No son muchas las pretensiones que me llevan a La Bañeza,
así que llegada la hora de la salida me sitúo en la parte trasera, esperando el
momento de empezar a correr, y después que el ritmo se adapte a mi cuerpo.
5, 4, 3, 2, 1, y cronómetros en marchas. Antes de que
nos demos cuenta abandonamos las calles de La Bañeza y nos vamos en busca de
caminos envueltos en la sombra de los chopas, en un cruzar de puentes, de giros
y más giros. De agua. De sendas. De asfalto. De un correr fácil al comienzo y
sufrido al final. De un llegar a meta con la extraña sensación de no haber
encontrado nunca un ritmo cómodo.
Y para terminar este pequeño relato os dejo las fotos
de Ángeles.
Si alguien quiere la foto en
tamaño original, y sin marca de agua, que me envíe un correo electrónico,
indicándome número de foto y número de dorsal.
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