Del 02 al 08 de noviembre
“Las ideas audaces son como piezas de ajedrez. Pueden
ser vencidas, pero también pueden iniciar una partida victoriosa” de Goethe
Esto está llegando a su fin. Terminada la semana once,
se abre la puerta de la doceava.
Decir que lo difícil ya está hecho, puede no sonar
bien, cuando por delante tengo 42 kilómetros y 195 metros. Pero así lo siento:
Esto ya está hecho. Lo peor de un maratón, si es que lo hay, son los
entrenamientos; la carrera tiene que ser una fiesta, en la que hay que ir a no
pasarlo mal.
Los entrenos realizados son los que van a dar el resultado
final. Con esos entrenamientos son con los que tenemos que pensar la
estrategia. Podremos ser más atrevidos o menos, pero lo que si debemos ser es
objetivos. Y objetivos, y sin miedos, elaboraremos ese plan de carrera,
que nos lleve a meta.
Esta semana, de 55.150 metros, ha ido
transcurriendo, como las demás, entre zancadas y sonrisas. El pequeño grupo que
me ha ido acompañando en mis entrenamientos no tiene desperdicio; con ellos
esto ha sido mucho más fácil.
Empezamos el martes con un rodaje tranquilo, y
abusando de Dios; ella tenía examen el jueves y nosotros queríamos correr sin
mojarnos. No llovió, por lo que después de terminar no nos quedó más remedio
que pedir para que el jueves tampoco lloviese, aunque esto no sé muy bien para
que le servirá a ella. El miércoles nos entregamos a las últimas series, algo
que más de uno agradeció (sin nombres). El viernes, otro rodaje tranquilo, en que
el subconsciente casi nos lleva a hacer un par de kilómetros de más. Y llegó el
domingo, el día que cierra la semana, la última tirada larga. El día en el que
corrí encantado de que fuesen ellos los que llevaron mi ritmo.
¿El planteamiento? ya se verá; ¿Ilusión? toda, la de siempre. La carrera ya está en mi cabeza.
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