El pueblo de Llánaves de la Reina es pequeño, y todas
sus orillas y sus recovecos se empiezan a llenar de coches. Poco a poco los
corredores van llegando y los saludos se hacen inevitables. Me reúno con mis
compañeros del Nunca correrás solo y tras recoger el dorsal, tomamos un café
antes de empezar la preparación de la carrera.
El bonito entorno invita más a la contemplación que
a salir corriendo por él. El tiempo pasa y la hora de situarse en la salida llega.
Deseos de buena suerte y a la parte trasera. Pero ¿qué hago yo aquí? me pregunto, mientras mi compañero Oscar me
dice que va a ir conmigo. No insisto mucho y acepto su invitación. Sigo
ensimismado en mis pensamientos, recordando la última vez que me enfrente a las
montañas. Recuerdos de una amiga que hoy no está a mi lado y que seguro está
pensando en sus compañeros del Nunca correrás solo. Ella y yo tenemos una deuda
pendiente con la montaña, y quizás hoy empecemos a saldarla. Sigo pensando que
este no es mi lugar, cuando todo se pone en marcha.
Trote suave en los escasos metros que nos separan
del primer repecho, sin tiempo para entrar en carrera y ya estamos subiendo. Troto
entre el grupo, siguiendo a Oscar, y a todos los que tienen más prisas que yo,
hasta que el trotar se vuelve en andar. Las piernas se resienten y se quejan,
mientras esperan terreno más favorable. Subo con la mirada puesta en las
montañas que nos rodean, en los verdes de sus praderas y bosques. Del andar,
volvemos al trotar, a pisar barro y a saltar regueros. Terreno de sube y baja
que permite respirar sin ahogos. Que permite contemplar el paisaje. El grupo ya
disgregado, muy pronto la carrera pone a cada uno en su sitio. Los kilómetros,
aunque más lento que de costumbre, van cayendo. La prueba no está resultando
con desniveles insalvables, lo que hace que este disfrutando de ella. Más
bajada y más subida. Saltos de vallas. Trote y más trote. Respiración
controlada. Casi sin darnos cuenta (bueno es una forma de hablar, porque si que
nos dimos cuenta) llegamos al primer avituallamiento, kilómetros 8 y pico. Agua
y melón, y a seguir. El camino ahora cuesta abajo. Charla animada y correr
cómodo. Gritos eh, los de arriba,
sonidos de claxon, que por ahí no es.
Miramos hacia abajo y vemos las señas de que nos hemos pasado de largo.
Retrocedemos hasta que podemos emprender camino ladera abajo y retomar el
camino. Cien metros de despiste. Bajamos la ladera y vuelta a subir. Subir de
trotar y andar por un camino que tiende hacia arriba, pero que no exige
demasiado esfuerzo. Los recuerdos de vez en cuando me vuelven a llevar a otra
carrera, a mi compañera que hoy hubiese querido estar aquí, al destino.
Seguimos subiendo la montaña. Oscar marca mi ritmo y yo me limito a seguir. A
correr si corre, a trotar si trota y a andar si anda. Kilómetros de un paseo
por Picos de Europa. Voy bien. Demasiado bien, mucho mejor de lo que yo me
había imaginado. Esto no es lo mío. Sube y sube. Kilómetro casi 16, segundo
avituallamiento. Más subida, el penúltimo esfuerzo, senda zigzagueante,
estrecha, cuarenta o cincuenta metros, no mucho más, y bajada, también en
zigzag, peligrosa, para mí. Me olvido del entorno y miro al suelo para asegurar
mis pasos, sesenta o setenta metros. Más camino, otra subida, la última, nos
indica Sara, Cundi y Tomás, ruidosos y animosos, como siempre, vamos campeones, tres kilómetros a meta,
todo de bajada. Y no mintieron, en camino pedregoso bajamos y bajamos,
llenando los pulmones, mirando ese paisaje al que estamos acabando de hacer una
circunferencia. Carretera y ese puente de madera, donde al otro lado espera
Ángeles con su cámara, seguro que ahora más tranquila.
Esos últimos metros que Oscar y yo corremos. Ese
último recuerdo para mi compañera, para mi amiga, para esa meta que aún tenemos
pendiente y que afrontaremos cuando el destino quiera, porque siempre es bueno
confiar en el destino, y nosotros lo hacemos. Y cruzo mi meta, la de esta
carrera, en 2h30´.
Y sigo pensando Pero
¿qué hago yo aquí?.
Y para terminar os dejo con las fotos de Ángeles.
Si alguien quiere
la foto en tamaño original, y sin marca de agua, que me envíe un correo
electrónico, indicándome número de foto y número de dorsal.
Y para terminar os dejo con las fotos de Ángeles.
4 comentarios:
Q paisajes y q buenos momentos regala siempre correr en montaña! Felicidades!
La montaña es especial, te permite además de homenajear a una compañera, preguntarte que haces ahí.
Para no saber qué hacías allí, no estuvo nada mal.
Slds
Celina, sin duda la montaña es más atractiva para los sentidos.
Halfon, en una carrera de montaña da tiempo para todo, hasta para pensar en los demás.
SGF, a pesar de estar desubicado no me lo pasé mal.
Besos para ellas y abrazos para él.
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