Llego a Astorga, ciudad vieja, ciudad romana, ciudad bella, con la
mejor compañía, con mis amigos del Nunca correrás solo. La rutina, la de
siempre, recogida de dorsales, saludos, y ese café bien compartido, un poco de
calentamiento y a la línea de salida.
Tras el arco, escuchando las breves instrucciones,
esperando esa cuenta atrás. Desde ese 10, hasta el ya; empieza la carrera de un
recorrido por descubrir. Salvamos ese estrechamiento de la calle, derecha e
izquierda, y a correr como si no hubiese mañana. En un sin querer llego al
largo parque, después a ver esa bonita Catedral, a dejar atrás el Palacio de
Gaudi, a correr tras de mis compañeros, tras esas camisetas naranjas, a buscar
esa vieja nacional que, cuesta abajo, da un respiro a mi cuerpo, giro de 180
grados y a subir un poquito, las piernas regulan el ritmo, y vuelta a correr
entre Catedral y Palacio, a callejear en busca de la Plaza Mayor, de rematar la
primera vuelta. El ritmo ahora quizás un poco exigente para mí, así que toca
agarrarse a la carrera. Ahora a regular para evitar desgastes innecesarios.
foto cortesía Eduardo |
Volvemos a correr los pasos corridos apenas hace unos instantes; ese largo
paseo, de tierra, para volver a disfrutar de la vista de la Catedral, que se
asoma de frente en esa estrecha calle. El Palacio, y a por la parte fea de la
carrera; a recuperar un poquito en la bajada, a no perder en la corta subida, y
a disfrutar del último esfuerzo, a llegar a la Plaza Mayor.
A cruzar esa meta,
que hoy se ha hecho corta.
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