La noche no me va a confundir, al menos eso
pretendo. Y cuando esta va cayendo sobre las calles de Benavides, me invita a
soñar con una gran carrera, pero solo es eso un sueño, y no tengo intenciones
de forzar para que hoy se cumpla. El momento de la salida, llega después de una
salida falsa, por sorpresa y entre risas. Inicio la aventura, junto a mis
compañeros del “Nunca correrás solo”, desde la parte trasera del pelotón, con
las únicas prisas que nosotros nos marquemos. “Otra carrera otro entrenamiento como medio para llegar a un gran día”
es el pensamiento que ocupa mi cabeza en estos primeros metros. Seguimos al
grupo que sin darnos cuenta acelera nuestros pasos, algo rápido, pero aún así
nos dejamos ir, corriendo esas calles, a favor “de obra”, que nos llevan al
circuito de las tres vueltas. A pasar dos veces por la línea de meta antes de
llegar a ella definitivamente. Mis pasos acompasados a mi compañera para completar una primera
vuelta demasiado rápida. Amiga hay que plegar velas y tomarnos esto con más
calma: “Hoy no estamos en guerra”. A
partir de aquí correr y respirar la noche de Benavides, con la tranquilidad de hacer
un buen entrenamiento. Los ánimos de los voluntarios y del público ayudan a que
la carrera sea más cómoda. Otra vuelta saliendo, bordeando, entrando y cruzando
por segunda vez la meta. Vamos a por la definitiva, la última, nos dejamos caer
buscando un descanso, antes de adentrarnos en la penumbra de la zona deportiva,
y de hacer el último esfuerzo, ese que nos lleva a la meta.
A reunirnos otra
vez con los amigos, con nuestros compañeros; a volver a los comentarios; a la pos
carrera y sus risas de complicidad. A disfrutar de una carrera más.
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