Cinco y media de
la tarde. Llego un poco justo a la cita con mi amigo Anselmo. Entro en el bar
con la seguridad de encontrarlo allí. Así es, lo veo en la mesa más apartada.
Pido un café y me dirijo hacía él. Nada más acabar con los saludos, que por
buena educación nos intercambiamos, me dice “Me
siento orgulloso de ser español”. “Muy
bien”, digo. “El lunes fue el día de
la Hispanidad” me recuerda. “¿Vistes
el espectáculo de los de siempre?” pregunta. “Algo leí” contesto. Y sin darme tiempo a decir más, continua “Puedo pasar de lo que hagan o digan los
Bardem o los Willy, que los hay a patadas, que mucho ladrar pero bien que viven
de España. Pero ya no me da igual lo que hagan los políticos. Lo de estos es
más grave, solo se preocupan de su poltrona y de su corte celestial. Sentí
vergüenza de los Colau, los ´Kichis´esos, y de gente como los Iglesias o los Mases, que tendrían
que respetar las tradiciones de todos, y pensar que además de gobernar para sus
acólitos lo tienen que hacer para los que no les votaron, que a la postre van a ser los que les boten”. Me mira, y sigue “Además porque tengo que sentir vergüenza,
¿quién es aquí el sinvergüenza?” . "Y tú, ¿qué piensas?". "Que es tarde" respondo.
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