De Cacabelos a
Cacabelos. O de pueblo en pueblo. Así en general, porque querer contar paso a
paso lo vivido se me hace difícil. Muchas cosas, muchos detalles, mucha
belleza, mucho desconocido. Así que lo dicho, en general.
Paso a paso compartiendo
caminos de cómodas bajadas y, de siempre, agotadoras subidas, con mi compañero
Pedro, con Andrea, con Toño, formando un grupo homogéneo de principio a fin.
Respetados por la lluvia y por el sol. Buscando en cada recodo del camino la
señal que guiase nuestros correr. Una tira de plástico azul colgada de una
rama, o una flecha verde pintada en el suelo, o ese pequeño cartel de flecha
roja clavado en la tierra. Escondidas unas veces, casi siempre; escasas otras,
siempre. Peregrinos siguiendo su flecha amarilla. Marcas que parecen invitar al
despiste en busca de la carrera sin fin. De un Camino sin fin.
Viñedos y más
viñedos. Viñas de verdes hojas que ya esperan el contraste de sus racimos.
Cortafuegos. Pinos y Robles repartidos por igual en la orilla. Frutales,
cerezos y manzanos. Rojo y verde. Contraste de colores. Testigos silenciosos de
nuestro paso. Con un horizonte para perderse en las lejanas montañas que nos
rodean; algunas conocidas como la Silla la Yegua, Pico Tuerto o La Guiana.
Foto cortesía Gutis Couceiro López |
Todo se
impregna del olor que desprende el paisaje. Olores de paisaje que se van quedando
en nuestros cuerpos, ya cansados por el paso de los kilómetros. Atrás ya quedó
todo, subidas y bajadas, montes y viñedos, olores y colores. Cacabelos fue la
meta.
1 comentario:
Vaya poesía, así contado, hasta apetece y todo!!! Enhorabuena.
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