Hay carreras que sin saber muy bien por qué te atrapan para siempre, y este es el caso de la Dragomán, en la que al igual que en los cuentos esperas la llegada del príncipe salvador.
Hace dos años fuí hasta Villafranca a regañadientes, hacía ochos días acaba de correr el maratón de Zaragoza y lo que menos quería era afrontar una subida, pero Sonia se había apuntado y no podía dejarla subir sola; la cosa no fue como a ella le hubiese gustado así que no quedaba más remedio, teniamos que volver.
Yo volví el año pasado, solo, a mí ya me había atrapado el dragón; me había atrapado la carrera y quizás para siempre.
Y volví este año, en esta ocasión con Sonia; cada uno tendría en su cabeza como iba a afrontar la carrera, la mía la tenía clara.
Acompañar a mi hija para cerrar junto a ella un año que nos ha dejado momentos y recuerdos que serán imborrables; para despedir la I edición de la Copa Diputación de León como se merece, corriendo.
Y así, con estos pensamientos, nos encontramos en el patio del castillo de Villafranca del Bierzo, morada cedida por Cristobal Halffter y su esposa para mayor gloria de la carrera, rodeados de quinientos corredores, y bajo el manto de una mañana gélida, a la espera; se acaban los discursos, los parabienes; se escucha el sonido de un cohete que sube y sube, "boom"; esa era la señal.
Salgo del castillo, como un héroe, al lado de mi hija, en busca del dragón, de ese dragón que según cuenta la leyenda solo ven los niños. Situados a mitad del pelotón recorremos los primeros metros, sin prisa, por delante cerca de cuatro kilómetros antes de afrontar la dura subida, tiempo suficiente para que el cuerpo se vaya entonando. Trotamos a un ritmo cómodo, que no desgaste. Los kilómetros pasan y antes de que nos demos cuenta estamos subiendo; la suave pendiente empieza a poner a cada uno en su lugar; llego la hora de la verdad.
Sin tiempo para pensar, sin tiempo para nada que no sea correr y correr cuesta arriba, "a ritmo, a ritmo", le digo a Sonia, aunque a estas alturas de la temporada, de la vida, creo que no necesito hablar; no corro, corre ella, solo acompaño; pasan los duros kilómetros, las duras rampas, alguna palabra de ánimo, atrás queda la niebla, miro los árboles, las viñas, la miro a ella, este año si verá el dragón; entramos en Dragonte, últimas rampas, últimos metros para cruzar una meta.
Hace dos años fuí hasta Villafranca a regañadientes, hacía ochos días acaba de correr el maratón de Zaragoza y lo que menos quería era afrontar una subida, pero Sonia se había apuntado y no podía dejarla subir sola; la cosa no fue como a ella le hubiese gustado así que no quedaba más remedio, teniamos que volver.
Yo volví el año pasado, solo, a mí ya me había atrapado el dragón; me había atrapado la carrera y quizás para siempre.
Y volví este año, en esta ocasión con Sonia; cada uno tendría en su cabeza como iba a afrontar la carrera, la mía la tenía clara.
Acompañar a mi hija para cerrar junto a ella un año que nos ha dejado momentos y recuerdos que serán imborrables; para despedir la I edición de la Copa Diputación de León como se merece, corriendo.
Y así, con estos pensamientos, nos encontramos en el patio del castillo de Villafranca del Bierzo, morada cedida por Cristobal Halffter y su esposa para mayor gloria de la carrera, rodeados de quinientos corredores, y bajo el manto de una mañana gélida, a la espera; se acaban los discursos, los parabienes; se escucha el sonido de un cohete que sube y sube, "boom"; esa era la señal.
Salgo del castillo, como un héroe, al lado de mi hija, en busca del dragón, de ese dragón que según cuenta la leyenda solo ven los niños. Situados a mitad del pelotón recorremos los primeros metros, sin prisa, por delante cerca de cuatro kilómetros antes de afrontar la dura subida, tiempo suficiente para que el cuerpo se vaya entonando. Trotamos a un ritmo cómodo, que no desgaste. Los kilómetros pasan y antes de que nos demos cuenta estamos subiendo; la suave pendiente empieza a poner a cada uno en su lugar; llego la hora de la verdad.
Sin tiempo para pensar, sin tiempo para nada que no sea correr y correr cuesta arriba, "a ritmo, a ritmo", le digo a Sonia, aunque a estas alturas de la temporada, de la vida, creo que no necesito hablar; no corro, corre ella, solo acompaño; pasan los duros kilómetros, las duras rampas, alguna palabra de ánimo, atrás queda la niebla, miro los árboles, las viñas, la miro a ella, este año si verá el dragón; entramos en Dragonte, últimas rampas, últimos metros para cruzar una meta.
10 comentarios:
Estoy convencido que el dragón que solo ven los niños te acompaño en tu aliento... "a ritmo, a ritmo"
Sois grandes nada se os pone por delante.
Me figuro que ademas de compartir la subida, compartiríais algún juego con el Dragón
si es que ha sido un año muy especial para vosotros. Y este un colofón muy muy brillante
Gran final para un año completisimo, ahora toca cargar las pilas. Felicidades
Sé lo que ha tenido que significar para ti, Sonia.
Ese telón se tiene que volver a levantar para representar muchos más actos que te llevarán cada vez más alto. Y cada vez dándote menos cuenta.
Felicidades infinitas, Sonia.
Felicidades por ese gran final de temporada...Dragones!!!
Un año fantástico para los dos, con grandes momentos.
¡Enhorabuena!
Satur: Ese tamden funciona a la perfeccion. Enhorabuena a los dos. Un abrazo. De la Mata
Gran carrera Satur, da gusto como vais progresando. Un saludo
vaya que carreron.. se ve que la exigencia fue alta.. muy buena cronica..
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