foto cortesía de Loli |
Amanece un día raro para ser una mañana de
verano, en la que el sol pugna por asomarse entre las numerosas nubes que
cubren el cielo de Santa Marina. Y a pesar de ello, los corredores se protegen,
en la chopera que acoge la salida, de los tímidos rayos que consiguen
sobrepasar su barrera. El tiempo, como siempre, pasa deprisa, y después de un
pequeño calentamiento, tres trotes y dos carrerillas, me sitúo en la línea de
salida. Desde la parte trasera del grupo, escucho la cuenta atrás y empiezo mi
carrera. En los primeros metros, y sobre todo tras la primera curva, el correr
se hace un poco complicado; la aglomeración, la estrechez del camino, y el
terreno irregular hace que tome precauciones para evitar contratiempos. Mientras
espero a que la carrera me sitúe en mi lugar, aprovecho para ir cogiendo aire y
disfrutar del entorno. Del correr entre los chopos con el eco del río Órbigo de
fondo; de ir cambiando paisajes, dejando atrás la arboleda de chopos para
correr encerrados entre tierras de maíces. Las zancadas, me acercan a
Sardonelo, a sus calles, donde recibimos un poco de calor humano, y cambiamos
el rumbo. De vuelta, con el corazón galopando, dejando que la mente corra, entre
pensamientos agradables, por las aguas del canal.
Dejamos la corriente a favor para volver al camino, a más maíz, sobre el que a lo lejos se distinguen nítidas las casas de Santa Marina, y entre ellas, sobresaliendo la torre de su iglesia. Los pasos cansados y agarrotados por las prisas me acercan a sus calles, donde vuelven los aplausos, las palabras de ánimo, que son de gran ayuda en estos metros finales.
foto cortesía de Loli |
El último esfuerzo, junto a Sole, que dió caza, agarrado a su estela para cruzar su meta, mi meta, nuestra comúm meta.
Después tiempo para disfrutar y compartir con mis amigos del Nunca correrás momentos agradables
Después tiempo para disfrutar y compartir con mis amigos del Nunca correrás momentos agradables
No hay comentarios:
Publicar un comentario