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Foto cortesís de Eduardo |
La espera: la de
siempre. Esos saludos que te dejan casi sin tiempo de calentar. Los
calentamientos acelerados. Y a la línea de salida, a esas últimas
conversaciones atropelladas. La cuenta atrás saliendo por la megafonía, nos
alerta de que se acerca el momento, nos rompe la tranquilidad de la espera. Y con el "cero", o el "ya", vete tú ahora a saber, todo empieza a moverse. Arranco, junto a mi compañera, dando
esas primeras zancadas del último entrenamiento semanal de otro viaje más
importante. El camino entre chopos, me devuelve a la realidad, mientras mis pasos me acercan
al río Esla, y me llevan a la otra orilla, bajo la atenta mirada del imponente
castillo; en un rápido ida y vuelta, y tras hacer una fugaz visita a las
calles de Valencia, vuelvo otra vez junto al río; a correr, esta vez solo de vuelta,
para cruzar al otro margen y adentrarnos, ahora sí, en el “Cachón de la Isla”;
mis pasos acompasados a su ritmo, o sus pasos al mío, todo según lo previsto, corriendo sin
agobios, disfrutando del plantío de chopos, de su sombra, de su polvoriento camino;
ya está, último giro, y a trotar sobre el asfalto, con esos tímidos aplausos y
voces de ánimo, que nos llevan a cruzar nuestra meta.
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Foto cortesía de Eduardo |
Y otra vez a retomar las conversaciones, a contarnos las sensaciones y a compartir, sin prisas, el tiempo de una bonita mañana de sábado.
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