martes, 7 de mayo de 2019

XXXIII Carrera Popular el Salvador: Mi historia


Tras el arco de salida, espero junto a mi hijo, Diego, con el que compartiré mis zancadas, el momento de correr. Atrás quedan todos los buenos y agradables momentos compartidos con mis amigos de Nunca correrás solo. Distraído, me sorprende el ¡ya!, ¿en qué estaría pensando o dónde estaría?. El principio, como siempre, rápido y hoy más que pica para abajo. Poco a poco, con las prisas de siempre, ninguna, vamos cogiendo un ritmo de crucero, entre tranquilo y medio exigente, que cuando abandonamos la villa se convierte en constante. Del asfalto a la tierra, donde el camino nos casi obliga a alinearnos en dos filas; el camino que nos lleva a unirnos con el río Tuerto, y que será nuestro compañero durante muchos kilómetros, aunque abandonamos un poco tras cruzar sobre él por ese viejo puente de hierro, testigo mudo del correr del agua. Sigue nuestro camino o nosotros el del. Sigue la fila de a dos, mientras dejamos el río Tuerto, para visitar a quién pronto verterá sus aguas, el río Órbigo, más grande más caudaloso y más famoso. Entre dos ríos, entre dos aguas. Entre los árboles, entre los chopos. Agua y tierra, hierba y piedras que te hacen fijar la atención para no tropezar. Sol y sombra a partes iguales. Sigo, junto a los pasos de mi hijo, cómodo, disfrutando, con un buen ritmo crucero. Abandonamos el río grande y más famoso para volver junto al otro río, el que ya nos va a marcar el camino casi hasta el final. Ahora corremos por su lado izquierdo, hasta que en ese otro puente, más moderno y nuevo, que une un carril bici con otro, cruzamos para correr por su lado derecho, entre él y ese muro, no el de Berlín, ni el del maratón, sino ese largo muro, que se hace interminable, y que casi te mete en las calles de La Bañeza. El gentío de la plaza mayor, con sus aplausos y ánimos, con esa charanga que nos aviva las zancadas.
foto cortesía Mónica
Un último esfuerzo con la meta ante nosotros, a la vista, para cruzar la línea juntos, y pensar en que mi meta soñada está más cerca.
Vuelta a la calma y a la familia del Nunca. A compartir.

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