La causa de la carrera
de Entreculturas ya es de por sí un buen motivo para correr. Y hoy el día ha
acompañado, sol y buena temperatura. Y por supuesto buena compañía.
Noventa y ocho
días han trascurrido desde el último día que me coloqué un dorsal. Días de
descanso, vuelta a la calma, y vuelta al lío. Y ahí estaba, dispuesto a
terminar una semana que empezó exigente, que continuó, y que quería acabar con
ese nivel de exigencia. Una carrera para un duro entrenamiento.
Después de la
cuenta atrás, arrancó sin fijarme límites, solo los que mi cuerpo me imponga,
lo que quiere decir que salgo más rápido de lo habitual. Al principio, fácil, y
después de la pequeña cuesta, afronto el terreno favorable con ganas, y sin
pensar en lo que queda. Los ánimos de Héctor, también de César, y de Cristina, ya en terreno muy conocido. La Candamia
aún ve un ritmo alegre, alegrado aún más por el aliento de Dani, el spaker del
km. 5, que empujaba con sus palabras. Que sin él saberlo me trasportó a
Sevilla, a su maratón. Al recuerdo de los amigos que estaban batiéndose el
cobre. Un poco de agua para seguir, para que el ímpetu empuje mis piernas. Ante
mí la gran recta a orillas del Torio, que con el paso de los kilómetros hace
que sea eterna. Me quedo sin referencias, sin poder seguir a los que me
preceden, ni a los que me adelantan. Me quedo sin pasos amigos. Empiezo a notar el esfuerzo, pero sigo en
el empeño. De una larga recta, la del Torio, a otra, la del Bernesga. Las
piernas me dicen “dónde vas”. ¡Uf!, me agarro al crono, a luchar por un ritmo que
me mantenga en carrera. A lo lejos, fijo mi mirada en el primer puente, después
de este, en el segundo, con el ruido del rastro, y en el otro puente, el
tercero, el que casi me deja en la meta. Trabajando la carrera, el
entrenamiento.
El clic de una cámara, unas fotos, unas palabras, las de
Ángeles, que me recuerdan que llevo el dorsal 112. Llega el 112, sin sirenas y
corriendo, me sonrío. La impresionante explanada de San Marcos, la pequeña
recta de meta que deja ver a través del pequeño arco la grandeza y belleza del Parador.
Me reúno con mis
compañeros del Nunca correrás solo. “Que
largos se me han hecho estos 10 km”. A ellos también.
Además de esta
pequeña historia, la mía, os dejo con las fotos de Ángeles: PINCHAR AQUÍ.
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