Roma,
cualquier día del año 26 a.C. o de cualquier otro año. Pretorianos, gladiadores
o viejos legionarios. Emperadores y esclavos.
Roma,
23 de marzo de 2014 d.C. Estoy despierto. Los ojos cerrados. Soñando con la
historia que la ciudad atesora en sus calles. Queriendo soñar con la pequeña
historia que pronto escribiré en ella. Atrapando sueños.
Abro
la ventana antes de bajar a desayunar, y de reunirme con mis amigos y
compañeros de viaje, miro la calle, aún desierta, mojada por una fina lluvia escapada
de un cielo gris, aunque la temperatura parece buena para correr. Me consuelo. Todo
va bien.
El
grupo preparado: Gonzalo, Arsenio, Eduardo, Juan Carlos, y yo, y Azucena, Paqui
y Ángeles. Corredores y animadoras. Risas tontas y sonrisas; dudas y temores;
miradas taciturnas y miradas cómplices; maratón. El Coliseo es testigo de
nuestra despedida. “Suerte”.
Nos
vamos adentrando en la carrera. Ahora sí. Cuerpos cubiertos de plásticos que
soportan impasibles el chaparrón que sobre ellos cae, pero que lejos de minar
su moral les hace más fuertes. Rodeado de mis amigos, y al sentir la cercanía
de la salida, cumplo con mi ritual: miro en mi interior, ruego y pido para que
las sensaciones positivas vayan conmigo; sé lo que quiero, como lo quiero y
cuando lo quiero.
Vamos amigos. Otra vez: “Suerte”. Nos movemos despacio
y trotamos con mucha dificultad. Decir que no hay prisa, que es mucho lo que
tenemos por delante, no sirve. Todos queremos correr. Poco a poco, muy poco a
poco, vamos encontrando pequeños huecos, aunque estos aún no permiten coger el
ritmo crucero. Las primeras bandas de música y las primeras obras de arte
entretienen nuestros pensamientos. Gonzalo y Arsenio se van yendo, mientras Eduardo
y Juan Carlos permanecen a mi lado. Un dúo y un trío para llegar a meta.
Pronto, cerca del kilómetro 2, recibimos los primeros ánimos, allí, bajo la
lluvia se desgañitan Azucena, Paqui y Ángeles.
La vista de izquierda a derecha,
arquitectura por todas partes, distingo el ´Teatro de Marcelo´, el templo de
Vesta. Tropezones inocentes y el asfalto mojada hacen que extreme mis zancadas.
El correr sigue siendo difícil, y la proximidad del primer avituallamiento lo
complica; todos como posesos buscamos un vaso de agua, una botella, que aunque
ahora sea innecesaria a la larga dará sus frutos. No nos dejamos engañar por el
tiempo, y bebemos para combatir la humedad, que hace que sudemos en exceso. El
trío no se ha despistado y permanece junto. Dejamos que los kilómetros vayan
pasando (además que otra cosa podemos hacer); ya se puede correr mejor y vamos
acercándonos al ritmo de carrera, o al menos al que yo tenía previsto. Cruzamos
el río Tiber por primera vez, y ya entre idas y venidas, y durante muchos
kilómetros, se convertirá en un compañero más. Entre calles nos vamos alejando
del centro de la ciudad. Charlamos y disfrutamos. Miramos. “Que tal” pregunto a Eduardo, “Bien”.
El avituallamiento del kilómetro 10 provoca otro desorden en la carrera. “Cogemos el agua al final”. Nos dejamos
ir por los corredores que nos preceden, sin agobiarnos. Otro cruce de río, que
nos vuelve a regalar monumentos y edificios. Seguimos corriendo y mirando.
Mirando ahora a la gente que llena la acera; estamos cerca del punto donde por
segunda vez nuestras chicas gritarán nuestros nombres. Las vemos, kilómetro 12,
agitando la bandera de España. Aplaudiendo. “Vamos,
vamos”. Todo bien. No hay tiempo para más. Continuamos a orillas del Tiber, ”río Tevere le llaman los romanos y como dijo San Agustín: ´Cuando estés en Roma, compórtate como los romanos´”, y por lo que veo con la mente en Babia. El avituallamiento del 15 y después Eduardo “mira el castillo de San Ángelo y la cúpula de San Pedro”, me sacan de mis pensamientos vacios. Apresuramos nuestros pasos en busca de uno de los momentos de la carrera: encaramos la ´Via della Conciliazione´, con la Basílica de San Pedro al fondo. Grandiosa foto para nuestra retina. La calle, la imagen toda para nosotros. No apartamos la mirada de su grandiosa figura, de su entorno. Sin entrar en ella, bordeándola, la dejamos por el ´Largo del Colonnato´ camino del kilómetro 18, castigados de nuevo por la lluvia, que ahora nos golpea con fuerza. Corremos con el pensamiento de que nada conseguirá doblegarnos. Media maratón. Media carrera. Vamos bien. El entorno va cambiando y tengo la sensación de que vamos a empezar los kilómetros insulsos, los de la basura, los que más cuesta correr. Kilómetro 23, no me equivoqué, “aquí también hay casa de campo o desierto de la lastra”. Mi cuerpo empieza a acusar la fatiga, “tirar”, “no, seguimos juntos” contestan. Intento liberar mi mente de pensamientos negativos. “Mira ese” señala Juan Carlos, “¿y ese otro?. Risas que vienen de fábula. Entre uno y otro, “yo tiro por aquí” les digo, “ si mejor que te …. una vez que no toda la vida”. Carcajadas. Evasión de mente. Otra vez con ritmo. Otro avituallamiento. Otro gel. Otro kilómetro, el 25. La pequeña crisis ha pasado y ahora que no hay mucho para ver mejor es pensar en la nada. Corremos entre zonas deportivas, sin aplausos, ni gritos de ánimos, sin gente, y aún lejos de regresar a esas calles; recordé momentos y viajes vividos que me iban ayudando a superar el cansancio, me acordé, como no, de muchos amigos, de esos que quizás ahora estarían pensando que corrían conmigo. Todo eso me iba ayudando, siempre lo ha hecho. Kilómetros y kilómetros. Lo pasado ya no cuenta. Kilómetro 33, donde el bullicio vuelve a hacerse notar, y donde el correr vuelve a hacerse más fácil. Donde la historia de Roma está más presente. La ´Piazza Navona´ con sus terrazas llenas de turistas mirando. Simplemente mirando. El cansancio hace que prestemos más atención al suelo, a ese suelo adoquinado, irregular la mayor de las veces. Un suelo al que teníamos miedo pero que no ha castigado tanto. La gente ahora si empuja. Sus gritos y su sacudir de banderas llevan a los corredores. Vuelvo a mirar a los lados a la derecha, nos acercamos al 37 y medio, y por ahí tienen que andar nuestras chicas. “Allí están”, levantamos nuestras manos.
Nos ven, y cruzo mi mirada
con la de Ángeles. Sonrío con sinceridad. No necesitamos más. “Esto ya casi está”. La ´Via del Corso´
nos lleva a la ´Piazza del Popolo”. Kilómetro 39. ´Piazza di Spagna´, Kilómetro
40. Ya no importa ni el cansancio, ni la lluvia, ni nada, solo llegar. ´Piazza
Venezia´, kilómetro 42.
Vuelvo a buscar entre el bullicio a nuestras
acompañantes, a la derecha, como habíamos quedado, y allí vuelven a estar.
Gracias chicas. Últimos metros del trío. Nos agarramos las manos y así cruzamos
la meta. 3h54m46s.
Gracias a los amigos que compartieron conmigo las calles romana.
Y la historia acabó como quería mi amigo Abe “Vini, vidi, vinci”.
10 comentarios:
Felicidades por esa carrera y por tu crónica.Tiene que ser una pasada recorrer esas calles con tanta historia, reconfortar tu mirada con ella.¡enhorabuena! "llegastes,vistes y vencistes".Un abrazo
¿Ya no nos vale el ámbito nacional? Increíble...
¡¡ENHORABUENA!!
Tus crónicas tienen ese algo especial que hace se lean fluidamente y con calma, son Maratón en estado puro.
Felicidades y todos esperábamos esa frase final.
Felicidades por esa marathon en la ciudad eterna.
Madre mía, es que tener el coliseo ahí al lado con la cantidad de historia que guardan esas piedras...pufff
Felicidades campeón.
Felicidades¡¡¡,otra Maraton a la saca pero no cualquier maraton,ni mas ni menos que la de Roma, ahi es nada...que suerte¡¡¡.Se ve que disfrutaste mucho con los amigos,tu cara lo dice todo y bajar de 4 horas tiene su miga, asi que lo tuviste todo.
Un abrazo.
Enhorabuena por esa genial experiencia
Sublime, inspirado, genial, ... una crónica magistral de un corredor magistral, y detrás de todo ello, una gran persona que bate al aire sus palabras y sus sentimientos para hacernos sentir bien. He tenido la sensación de que corría con Saturnino. Felicidades Satur.
Enhorabuena!!! gran marca, suma y sigue...
Enhorabuena por esa gran maratón en una gran ciudad. Un saludo.
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