Domingo, día 01 de julio, amanecemos al último día, un
pequeño cosquilleo me recuerda la cercanía de Santiago, prefiero no pensar en
ello y disfrutar de lo que aún queda. “Buenos
días”. Me levanto con una rara sensación, no sé si he dormido mucho, tengo
recuerdos de la noche que indican lo contrario, pero una sensación de haber
descansado recorrer mi cuerpo.
Aseo, desayuno y a recoger las cosas para la mochila, que
no se olvide nada y que quede todo como lo encontré, que también es importante.
El autobús ya espera.
Vamos todos juntos, del primer relevo al último. El día
está confuso, fresca mañana y tramos de niebla nos acompañan en el corto
trayecto hasta Arzua, lugar donde empieza el primer tramo del último día.
Hoy los relevos son más numerosos, Amelia, Alfonso,
Pilar, mis compañeros de aventura, Toño, Luis Ángel, Luque, Nuria, José Manuel,
que empieza aquí y acabará en Santiago, grande, Luismi Rodríguez, Aroa, Laura,
María, entre otros, corrieron el primer tramo de unos 8 kilómetos, que les
llevará de Azrzúa a O Outeiro.
En Outeriro, esperamos los que vamos a hacer una tirada
más larga a ritmos más humanos, fundiendo el tramo de O Outeiro a Amenal, lo
que en un principio serían dos etapas; allí estaban junto a mí, se me olvidará
gente, lo siento, Gonzalo, Mario, Luis Regales, Dani, Raquel, Jesús, Sacha,
Antonio, Luismi Abad, José Couso, Coca, Pablo, y muchos más.
Durante la inquieta espera vemos pasar un rosario de
peregrinos, uno, otro y otro, que a mí me parece interminable. La fatiga la
llevan reflejada en el rostro, y en algunos son visibles los problemas físicos,
pero todos ellos tienen en común su sonrisa de felicidad. Algunos paran,
cuentan, dicen, preguntan, otros simplemente saludan y siguen camino, y una
peregrina preguntó si éramos los que veníamos desde León corriendo por relevos
para recaudar fondos para la lucha contra el cáncer, “saben que existimos”, se lo había dicho una amiga.
Llegan los primeros relevistas, en esta ocasión las caras
son diferentes, conscientes quizás de que han cumplido y que lo queda será un
emotivo tramite. Foto para el recuerdo y a correr.
Empezamos corriendo por una estrecha callejuela empedrada
en la que apenas caben dos corredores, para una vez salir del pequeño pueblo
tomar una pista forestal rota de vez en cuando por el callejeo de los pueblos y
por el peligroso cruce de las carreteras que, salvamos en dos o tres ocasiones.
El grupo, que compone el relevo, con el paso de los
kilómetros se va disgregando en dos, sigo bien el primero pero prefiero
quedarme con el ritmo más cómodo del segundo.
El Camino discurre siempre jalonado por vegetación
arbórea, entre la que distingo algún pequeño robledal, pinos y algún castaño,
como testigos de lo que fueron esos montes, y que, hoy fruto de la voracidad
humana, han sido sustituidos por los interminables montes de eucaliptos, que
aunque no es lo mismo aportan belleza y aroma.
Salvamos una pequeña cuesta arriba y llegamos a O
Empalme, donde contamos con el apoyo del gran grupo, y se une algún corredor,
mientras que otros dan por finalizada la tirada.
El paisaje varia poco, incluso podría decirse que
corremos sobre el mismo decorado; sigo corriendo fácil, sin prisas,
disfrutando, procurando adaptar el ritmo a los demás; eucaliptos y más eucaliptos,
repecho para arriba, cuesta para abajo; la llegada a Santa Irene nos confunde,
dos flechas, cada una en direcciones diferentes, siembran sus dudas, optamos
por la que nos lleva a las calles del pueblo. El rodeo no ha sido mucho, quizás
doscientos o trescientos metros, pero estas son las cosas que deberían
evitarse. Con la bella monotonía, con esos eucaliptos regando sombra y olores
que inundan nuestros pulmones, llegamos a Amenal; el final de una bonita etapa,
y el lugar donde da comienzo el penúltimo relevo, el que nos acercará hasta el
Monte del Gozo.
De nuevo entre el gran grupo, el que ya no abandonaré en
todo el día, llegamos al mítico Monde del Gozo, donde la cercanía de la ciudad
de Santiago se hace notar. Esto está tocando a su fin. Las emociones y los
sentimientos empiezan a recorrer mi cuerpo, de modo diferente, con más fuerza.
Esperamos a ese penúltimo relevo; van llegando de uno en
uno, estos no se han dado tregua; primero Alex, como no podía ser de otro modo,
aunque viene corriendo desde antes de Amenal, y el último José Manuel que,
grande, viene corriendo desde Arzúa.
Ahora sí que está el grupo completo, todos con la
camiseta verde, agrupados y reagrupados una y otra vez, llegó el momento de
correr todos juntos, unidos, de llegar juntos a Santiago, de entrar juntos en
la Plaza del Obradoiro. Nos dejamos caer del Monte del Gozo unidos por una
misma fuerza. Con Santiago ante nosotros, casi ya bajo nuestros pies, empiezan
a emerger emociones que desde León esperaban en nuestro interior.
Cincuenta y dos horas densas, a punto de terminar la
aventura, con la sensación de estar haciendo algo por los demás sin que nadie
te lo haya pedido.
Corremos las primeras calles de Santiago, barrios nuevos
sin apenas historia, todos con la camiseta verde lo que hace que no pasemos
desapercibidos a los santiagueses, “¿qué
pensarán? me pregunto, ellos que con el paso de los años de los siglos han
visto a peregrinos de todo tipo; al menos espero que en ellos despertemos
curiosidad. Las calles van cambiando, el suelo empedrado, las casas grises, de
piedra, antiguas, nos indican que estamos entrando en el casco más viejo, que
la catedral está más cerca. Ahora más juntos, más unidos, se acerca el gran
momento; el sonido de unas gaitas acelera nuestro paso; las torres de la
catedral empiezan a asomarse sobre las viejas casas; un arco, un gaitero que
vierte sobre nosotros las notas de una vieja gaita, la algarabía al tomar la
plaza del Obradoiro.
Momentos de alegría compartidos, me siento feliz. Mi
cuerpo es recorrido por sensaciones contrapuestas, la alegría mostrada al
exterior con una sonrisa y la nostalgia, un llanto interno por los familiares y
amigos que se han quedado en el camino del cáncer.
Nos abrazamos, nos besamos con la complicidad que da el
haber conseguido “juntos” el objetivo, de saber que entre nosotros han quedado
tendidos lazos de amistad.
Con la felicidad reflejada en nuestros rostros salpicamos
de camisetas verdes la plaza del Obradoiro, con la leyenda orgullosa en el
pecho “A Santiago contra el cáncer 2012”.
Queda por cumplir con un rito: Abrazar al Apóstol. Subo
la escalinata que da acceso al interior de la catedral, me detengo arriba y
atrapó con mi cámara el recuerdo de los compañeros. “¿De dónde venís?” me
pregunta un señor que junto a mí está mirando la plaza, le digo sobre nuestro “gesto
solidario”, y un sencillo “Gracias” recibo como respuesta. Un gracias que
resume un viaje y que aún resuena en mí.
Entro en la catedral, donde se está celebrando la misa
del peregrino que todos los días da comienzo a las doce de la mañana, sigo la
fila de camisetas verdes, sorteamos a los peregrinos, uno a uno vamos abrazando
a Santiago. Llega mi turno, le abrazo, le susurro al oído mis gracias (cosas
nuestras, Él sabe) y le dejo mi petición.
Aquí, ante el Apóstol Santiago, acaba el relato de este “gesto
solidario” llamado “A Santiago contra el cáncer”. He pretendido solo contar mi
historia que no es la historia de todos.
Y para terminar dos cosas, en primer lugar pedir perdón
si en el transcurso de estas cincuenta y dos horas he molestado a alguien,
nunca ha sido mi intención.
Y en segundo lugar dar las gracias a todos mis compañeros
de aventura: A mi relevo, Pilar, Amelia, Alfonso, a Pedro y su bicicleta, a
Jesús, el amigo del coche A, a Toño, a Talo, que siempre llegó con la comida a
tiempo, y a Luismi Rodríguez, Aroa, Roberto, Nuria, Álex, Mario, Gaspar, Luque,
Javi Fernández, Antonio González, Vaquera, Jorge, Carlos F. Riol, Álvaro, Antonio
López, Coca, Pablo Campos, Jesús Rodríguez, Miguel García, Sacha, Ángel
Alonso, Luismi Abad, Luis Regales, Barreales, María, Laura, Luis Ángel, José,
Gonzalo, Arsenio, Juan Carlos, Dani, Raquel, Adolfo, José Carlos, Julen, Toño, a
Yolanda, Carmen, Jesús García, Muro, Pedro, Silvia, Peñín, Pablo García, a
los chicos de la Academia Básica del Aire, a Agustín, y a los que me olvido
que también fueron importantes, y a los que corrieron algún tramo con nosotros,
y en especial a César, que me dió la oportunidad de participar en este bonito
gesto y a Ángeles, que no le importó perder dos días de vacaciones para que yo
fuese a Santiago.
Gracias a todos.
Buen Camino.
4 comentarios:
Felicidades a todos por culminar ese gran GESTO a través del deporte popular.
muy buena cronica campeon que grande eres y que bien lo pasamos
Felicidades, Satur, una gran aventura.
Falta darte las gracias a ti por lo que no cuentas, pero todos sabemos...
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