Con el final de la primavera, y la
inminente llegada del verano, muchos se enfrentan (o nos enfrentamos) al momento
de quitarse ropa de encima, con todo lo que ello conlleva. Habrá gente a la que
eso no le importe porque tienen cuerpos imponentes, pero ese no es el caso de
los más mortales. Ahora se dejan ver todos los
excesos que se han ido acumulando durante los fríos y largos meses de
invierno. Afloran los nervios y llegan las prisas por ocultar las evidencias
tapadas durante tanto tiempo.
Ahora se dan (o nos damos) cuenta de
que no deberían haber llegado a esos extremos, y quizás piensen que eso no va a
volverá a ocurrir. Pero de momento intentarán salir del apuro. Y aquí es donde
cometen (o cometemos) los errores.
El primero de ellos es querer dejar lo
kilos que sobran, esos cogidos con la satisfacción del comer y el reposo del sofá.
Para ello, y como el tiempo apremia, se lanzan (o nos lanzamos) en brazos de las
dietas milagro. Dejan (o dejamos) de comer lo correcto y de ingerir los
nutrientes esenciales para el normal funcionamiento del cuerpo.
También se lanzan (o nos lanzamos) a
la carrera. Buscan (o buscamos) las zapatillas de deporte en el fondo del
armario, la camiseta de algodón de todos los años, y esa descolorida cazadora,
y bien abrigados salen (o salimos) a correr. Lo importante es sudar, piensan (o
pensamos) para ya en casa subir a la báscula y ver que lo dos kilos perdidos. Después
un ducha con satisfacción. Te pones (o nos ponemos) de agua hasta atrás. Y ¿vuelves
a la báscula?. No. Te engañas (o nos engañamos). Qué más da.
Lo fácil hubiese sido mantener durante
todo el año una dieta equilibrada y saludable, y practicar deporte regularmente.
Puede que con ello no se llegue al peso deseado, pero al menos te sentirías (o nos
sentiríamos) mejor.
Llega el verano…llegan las prisas. ¿Tú tienes prisas?. Yo no.
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