Aún está oscuro, pero no llueve. Habrá que cruzar los
dedos. El viaje hacia La Bañeza está lleno de anécdotas y sonrisas. Un
despiste, un sueño, puede dar para mucho, y más si después me encuentro con mis
amigos del Nunca correrás solo, y sus ganas de pasarlo bien. El día no puede
empezar mejor. El dorsal, un café y pequeños trotes son los que me recuerdan
que aquí, entre otras cosas, he venido a correr. Me acerco a la salida con todo
pensado; será un test para algunos y carrera para otros.
Todo listo. Las calles se empapan con los primeros pasos.
Una fina lluvia cae sobre nosotros, que así como viene se va. Sigo los pasos de
mis compañeros. Tranquilidad y exigencia repartidas a partes iguales. Primeros
kilómetros para ir cogiendo un ritmo que permita unir las dos intenciones.
Poco
a poco dejamos las calles de La Bañeza y nos vamos adentrando en esa carretera,
que ahora es de ida, pero que después será de vuelta. Me gusta ir con mis
amigos. El ritmo, cuando llegamos al primer avituallamiento, se va acercando a
lo previsto, falta salvar la pequeña cuesta para empezar a ser machacones en nuestras
zancadas. Corro cómodo, y veo a mis acompañantes, Pedro, María Jesús y Lorenzo,
que van bien. Voy delante, pero no sé si siguen mis pasos o yo los de ellos. Alcanzamos
el kilómetro diez con una coordinación perfecta, y llevando un ritmo crucero estable.
“Olvidaros del reloj”. “No penséis, solo
correr”. Llegamos un poco tarde al jamón, y a estas alturas, entre risas,
nos conformamos con el hueso, que al menos podríamos hacer un buen caldo. Pensando en eso, en tonterías, los
kilómetros parecen pasar más deprisa. No hace frío, que sino el caldo vendría
de lujo.
foto cortesia: Uriel |
El cansancio empieza a aparecer en el grupo. “Vamos chicos que ya lo tenemos chupado”. Ocho. Seis. “Ya no queda nada”. Volvemos a la carretera
de vuelta. Pedro, debutante en la distancia, se queda, junto a él, de escudero, Lorenzo. Su carrera empieza ahora. Yo sigo
con mi test, junto a mi compañera, dando cuenta de cada kilómetro, viendo
sensaciones y comprobando que todo va estando preparado. La larga recta, que a
estas alturas de carrera, se hace más larga. La vía del tren; una vía hoy muerta. La Bañeza; la calle favorable. La proximidad
de la meta lanza nuestras piernas. “El
último esfuerzo. Bien. Genial”.
La recta. Los ánimos de Beatriz, Lucía,
Ángeles, y Abe. “¿Abe?”. Sonrío en mi
interior. “Hoy si
me has sorprendido” pienso. Rápidos, cómodos, cruzamos la meta. Satisfecho con
mi test. Satisfechos con la carrera.
Nos
reciben los compañeros que nos precedían, Miguel y José Luis. Esperamos al
resto del Equipo, Pedro, Lorenzo, José María. El día no ha hecho más que comenzar;
y eso que llevamos día y kilómetros. Por delante, aún quedan buenos ratos por
compartir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario