Lo que al principio fue una obligación, hoy se ha convertido en un placer, lo que antes era una relación de cortés, pero intranscendente, hoy se ha convertido en el principio de una amistad, he quedado con mi vecino Anselmo; subo los dos pisos que nos separan, toco el timbre, abre la puerta él, mi vecino, o debería ya decir mi amigo, “¿Cojo el paraguas?”, “Ya lo llevo yo, nos vale con uno ¿no?”, “Sí....Marta, ya vino Saturnino, nos vamos”, “Vale” responden desde ultratumba.
Alcanzamos la calle, al mismo tiempo que abro mi paraguas, Anselmo se sujeta a mi brazo, no porque lo necesite, su fuerza de voluntad y su sacrificio han hecho que progrese más que adecuadamente, se agarra y se arrima a mi para no mojarse, “Haber si van a pensar que somos gays”, se ríe, “Saben que no eres mi tipo”, reímos.
Damos un paseo más largo de lo habitual y más largo de lo que la climatología aconsejaba; de regreso entramos a tomar un café, nos sentamos en una mesa (bueno en dos sillas alrededor de una mesa), Anselmo no para de hablar, mientras le miro asiento levemente con mi cabeza, sigue hablando y hablando, y sigo asintiendo, “¿Eres feliz?” pregunta, “No, no respondas” replica rápidamente antes de que yo pueda contestar, él lo dice todo, “No, no me refiero a lo personal, quiero decir si eres feliz con el entorno que te rodea, con este mundo que nos ha tocado vivir“, le miro y no se que responder, no se a donde quiere ir a parar, pero ¡oh, no!, saca de su bolsillo un papel arrugado, me lo da, lo ojeo y extraigo lo más significativo, “La tasa de paro se dispara en Zimbabue hasta el 96% de la población”, “En un país en el que viven 12 millones de personas, solo 480.000 (el 4%) tienen un trabajo formal, y además no tienen garantizado el cobro puntual de su sueldo”; “¿Qué te parece?”, “Que eso no es un país ni es na, ¿quién trabaja ahí?” respondo, “Eso sí es una crisis” dice, “Anselmo, eso no es estar en crisis, eso es un dramon”, “Pues en España ya tenemos la mayor tasa europea, el 14%, estamos más cerca de Zimbabue”, “Hombre Anselmo, no me compares”, “Bueno, bueno, todo se andará” contesta.
Sin darnos cuenta nos llega la hora del regreso a casa, subimos en el ascensor, Anselmo sigue hablando, no para, llama al timbre, abre la puerta su mujer Marta, “Hola, ¿qué tal?”, “Bien” respondemos, nos despedimos, me doy la vuelta, miro a Anselmo mientras le digo “Si”, “Si ¿Qué?” pregunta, “Soy feliz”.
Nota: Anselmo es el seudónimo de miles de personas anónimas.
Alcanzamos la calle, al mismo tiempo que abro mi paraguas, Anselmo se sujeta a mi brazo, no porque lo necesite, su fuerza de voluntad y su sacrificio han hecho que progrese más que adecuadamente, se agarra y se arrima a mi para no mojarse, “Haber si van a pensar que somos gays”, se ríe, “Saben que no eres mi tipo”, reímos.
Damos un paseo más largo de lo habitual y más largo de lo que la climatología aconsejaba; de regreso entramos a tomar un café, nos sentamos en una mesa (bueno en dos sillas alrededor de una mesa), Anselmo no para de hablar, mientras le miro asiento levemente con mi cabeza, sigue hablando y hablando, y sigo asintiendo, “¿Eres feliz?” pregunta, “No, no respondas” replica rápidamente antes de que yo pueda contestar, él lo dice todo, “No, no me refiero a lo personal, quiero decir si eres feliz con el entorno que te rodea, con este mundo que nos ha tocado vivir“, le miro y no se que responder, no se a donde quiere ir a parar, pero ¡oh, no!, saca de su bolsillo un papel arrugado, me lo da, lo ojeo y extraigo lo más significativo, “La tasa de paro se dispara en Zimbabue hasta el 96% de la población”, “En un país en el que viven 12 millones de personas, solo 480.000 (el 4%) tienen un trabajo formal, y además no tienen garantizado el cobro puntual de su sueldo”; “¿Qué te parece?”, “Que eso no es un país ni es na, ¿quién trabaja ahí?” respondo, “Eso sí es una crisis” dice, “Anselmo, eso no es estar en crisis, eso es un dramon”, “Pues en España ya tenemos la mayor tasa europea, el 14%, estamos más cerca de Zimbabue”, “Hombre Anselmo, no me compares”, “Bueno, bueno, todo se andará” contesta.
Sin darnos cuenta nos llega la hora del regreso a casa, subimos en el ascensor, Anselmo sigue hablando, no para, llama al timbre, abre la puerta su mujer Marta, “Hola, ¿qué tal?”, “Bien” respondemos, nos despedimos, me doy la vuelta, miro a Anselmo mientras le digo “Si”, “Si ¿Qué?” pregunta, “Soy feliz”.
Nota: Anselmo es el seudónimo de miles de personas anónimas.
4 comentarios:
El otro jueves un compañero de trabajo, me decía que yo vivía muy bien, acababa de llegar de correr con mis chic@s del curro.
Yo le dije que vivía mejor que la mayoría de la gente con la que compartía el mundo, y que más localmente vivía mejor que muchos de mis compañeros el incluido.
Su nivel económico es mayor que el mío, no hay dudas, pero mi calidad de vida está más cerca de la que sueño que lo está la suya.
Por cierto Nivel 1 de alerta de nieve en Madrid, vuelve a caer como el día 9 ;D
Un saludo.
La felicidad es un estado de ánimo codiciado por muchos, que en pequeñas dosis no hastia.
Soy tan feliz como infeliz me siento en determinados momentos,cuando pienso en lo afortunada que soy por haber nacido en esta parte del mundo y que en esa otra parte que sólo conozco a través de testimonios, anhelaría tener mis problemas en un pais desarrollado.
Lo nuestro, lo solucionaremos (no sin muchos dramas personales anónimos), pero lo que ocurre en otros lugares persistirá hasta que los que pueden hacer algo, no actuen.
Un saludo.
PD: estoy aprendiendo mucho de Anselmo.
Abe: Si tú compañero dice eso es porque esta lejos de alcanzar la felicidad o por lo menos de estar a gusto consigo mismo, y encima se preguntara ¿Cómo éste ganando menos que yo, vive mejor?.
Daniela: La felicidad sabiendo administrarla es lo que mejor que nos puede pasar. Aunque a veces viendo como lo pasan en otros países se me cae el alma al suelo.
Un beso y un abrazo.
Es curioso qué parámetros utilizamos para medir la felicidad. Me conformo con una tarde "de perros", unas palomitas y al niño de los ojos azules para hacer el tonto. Soy feliz riéndome sin la ayuda de un yate, qué le vamos a hacer. La vida es dura.
Por otro lado, no sé por qué pero debo ser de los poquitos que piensan en la inmensa suerte que tenemos de nacer en este lado del mundo. Si estuviéramos en Zimbawe... ay dios, cuánta tontería sobra.
Me ha gustado la entrada y la reflexión que conlleva.
Un beso!
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