Sábado, día 30 de junio, son las siete de la mañana y la
vida vuelve poco a poco a la expedición “A Santiago contra el cáncer”. Despertares
de un sueño muchas veces roto, el cuerpo entumecido, deseos de buenos días.
Aseo, desayuno y a preparar la marcha.
El coche “A” y el coche “B”, o lo que es lo mismo Jesús y
César, se llevan a los primeros relevistas, los del Club Benavides, que
realizaran el tramo de Villafranca a Trabadelo, y a Nuria, Aroa, Luismi
Rodríguez y Carlos, que harán el tramo Trabadelo-Vega de Valcarce. El resto del
grupo al autobús a esperar su turno.
El día está nublado y de vez en cuando las nubes dejan
escapar algún golpe de agua. De momento no es muy preocupante, pero todos
recordamos el pronóstico para hoy: lluvia.
El paisaje verde se expande por un estrecho valle, atrás
queda la tierra roja del páramo, la tierra tantas veces pisada por los arrieros
de la Maragatería, y los viñedos, los cerezos y los castaños del Bierzo. El
Camino se abre entre montañas en busca de O Cebreiro, la puerta de Galicia,
donde una parada se hace casi obligatoria.
La dinámica del grupo sigue inalterable, recibimos a los
que vienen desde Vega de Valcarce y despedimos a los que llegarán a Fonfria,
vuelta unos al coche A y otros al coche B, y el resto al autobús. Movimientos
todos ellos de autómatas, como si estuviese ensayado o lo hiciésemos todos los
días; nada más lejos de la realidad, todo quizás sea fruto del compromiso con
los demás.
Llegamos a Sarria para comer en su pabellón; hoy me toca
correr desde Ferreiros hasta unos tres kilómetros después de Portomarín, más o
menos sobre las cuatro de la carde. Tiempo más que suficiente para comer con
tranquilidad. La comida de hoy era la autocalentable, y creo sin temor a
equivocarme que será recordada por todos. La falta de costumbre en estas lides
hace que necesitemos instrucciones para enfrentarnos al kit de nuestras Fuerzas
Armadas y salir de él con éxito. Uno lee, mientras los que le rodean se afanan
en poner en marcha el sistema para poder comer caliente su menú, en mi caso
carne con guisantes entre otras cosas. Al final no resulto difícil pero si
curioso.
Unos van y otros vienen, cada uno sigue adaptando la vida
diaria al relevo que le toca correr. Todo va saliendo bien y eso recompensa el
esfuerzo de los organizadores y facilita que el buen rollo reine en la
expedición.
Y a mi relevo le toca ir yendo, con Jesús a los mandos y
Alfonso de copiloto vamos buscando la carretera que nos lleve a Ferreiros,
punto de inicio de mi tramo. Allí espera Talo con su furgoneta y Toño con su
bicicleta. Y quien espera desespera.
Los corredores que vienen desde Sarria, Gonzalo, José y
Arsenio, no llegan, lo que hace que aflore la preocupación, “les ha tenido que pasar algo” es el
pensamiento generalizado. Un despiste al dejar Sarria les obligó a tener que
volver sobre sus pasos lo que hizo que acumulasen un retraso de más de veinte
minutos, lo que no borró sus sonrisas. Allá vamos, Amelia, Alfonso, Pilar y yo,
con Toño y su bicicleta. El terreno que, nos lleva a Portomarin es favorable,
combina el asfalto con la tierra, y en el trayecto descubrimos parajes en los
que se mezcla, como si de un puzle se tratase, prados y pinares. Vamos que lo
tiramos, sobre todo Amelia que, primero la pequeña manzana, después la gorra,
más tarde las gafas, ¿alguien da más?. A lo lejos se asoma Portomarin. La
agradable bajada se convierte en sufrida en pos del Miño, un Miño que nos
regala una vista embalsada de sus aguas y que a través de su viaducto nos
permite abrazar Portomarin entre los aplausos de bienvenida del grupo. Los
dejamos atrás, aún nos quedan unos tres kilómetros de trote. El plácido viaje
se torna en sufrido esfuerzo ante la rampa que ahora tenemos enfrente, un
camino carretero rodeado de castaños y eucaliptos, duro y bonito. Arriba nos
esperan Juan Carlos, Raquel y Dani; ellos continuarán hasta Ligonde mientras
nosotros, con los deberes hechos retrocedemos hasta Portomarin. César es el
encargado de reintegrarnos al grupo. Sin tiempo de estirar iniciamos la marcha
hacia Melide, el pueblo donde pasaremos la noche.En Melide, antes de llegar al alojamiento, y por causa de
una información desinformada o algo parecido, tuvimos que hacer nuestro pequeño peregrinaje con la mochila al hombro. Un alojamiento que nada tenía que ver con
el de anoche, hoy al menos disponemos de una cama y un colchón, que podrá ser
más o menos cómodo, pero seguro que es mejor que el duro suelo.
Duchado, cambiado y con el saco preparado, me voy con la
copañia de Toño, José, Luismi, Luis Ángel y Gozalo, a degustar los productos
típicos de la tierra, el pulpo gallego, el queso de Melide y una tarta de
Santiado, todo ello regado con un buen ribeiro, ; y no fuimos los únicos que
pensamos lo mismo, ya que en la Pulpeira Ezequiel estábamos la mayoría de los
expedicionarios. Satisfecho el alma por la experiencia que está viviendo,
satisfecho el cuerpo por la viandas recibidas, solo falta dar descanso a cuerpo
y alma, y al igual que ayer, aquí metido en mi saco, con los ojos cerrados, y
con la esperanza de alcanzar un sueño silencioso, acaba el segundo día de ese
generoso gesto llamado: A Santiago contra el cáncer.
Hasta mañana y “Buen
Camino”.
1 comentario:
Pero qué maravilla! os deseo lo mejor y como decían antaño, Ultreia! Qué recuerdos de mi etapa militar con esas raciones de combate durante las maniobras, jeje
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