vuelven a estar los míos, Tábita, Yoli,
Beatriz y Marisol, y Jennifer, y Anabel, y mi hija y Ángeles. Sigo sonriendo, y
de verdad, con el corazón, hoy no necesito forzar, los solos recuerdos de mi
amigo Ángel invaden mi alma de la fuerza necesaria. Entramos en la
enigmática casa de campo, en el lugar donde más sueños se han roto, y más te
obliga a pensar, pero en el que mi amigo Ángel empezaba a vivir el Mapoma de
forma especial, en el que recibía el apoyo de sus seres más queridos. Para
mí hoy también será especial. Los pies ya van moviéndose por la inercia de los
kilómetros, siguiendo paso a paso su camino. Tres corredores del MTB Runners
León nos adelantan, oigo el clic de una cámara de fotos y un sorprendente “¡Saturnino!”, me hacen girar para econtrar la
mirada de Jesús Amigo. Continúo procurando mantener el ritmo. El grupo poco a
poco se va yendo, junto a mí solo Luismi, quién me dice “aquí voy bien”.
Gracias Loli |
Gracias Jesús |
Los kilómetros de casa
de campo ya tocan a su fin; poco más de cinco que en ocasiones se hacen eternos, y que hoy se han ido volando. Antes de mi momento, vuelvo a recibir el
apoyo de Jesús, y después la empinada salida con sus ensordecedores gritos de
apoyo, y arriba otra vez los míos, el último impulso, Jennifer, Anabel, Sonia y
Ángeles, Esther y Ángel-illo, y mi amigo Ángel. Me voy aproximando con mi mejor
sonrisa, con su sonrisa, sé que él me ve con dificultad, me acerco y me fundo
en un abrazo con él. Cuántas cosas me hubiese querido decir, cuántas cosas le
dije en esos breves segundos. Continuo con un nudo en la garganta, voy bien,
como nunca; Luismi ya lo tenemos, me
atrevo a decir. Aprovechamos el último terreno favorable de la carrera para
recuperar. El Calderón a la derecha, mi Calderón, ayer otra vez silenciadas sus
cincuenta mil gargantas. Paso firme y constante, empiezan los kilómetros de la
subida a la gloria. Tranquilos, yo delante, ahora Luismi. Atocha, cuánto me
gusta verte. Alfonso XII, a quién le importa su duro acceso. Ya lo tenemos. Puerta de Alcalá y la
calle de O´donnell que parece que nunca nos va a dejar entrar en el Retiro.
Luismi aplaude feliz. El ritmo se anima. Tranquilo.
Un corredor con la camiseta de los Ponjales, Vamos ánimo; dos corredoras de las Running La Bañeza, Vamos, vamos; gritos de Saturnino salen
desde el público, Ana de las Running de La Bañeza que corrió la Media; esto es como correr en casa. Corro los mestros de la Gloria junto a Luismi, disfrutando como en tantas ocasiones, pero aún tengo reservado un momento especial, el que un niño, Ángel-illo, me pidió el viernes en la feria del corredor: "Satur, puedo entrar contigo en meta". Me voy desplazando hacia la derecham en busca de ese momento, allí lo veo, ya preparado, con su pequeña camiseta del Nunca correrás solo, inquieto como es él, como es su padre; viene a mi encuentro, agarro su mano y juntos corremos esos trescientos metros que nos separan de la meta. Lo abrazo y le doy un beso; ahora me gustaría soñar y ese sueño pedir un deseo. Mi sueño, mi deseo. Volver a correr con su sonrisa, con mi amigo Ángel.
Muchos de los
que me conocéis sabéis que está era una carrera muy especial, una carrera que debería
haber tenido otro guión, pero como ha escrito mi hija en su blog De hoja roja “La maratón de Ángel”: “En ocasiones
la vida, por mucho que nos cueste aceptarlo, nos somete a pruebas muy difíciles
de superar”.
La vida a veces es injusta. Pero también a pesar de su dureza nos recompensa.
He corrido por mi amigo Ángel, y Él ha estado ahí. Gracias amigo. Gracias a
todos.
18 comentarios:
Genial entrada y poco más que decir.
Un abrazo amigo.
Me has hecho llorar...
Aunque ya sabíamos que este año el maratón era especial, ha sido genial poder leerlo
Detallazo, Satur, que gran gesto rematado con una gran crónica.
Sin palabras Satur, muy bonito.
Un abrazo.
Cuanto sentimiento Saturmino, Un abrazo
Este año no te vi Satur. El tiempo en meta acompañaba poco para la espera. Me fui rápido, aunque vi a tu hija. enhorabuena por tu carrera y por tu labor de liebre de los galgos leoneses. Muy emotivo tus recuerdos para el amigo Ángel. Un abrazo. A de la Mata.
Precioso Satur!! tu amigo debe estar muy orgulloso de tener un amigo como tú!
bss
Tania
Sólo por eso merece la pena... Eres un tío grande saturnino...!!
Me alegro que Mapoma haya sido como tú querías, especial, para Ángel, para ti y los que os quieren
Sois muy especiales.
Un fuerte abrazo
Felicidades por esa gran carrera y por una crónica tan diferente y emotiva
UN fuerte abrazo
Enhorabuena Saturnino!!!
Tu recuerdo para tu amigo Ángel ha sido realmente emotivo.
Nos vemos corriendo
Enhorabuena Saturnino!!
Gran carrera y gran crónica. Y un placer verte y retratarte en un día tan especial.
Nos vemos corriendo...
Ángel tiene que estar muy orgulloso de tener un amigo como tu Satur, para mí fue un placer saludarte a ti y a tu hija el domingo. Con respecto a la carrera nada más que decir que en ti Maratón es sinónimo de control, muchísimas Felicidades y Enhorabuena.
Un abrazo para toda esa gran familia del Nunca Correrás Solo, y si me permitís uno muy especial y muy sentido, para el amigo Ángel.
Estoy pendiente de que el día 12 es su cumpleaños.
De lo deportivo, me acercaré a hablar con vosotros en otro momento. Ahora mismo, esto es lo que quería dejarte por aquí, Satur. Esto, a parte de un nuevo abrazo, claro.
¡Salud!
Enhorabuena Saturnino. Si todas las maratones son especiales esta para ti lo ha sido y lo será mucho más. Perdona por el retraso. Ahora pendiente de tu resultado en Ronda. Abrazos
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